First Dogging

La primera vez, hace años, que oí la palabra "dogging" me hizo gracia. Dado el contexto en que me la encontré supuse a qué hacía referencia. Me despertó la curiosidad ¡qué raro, si a mí eso no me pasa casi nunca!... Así que me puse a buscar información, y la encontré, que además de curiosa soy muy espabilada.

¿Así que eso se hacía? ¿Era real y no pertenecía solo al cine porno? Y había unas "reglas", unos códigos, unos lugares más o menos específicos... ¿y nos lo estábamos perdiendo? Desde entonces y durante todo este tiempo permaneció  en el terreno de nuestra fantasía, de nuestra imaginación más íntima. Hasta este verano.

Se nos estaba dando tan bien que parecía buen momento. Calor, a cientos de kilómetros de casa, con posibilidad de salir, la líbido disparada. ¡Ahora o nunca! Estaba claro.

L. había estado indagando y había una playa cercana de la que la gente hablaba como lugar de encuentro. La conocíamos, habíamos ido varias veces, siempre de día, y la verdad es que lo habíamos comentado, que por lo escondida y el acceso… tenía muchas posibilidades.

Esa noche cogimos el coche. Debo reconocer que yo, un poco “atemorizada” sí que iba. Es lo que tienen las situaciones desconocidas, lo que, por otra parte, le da una dosis extra de morbo…

Llegamos al parking y nos sorprendió la cantidad de coches que había, y el trasiego, teniendo en cuenta la hora que era. Nos quedamos observando y escuchando música, casi tranquilos y pronto vimos que había más rollo gay que de parejas, lo cual no nos pilló de sorpresa. Varios chicos iban y venían, de un lado hacia otro, unos entraban en la playa, otros se adentraban entre los cañaverales... cuando pasaban por delante de nuestro coche, unos miraban, otros no, alguno se acercó un poco más, pero de momento, todo tranquilo. El movimiento de coches también era curioso, en poco rato entraron y salieron una docena de coches, incluida una patrulla de policía que, tras permanecer unos minutos, se fue por donde había venido. Con que contábamos con el beneplácito de las autoridades locales, bueno es saberlo.

Como ya se me iban pasando los nervios, decidimos empezar a juguetear un poquito. Abrí la bragueta de L. y me puse a masturbarle, despacito, disfrutando el momento. Él a su vez levantó un poco mi falda y también comenzó a acariciarme. Poco a poco nuestros roces se hicieron más intensos y, ya calmados los nervios iniciales, decidí darle una oportunidad a aquella situación tan novedosa como excitante para mí. Claro que en nuestra juventud nos lo habíamos montado a veces en el coche en un aparcamiento, pero por aquellas épocas y en los lugares a los que íbamos, cada coche era un picadero particular y nunca nos encontramos ni con espectadores ni con contactos fuera de nosotros mismos, tampoco los buscábamos.

Me arrodillé sobre el asiento y me incliné sobre L., lamiendo su glande. Él también se movió un poco, para no perder el contacto con mi sexo, que seguía acariciando. Y en esa postura estaba, de rodillas en el asiento del coche mamándosela a mi chico con el culo en pompa, como si tuviera 18 años, cuando L. me susurró que teníamos público. Un escalofrío de placer subió por mi espina dorsal… mmmm, después de todo, a eso habíamos venido ¿no? Con su mano libre, L. acarició mi nuca y acompañó mis movimientos arriba y abajo. No sé si también por asegurarse de que no me entraba el miedo escénico y salía corriendo, lo cual era complicado porque él estaba en el asiento del conductor. El caso es que nada más lejos de mi intención, de hecho, desde que me susurró que nos miraban había surgido mi timidez más espontánea y natural y en cada movimiento de mi cabeza enterraba profundamente mi cara en la entrepierna de L. para evitar ser vista. También es verdad que cada vez que mi nariz chocaba con sus huevos, L. gemía de placer, y eso me animaba a seguir “escondiéndome”.

En susurros, me iba poniendo al tanto de la situación. Un coche que había entrado hacía un ratito se había movido y ahora estaba aparcado justo a mi lado. El conductor nos miraba directamente y por el movimiento que se adivinaba en su silueta, seguramente también se estaba masturbando. Luego se puso en marcha y se situó exactamente al otro lado, junto a la ventanilla de L. y siguió así algunos minutos más. Llegaba el momento… lo hacíamos o no lo hacíamos. Y con L. cerca, esa frase siempre acaba en el “lo hacemos”.

No sin antes consultarme, por supuesto, hizo la seña indicativa de “no nos importa que mires” y el conductor del coche de al lado, que igual no era su primera vez, salió de su vehículo y se acercó a la puerta de L., manteniendo una distancia prudencial pero disfrutando ya, abiertamente del espectáculo. A todo esto, el trasiego de individuos continuaba, aunque de forma mucho más respetuosa de lo que yo hubiera imaginado, sinceramente.

El chico rodeó el coche y se acercó a mi ventanilla, quedándose a poco más de un metro de mí, aún en la misma posición. De nuevo, ¿cómo era esto? ¿qué se hacía para indicarle que podía acercarse? Ah sí, justo lo que estaba haciendo L. en ese preciso instante. Y él, de nuevo, lo pilló a la primera, se acercó a mí, metió la mano por la ventanilla del coche, oí a L. asentir como dándole permiso para algo… y sentí una mano cálida acariciar mis nalgas. De repente esa frase de “no saber quién te toca” cobró todo su sentido. No era como un trío en una cita, en que conoces al tercero, o en un local, en que le has atisbado en la barra o en el salón… No, realmente no tenía la menor idea de cómo era él. Sólo de que sus manos recorrían mis nalgas, acercándose cada vez un poco más a mi sexo.

Hasta que una de ellas lo alcanzó. Unos dedos largos y suaves acariciaban ahora los labios de mi vagina y ejercían una ligera presión, invitándome a abrir las piernas. Cuando lo hice, los dedos se internaron un poco más jugando con mi clítoris, que yo sentía duro y húmedo. Me estremecí cuando el extraño metió un dedo y lo movió. Seguramente transmití algo con mi boca a L. pues él también gimió en ese momento.

Entonces se volvió hacia su propia ventanilla y le vi hacer un gesto de negativa a alguien que se había acercado por el otro lado. La verdad es que estaba mucho más tranquila que al principio pero la posibilidad de vernos rodeados me hizo tensarme de nuevo. Aunque poco, el segundo chico se apartó educadamente del coche al mismo tiempo que el dedo del primero entraba y salía con facilidad de mi interior. Me gustaba, lo suficiente para relajarme, aunque no lo bastante. Sabía que no iba a ser capaz de alcanzar el orgasmo. De todas formas, disfruté unos minutos más de tan íntimo masaje y finalmente decidí que tenía que averiguar cómo era el propietario de esos dedos tan juguetones.

Aumenté el ritmo de mi mamada a L., sintiendo su verga a punto de estallar en mi garganta. Con una mano masajeé ligeramente sus huevos, al tiempo que mi lengua estimulaba circularmente la punta de su capullo… unos cuantos movimientos más, succionando golosa, y… L. se retiró justo a tiempo de dejarme contemplar su orgasmo, que se derramó en mi mano, aún aferrada en torno a su pene.

Era el momento. Besé a L., me incorporé y giré mi cuerpo para poder ver quién estaba de pie junto a mi ventanilla del coche. Dada la oscuridad, apenas podía percibir detalles. Era un chico alto, moreno, parecía joven… y su pene me apuntaba directamente a la cara. Me arrodillé sobre el asiento, saqué la cabeza por la ventanilla y tomé su miembro con ambas manos para corresponder a las caricias que unos minutos antes él me había proporcionado. O al menos eso me proponía, pero no me dio tiempo. De pronto el chico sujetó mi nuca e intentó metérmela en la boca, así, sin previo aviso ni nada.

Como no me hizo ninguna gracia y no estaba dispuesta a mamársela sin ningún tipo de protección a un completo desconocido al que ni siquiera podía ver, allí en plena noche, en medio del oscuro parking de una playa nudista, cerré con fuerza los labios. Y menos mal porque de pronto un chorro caliente chocó contra mi mejilla y resbaló por el exterior de la puerta del coche.

Otra fantasía cumplida. No había sido exactamente como yo imaginaba, pero nos había gustado… Tenía pinta de que algún día repetiríamos aunque tal vez de otra forma, con otras personas, en otra situación que, conservando los elementos más excitantes, me permitiera relajarme lo suficiente como para dejarme llevar yo también… Tal vez había que hablar con alguien que tuviera más experiencia y nos pudiera orientar… Y sabíamos exactamente a quién preguntar.

Comentarios

  1. Como siempre muy excitante y calientes tu experiencia, que pena no haber estado, pero me conformo con leerlo Gracias por contarnos tus esperiencias y no tardes tanto en escribierlas jejeje

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    1. De nuevo gracias a ti por leerme. Respecto a lo que tardo, se hace lo que se puede ;-) pero... no crees que cuando esperas algo más tiempo te gusta más cuando llega? jejeje. Besos.

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    1. Mira que me extrañaría a mi tan poca delicadeza de tu parte ;-) Gracias por seguir... siguiendo. Un beso, pareja guapa!

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  3. Relato muy excitante, tan excitante que me has puesto uhhhhfff... Cuzanto me hubiera gustado haber podido estar contigo pero no grosero como el que cuentas, sino con delucadeza y ternura. Besitis y cuidaros mucho

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    1. Bueno, tal vez haya gente a la que le guste ese estilo. Me parece respetable, pero no lo comparto. Yo sí, prefiero la delicadeza y la ternura :-) Gracias por leer y comentar. Besos

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