Mi primer pub liberal

Hace un par de días volvimos a un pub liberal. Me acuerdo de lo diferente que fue la primera vez, jajaja. Fue para el cumple de L. hace ya… no sé, 13 o 14 años. Lo habíamos hablado alguna vez y, aunque yo no tenía la más mínima intención de moverme en ese mundo, la verdad es que sentía curiosidad. Así que cuando propuso ir, echar un vistazo, tomarnos una copa y ya está… accedí.
No sé por qué eligió aquel, supongo que le pareció lo suficientemente lejos de casa, o le gustó la página web, o a saber! El caso es que aparecimos allí cerca de medianoche sin saber muy bien dónde nos metíamos ni qué iba a pasar. Nos recibió la relaciones públicas, una tía estupenda. Y nos debió ver tal cara de novatos, de miedo, de susto o de no sé qué, que tras comprobar que, efectivamente era nuestra primera vez y enseñarnos el local nos sentó en una mesita junto a la barra, se sentó a mi lado y prácticamente se tiró media noche tranquilizándome, dándome consejos, explicándome que no iba a pasar nada que yo no quisiera, bromeando conmigo y animándome… ay, cuánto se lo agradezco, creo que si no, hubiera salido corriendo, de puro pánico. Me dijo que daba lo mismo que tuviésemos contactos esa noche o no, que lo importante era que estuviésemos tan a gusto que quisiéramos volver más veces. Y lo consiguió. Gracias, Pepi!
Mientras nos explicaba un poco “de qué iba el tema”, nos enseñó el local. No era muy grande por aquel entonces. Al principio me pareció muy normal: la barra, como la de cualquier otro pub, un salón con mesas, donde había gente tranquilamente sentada, charlando, riéndose, bebiendo… Sin tener en cuenta las sugerentes ropas de algunas de las chicas, todo seguía siendo de lo más normal y empecé a tranquilizarme, hasta que nos mostró la pista de baile. Bueno, mostrar es una palabra poco adecuada porque la verdad es que no se veía nada, absolutamente nada, estaba completamente a oscuras y eso ya me intranquilizó un poco, pero nada comparado con lo que sí podía oír. A mi alrededor oía gemidos, gruñidos, incluso algún gritito… inmediatamente me di cuenta de que se había acabado la similitud con los pubs que yo frecuentaba. Atravesamos aquella oscuridad llena de sonidos y me encontré con una habitación llena de camas. A ver, sabía dónde íbamos esa noche pero reconozco que el verlo así, en vivo, me impresionó. Había un par de parejas, entregadas a su diversión y que ni siquiera levantaron la cabeza cuando nuestra comitiva de tres pasó rozándoles. También un grupo, 5 o 6 personas, un lío de brazos y piernas… yo solo había visto aquello en películas. Agarré la mano de L. y, confieso, lo más pegada que pude a la pared, salimos de allí. Entonces Pepi nos preguntó qué tal, nos trajo las bebidas y se sentó con nosotros hasta que ya debí de  recobrar el color de mi cara. Se fue a atender a otras personas y nos dejó allí, en una mesita junto a la barra, “lejos del peligro”, aparentemente.
Noté que los hombres de la barra se me comían con los ojos. Yo desentonaba un poco, con mi jersey y mis vaqueros, frente a todas aquellas chicas con vestidos cortos, medias de liga, escotes de impresión y sonrisas lascivas. Supuse que me lo estaba imaginando. Con el tiempo me he dado cuenta de que incluso con aquellos vaqueros yo debía de estar de lo más apetecible. Y después de todo, incluso con jeans y jersey, tengo un culo espectacular y un buen par de tetas, aunque aún no sabía cuánto iban a gustar a otros. Mi juventud y mi cartel de “novata” grabado a fuego en la frente hacían el resto.
Nos tomamos la copa y entramos otra vez, pero ahora solos. Llegamos a la pista oscura, nos pegamos a la pared y bailamos un ratito… sin separarnos ni dejar que nadie se nos acercase, jajaja. Luego, nos fuimos a casa y durante los días siguientes comentamos lo que habíamos visto. No pude dejar de pensar en ello. Creo que L. tampoco.
Pepi le había dado un consejo a L. que le agradeceré siempre: “deja que ella marque el ritmo” y L. lo hizo, como lo sigue haciendo ahora. A nosotras estas cosas nos cuestan más y yo desde luego si huelo el agobio, abandono. Así que, tras “arduas deliberaciones”, el fin de semana siguiente… me propuso volver, y de nuevo accedí. Yo no me quitaba de la cabeza la frase de Pepi “no va a pasar nada que tú no quieras”. Aquella gente no parecían locos, ni psicópatas, ni asesinos ni violadores, más bien parecían gente pasando un buen rato y disfrutando del sexo sin complejos.
Decidimos hacer una segunda incursión “en el lado oscuro” y volvimos al pub. De nuevo ocupamos una mesita y pedimos bebidas. Charlamos un rato y nos aventuramos hacia la pista de baile, pero esta vez sin guía, solos ante el peligro. L. me agarró de la mano y fue tirando de mí, literalmente. No es que yo no quisiera ir, es que mis pies no parecían tener autonomía, pero llegamos a la pista oscura y nos pegamos a una pared hasta que los ojos se nos acostumbraron un poco y pudimos divisar algunas siluetas. La situación era parecida a la de la vez anterior: sonidos, gemidos, siluetas que se movían en la oscuridad… L. delante de mi, haciendo de barrera. ¿Por qué no decirlo? Nos daba miedo tener contacto con otras personas, o vergüenza, o no sabíamos cómo responder… o las tres cosas, probablemente. Estuvimos ahí un ratito, besándonos, acariciándonos, en medio de aquel mundo, de aquella puerta que se nos abría pero para la que aún no estábamos preparados. No sé si queríamos o no queríamos pero el caso es que no hubo ningún contacto fuera de nosotros mismos. Y sin embargo, habíamos vuelto… ¿nos íbamos a volver a casa así? Habíamos dado un paso con respecto a la semana anterior pero ¿y si dábamos otro? Nos fuimos moviendo lentamente, sin separarnos el uno del otro, sin dejar que nadie se nos acercase, todavía no. Llegamos al otro extremo de la pista, el que comunicaba directamente con la habitación de las camas. Y pasamos dentro.
Como la otra vez. Un par de parejas jugando, besándose, comiéndose… creo que nos saludaron, y siguieron a lo suyo. ¿Nos desnudamos? ¿Aquí? ¿Por qué no? Ufff, no me daba vergüenza desnudarme, ya hacía años que solíamos pasar las vacaciones en playas nudistas. Y desde luego aquí no íbamos a llamar la atención por eso. Lentamente nos quitamos la ropa, anticipando lo que podía ocurrir. No nos habíamos atrevido a contactar en la oscura pista de baile, seguramente aquí menos. Pero íbamos a tener sexo, rodeados de gente, de gente que nos iba a mirar, que iba a disfrutar con nosotros, que a lo mejor se iba a tocar, a acariciar, viéndonos, quizás incluso podían llegar a correrse con nosotros. Adultos actuando libremente, disfrutando libremente, eso no podía tener nada de malo. Nos fuimos a la cama más alejada de la puerta, de nuevo pegada a la pared, para no perder la costumbre de toda la noche. Nos tumbamos y empezamos a acariciarnos. Al principio me costó desconectar, dejar de pensar en dónde estábamos, en lo que estábamos haciendo, en que había otras personas alrededor. Me fijé en las otras parejas y ví que pasaban de nosotros, como si estuvieran ellos solos allí. Cerré los ojos y me dejé llevar. Nos besamos, nos acariciamos, nos disfrutamos… poco a poco dejó de importarnos si había más gente, si nos miraban o no, si les parecía bien o mal… Ví la erección de L., estaba realmente excitado. Yo también. Llevó su mano a mi coño y empezó a jugar con el, su boca se dirigió a mis tetas, mi mano buscó su polla, la cogí, la acaricié, empecé a movérsela… pronto éramos una pareja más, como las otras, entregados a nuestra actividad y sin hacer caso de nada más. L. se tumbó sobre mí, noté su polla dura abriéndose camino hacia mi vagina. Oía gemidos en una cama cercana, eso me excitó aún más. Empezó a follarme, ufff, estaba tan mojada… realmente su polla entraba y salía de mí con tanta facilidad… su cuerpo se frotaba contra el mío, que ardía de deseo. Entonces salió y me dio la vuelta, tumbándome boca abajo. Abrió un poco mis piernas y de nuevo sentí su polla entrando en mi vagina, mmmm, hasta el final, hasta que sus huevos chocaron con mi cuerpo. Siguió moviéndose sobre mí, frotándose, su pecho contra mi espalda, y en cada empujón sentía su aliento, sus besos en mi cuello, en mis orejas, el ritmo aumentó, entraba y salía suavemente, fácilmente, mojándome, hasta que noté la tensión en sus piernas, en su cuerpo, en su polla… pensé que se iba a correr dentro de mi, allí, donde cualquiera podía vernos… y me excitó tanto esa sensación de poder exhibirme que yo también alcancé mi máxima excitación y cuando L. estalló y su leche me invadió, todo mi cuerpo se estremeció, se sacudió, en un estallido de placer compartido, muy compartido. Por primera vez habíamos dejado que otras personas compartieran esa parcela de nuestra intimidad, y nos vieran, nos oyeran, nos sintieran. Seguramente no fue el mejor polvo de nuestra vida, para ninguno de los dos. Pero sí fue especial, fue diferente. Cuando acabamos, evidentemente no pasó nada especial. Nadie nos dijo nada, no nos aplaudieron, no pidieron un bis… no, porque después de todo, no había ocurrido nada fuera de lo normal. En aquel pub tan normal, habíamos echado un polvo normal y habíamos abierto una puerta más a nuestro sexo y a nuestro disfrute.
Había caído la primera barrera: “ver y ser vistos”. Había más, lo sabía. Pero había que ir descubriéndolas y yo iba a ser la que marcase el ritmo, nos lo había sugerido Pepi que de esto sabía un montón.

Comentarios

  1. Quizás no es la entrada más excitante ni la más "salvaje" pero me ha encantado por lo íntima que resulta. Es curioso cómo los testimonios de los inicios en el mundo liberal se parecen tanto ;-)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Y a mi me encanta que te encante... Sí, desde luego nuestra primera incursión en el mundo liberal no se puede calificar de salvaje, pero sí de íntima.
      Supongo que el miedo a lo desconocido, la posible vergüenza, la sensación de estar haciendo algo inadecuado o prohibido son comunes cuando se empieza y por eso lo deben ser también los recuerdos que quedan y los testimonios que se plasman, aunque no todos, claro.
      Por cierto, te invito a que nos cuentes vuestro inicio, si te apetece...
      Un besazo, ¡par de encantos!

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

First Dogging

Verte con ella