Rollo Bollo

 Me levanté "escocida". De la caña que me dio. No él, con quien apenas tuve un poco de roce, un rato de jugueteo, sino ella. 

Encontrarnos en el local fue pura casualidad. Después de tantas charlas e intentos de quedar, sin conseguirlo por la dificultad de cuadrar cuatro agendas y los horarios de un local, de pronto aparecieron en medio del pasillo por el que L. y yo nos dirigíamos a la barra. Como pasan las cosas, cuando tienen que pasar. 

Charlamos un rato y de pronto, con toda naturalidad, ella me dijo que le apetecería mucho jugar conmigo, si a mi también me apetecía. Y sí, me apetecía.

Nos fuimos los cuatro a la cama redonda. Los chicos se quedaron de pie, cada uno por un lado, mientras nosotras nos subimos al centro de la cama y empezamos a jugar.

Primero me besó ella. En el cuello. En los hombros. Empezó a acariciarme simultáneamente la espalda con sus manos y la cara con su boca. Retiré hacia atrás su melena morena y me perdí en sus labios, sintiendo cómo sus manos se introducían bajo mi vestido. Me di cuenta de que ella llevaba mucha más ropa que yo, lo cual era fácil la verdad. Le saqué la camiseta alzando sus brazos y desabroché su sujetador deleitándome en la visión de sus pechos, preciosos aun con tan escasa luz. 

La verdad es que no recuerdo si se quitó la falda, se la quitó su chico, se la enroscó...  de ese momento me viene a la memoria cómo se inclinó y lamió mis pezones, como sus manos recorrieron mi pecho, mi espalda, mis caderas y mis nalgas. Yo respondí a sus gestos con otros similares. Empecé por mamar de sus pechos, pasando luego a pellizcar sus pezones y acariciar su culo.

Después se fue inclinando sobre mi, haciendo que me tumbara. Y su lengua bajó por mi barriga, parando justo al inicio de la raja de mi sexo.  Se separó entonces un poco.... ¡dios, hacia tiempo no veía tal mirada de deseo en una mujer! De deseo hacia mi, se entiende. Su mirada lasciva, su boca en una sonrisa perversa, su lengua asomando traviesa y ese brillo en los ojos... me excité solo con pensar qué diabluras se le estarían pasando a ella por la cabeza. 

Pronto iba a salir de dudas. Separó mis labios verticales con ambas manos y escupió varias veces en mi coño. Tras humedecerlo bien, movió los dedos arriba y abajo, luego en círculos, luego utilizó los cantos de sus manos, volvió a escupir, metió un dedo, dos... mientras yo me retorcía de placer. 

En el espejo del techo veía su cuerpo arrodillado entre mis piernas, su chico a mi cabeza, L. a mis pies, y ella regalándome ese tipo de placer que surge del conocer exactamente lo que a otra mujer le gusta y le excita.

Continuó jugando con sus manos en mi húmeda hendidura de mil maneras pasando después a utilizar su lengua y sus labios hasta hacerme correr con su boca. Luego se incorporó un poco. Entonces fui yo quien me tumbé sobre ella y, después de lamer sus tetas otra vez, bajé hasta su vulva y la abrí. Estaba empapada. La acaricié un poco y me dispuse a masturbarla. Recorrí su coño con los dedos pero estaba tan mojada que se me deslizaban hacia su interior. La penetré empleando mis dos dedos centrales, y tan pronto empecé a moverlos, se oyó el chapoteo en su interior. 

Su cuerpo se arqueó, sus uñas rojas resaltaban sobre la blanca sábana y la agarraban retorciéndola.

Seguí arrodillada entre sus piernas, moviendo los dedos, sintiendo cómo su cálida humedad resbalaba hacia el dorso de mi mano. Con la otra mano recorría su cuerpo, que se agitaba al compás de sus gemidos. Un metro por detrás de su cabeza, su chico se masturbaba mirándonos. Con un guiño le dediqué mi siguiente movimiento, que yo intuía que estaba esperando. Y sonriendo bajé la cabeza hasta que mi nariz alcanzó su sexo. El de ella, está claro, no?

Saqué la lengua y la deslice. Gimió. Le separé los labios y la deslicé otra vez. Gimió más. Mordí cuidadosamente su clítoris y tiré de él. Gritó. Repetí de nuevo, al tiempo que succionaba con mis labios. Volvió a gemir. Y de nuevo introduje los dedos en su coño sin dejar de recorrerlo con mi lengua y mis labios. Y entonces pensé… ¡qué rico debe sentirse su coño en el mío!

Levanté la cabeza, repté con mis rodillas entre sus piernas y recoloqué mi postura. Sujetando uno de sus tobillos elevé su pierna y me aproximé más, hasta hacer coincidir mi sexo con el suyo. Sus ojos brillaron. Supongo que los míos también. Y empecé a moverme, frotándome contra ella, sintiendo su humedad, la mía, nuestros líquidos mezclándose en esa tijera que nuestros chicos disfrutaban al tiempo que se masturbaban. Había poca luz, no podía ver sus pollas, pero sí oír sus respiraciones, agitadas. Olía a sexo, a excitación. Y eso compensaba la escasa visión. En la puerta de la sala, varias personas se tocaban, a sí mismas, entre ellas, mientras nosotras dos seguíamos moviéndonos, nuestros sexos encajados, nuestras tetas al mismo compás. Y nuestras bocas, enredándose por momentos, mordiendo, chupando, besando, lamiendo, jadeando el resto del tiempo.

No estoy segura quién sintió el tirón primero, si ella o yo, pero nuestros cuerpos se tensaron, nuestros gemidos se intensificaron, mi cuerpo cayó desmadejado encima del suyo y ella rió. Con esa risa suya tan bonita, tan auténtica, que se me contagió. Y me incorporé para mirarla y para besarla, pero no pude. 

Justo en ese momento unas manos me alzaron las caderas y me arrastraron hacia el borde de la cama, colocándome a cuatro patas con el culo en pompa. Estuve segura de que era Lucas cuando me penetró. Me separé un momento de mi manjar, lo justo para ver que también ella estaba recibiendo una polla, pero en su boca.

Y es que nuestros chicos habían aguantado mucho rato, habían disfrutado de nuestro juego de chicas, pero a esas alturas ya los cuatro estábamos deseando que el espejo del techo reflejara cuatro cuerpos jugando y no solo dos.


Comentarios

  1. Pocas cosas hay tan bellas y lujuriosas como dos chicas jugando juntas 😍😍

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