Putiesposa, en casa

Apenas habían transcurrido unos días desde mi último juego como chica sola. Cada vez que yo salía de casa, L. me escudriñaba con su mirada y aunque no me decía nada sé que se quedaba pensando dónde iría, si había otro nuevo juego en marcha… deseando que así fuera. Y justo esa mañana no salí de casa. Tenía cosas que hacer al ordenador así que me senté y me puse a trabajar, muy cerca de su mesa, perfectamente visible a sus ojos.

Cierto que por la mañana temprano había dejado junto a su teclado un condón, un mensaje de “hoy puede pasar algo”, pero la mañana avanzaba y yo seguía tecleando. Supongo que pensó que le estaba vacilando o que había cambio de planes. Hasta que sonó el telefonillo y tras decirle “vienen a follarme”, abandoné la habitación y cerré la puerta.

En menos de dos minutos, C. estaba en el recibidor, comiéndome la boca, así como bienvenida. Y comiéndonos la boca llegamos al salón. Sin dejar de besarnos me bajó los leggings, me subió la camiseta y sus manos me recorrieron, masajeando mis tetas, explorando mi coño, con esa urgencia que da la lujuria. Le arranqué la camiseta y también mis manos recorrieron todo su cuerpo para acabar en su sexo. Seguíamos devorándonos, con la ropa a medio quitar, cada vez más calientes, dibujando nuestros cuerpos con las cuatro manos y las dos lenguas.

Entonces su boca abandonó la mía para irse a mis tetas, sus manos también.  Cuando le saqué el calzoncillo tenía una imponente erección, pensé lanzarme en picado, con la boca abierta. Pero me giró. Me puso delante de él y siguió jugando con mis tetas clavando su falo en mis nalgas, y deslizándose entre ellas, frotándose dura y recia. De pie en medio del salón. Con L. teletrabajando al otro lado de la pared.

Aún con la camiseta puesta, pero por encima de las tetas, le hice sentarse en el sofá, en ese sofá en el que ya me había follado hace tanto tiempo, de tantas maneras distintas… y me acomodé entre sus rodillas, agachada en el suelo. Recordé su pollón, en mis manos, entre mis labios, lo rememoré y saboreé de nuevo. Él me agarró la cabeza y me folló con fuerza, introduciéndome en la boca todo el miembro, hasta que sus huevos rebotaban en mi barbilla. Gemía de placer.

Después fue él quien me tumbó en el sofá. Se tumbó sobre mí y situó su polla en mi sexo. Yo me moví, frotando su verga con mi clítoris. Me asió las piernas y las subió hasta apoyar mis pies en sus hombros. Y jugó con su polla en mi sexo, sin llegar a introducirla. Me dijo que no quería correrse aún, pero que estaba deseando follarme. Le puse un condón y me penetró, sin contemplaciones. Me embestía con tal fuerza que mi cuerpo rebotaba sobre el sofá y su gran miembro me taladraba. Dentro, fuera, dentro, fuera, y mi culo rebotando contra sus muslos, una y otra vez. 

Sus manos asían mis caderas, atrayéndome más y más hacia su cuerpo, empujón a empujón. Su pollón penetrándome con fuerza hasta hacerme gritar. El sofá temblaba, mi cuerpo temblaba, con cada embestida sentía su fuerza y temía que me partiera! Al final tuve que pedirle que parara. Se incorporó y pensé otra vez en lanzarme en picado con la boca abierta y volver a mamar su polla. 

Pero él tenía otros planes. Me pidió que apoyara las manos en la pared que da con el cuarto donde L. trabajaba. Y tan pronto lo hice, me tiró de nuevo de las caderas, sacándome el culo hacia fuera y volvió a penetrarme, del tirón. Con las manos apoyadas en mis nalgas de nuevo empezaron sus embestidas, lanzándome contra la pared, al otro lado L. trabajaba, o al menos lo intentaría, si mis gritos y el "chas chas chas" le permitían concentrarse.

Luego me giró y volvimos a besarnos con ansia. Bajó una mano e introdujo en mí un dedo, tal vez dos, moviéndolos mientras yo me retorcía de placer. No era él el único que aún no quería correrse y vi que si seguíamos así iba a ocurrir así que de nuevo me agaché, justo delante de él, y esta vez sí, volví a mamar su polla. Posó sus manos en mi cabeza, y primero acompañó mis movimientos, luego los forzó. Y tal cual me había taladrado el coño, me penetró ahora la boca con tal fuerza que se me saltaron las lágrimas y me sobrevino una arcada... sin arcada no hay mamada, dicen. Y va a ser verdad, pensé. 

Me incorporó, me besó y volvimos al sofá. Se tumbó sobre mí y follamos otra vez, salvajemente, en su estilo, con una pierna mía apoyada sobre su hombro. Y después volvió a ponerse de pie, con su erecta polla a la altura de mi cara. Sí, lo pensé otra vez. Sí, otra vez sus planes eran diferentes de los míos. Se arrodilló entre mis piernas y fue él quien se lanzó sobre mi sexo, con hambre acumulada, al parecer. Me recorrió con la lengua en repetidas ocasiones, jugó mordisqueando mi clítoris e introdujo la punta de su lengua en mi sexo haciéndome vibrar.

Tocaba cambiar de sitio. Me apoyé en la mesa con el culo en pompa y mientras él se colocaba detrás de mí cogí el móvil y busqué la aplicación de grabar audio... sí, el aparato recogió mis gemidos, mis gritos, sus gemidos, sus empujones, mientras me follaba con las tetas rebotando sobre la mesa, y esta contra la pared. Y así, botando sobre el mueble en el que comemos en familia, en el que jugamos a las cartas, en el que tomo café con las amigas, me folló hasta que no pudimos más, hasta que estalló en mi interior. Enviamos el audio a L.

Ya me tenía bien lubricada así que de nuevo me giró, poniéndome de pie de cara a él y me metió los dedos, moviéndolos con habilidad en mi interior. Pronto sonó el familiar chapoteo previo al squirt y entonces… paró. Y me pidió que me pusiera el tanga para correrme en él. Así lo hice y volvió a penetrarme con sus dedos, a moverlos de forma salvaje hasta hacerme retorcer de placer. Tras poseerme con su mano como un animal, me hizo correrme y mis fluidos empaparon mi tanga. Cuando dejé de sacudirme, me dijo “llévaselo a L.” Me lo saqué y, obediente, fui a la habitación contigua y se lo entregué, solemne. Estaba muy cachondo. Casi tanto como nosotros.

Paramos otra vez, absolutamente necesario. Y me pidió comerme el coño otra vez, también parecía absolutamente necesario. Ahora fui yo la que me tumbé en el sofá, y él se agachó en el suelo y me empezó a lamer el coño. Sus ojos de canalla me miraban y sonreían diciendo “goza, perra”Jugó un poco con mi clítoris, lamió mis labios, y se incorporó, haciendo que yo también me levantara. Su polla apuntaba directamente a mi cara, erguida, orgullosa, atractora… cuando abrí la boca me penetró y las caderas de C. se movieron con furia ante mi cabeza, que él agarraba sin soltarme.

No suelo permitir que me sujeten la cabeza mientras me como una polla pero tengo que reconocer que estaba tan cachonda, la situación me ponía tanto, allí con ese pollón entre mis labios, en el salón de casa, con L. al otro lado de la pared escuchando inevitablemente nuestros gemidos, gritos y crujir de muebles... no sólo lo permiti, sino que lo disfruté, caliente como una perra.

La polla me llegó a la campanilla, cortándome la respiración. No una vez, ni dos, sino varias. Las suficientes para provocarme de nuevo arcadas. Y cuando miré hacia arriba, con los ojos vidriosos y la boca llena de baba, me dijo “estás preciosa ahora mismo… L. debería ver esto”. Inmediatamente alcanzó el móvil y le dio a grabar, mientras volvía a apretar mi cabeza violentamente contra su vientre, con mi boca abierta y su polla erecta dentro de ella. Repitió la jugada, pero esta vez el momento de mi arcada y la salida de su polla de dentro de mi boca quedó inmortalizado en un vídeo que, lógicamente, L. recibió en unos segundos. Por lo que me dijo después, se corrió mientras lo miraba.

Y en ese estado de excitación, el canalla de C. me miró sonriente y me dijo “vístete, vamos a tomarnos una cerveza”. Y bajamos al bar de la esquina.

 

Comentarios

  1. Lo de disfrutar en el salón mientras L trabaja se va a volver un clásico XD

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    1. En ello estamos, Spencer, jajaja... no sé si él trabaja demasiado, yo follo de más o ambas cosas... bueno, y un poco también cuenta el morbo de esas situaciones, en mi humilde opinión... alguien más debería pronunciarse jeje. Gracias por pasarte una vez más! Besos húmedos

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