Putiesposa, en el campo

¿Por qué no al aire libre? El tiempo aún estaba medianamente bueno, en día laborable no habría tanta gente, y él me dijo que también le apetecía. Y que conocía una zona donde probablemente podríamos estar a gusto. No se equivocó.


Durante el camino le puse a L. algún audio y le mandé una foto, para que pudiera intuir con quién había quedado. Como otras veces, mi intención era ir dosificándole la información para ir calentándole poco a poco y así ponerle cachondo perdido. De momento, sólo sabía que íbamos en coche y no demasiado lejos.

Llegamos pronto, aparcamos y caminamos un rato, prácticamente sin ver a nadie. Casi al final del camino había una zona con grandes árboles cuya sombra cobijaba mesas de merendero en un estado bastante deplorable, la verdad. Pero bueno, eso seguramente tendría la ventaja de que poca gente iría hasta allí para desayunar de picnic.

Ya en el sendero paramos a besarnos y meternos mano. Nos dimos un morreo de esos en que las lenguas se enredan, se buscan, se encuentran y no queda un rincón de la boca sin repasar. Hacía algo de frío, así que fuimos calentando las manos con la ropa, por encima, por debajo… se puso detrás de mi y me agarró las tetas mientras me besaba el cuello, luego me giré y volvimos a morrearnos mientras su mano se perdía bajo mi jersey y la mía se aventuraba en su bragueta. Enviamos a L. una foto y un audio contándole dónde estábamos. También le comenté que “alguien” me había prometido comerme el coño, y que yo esperaba que fuese un hombre de palabra.

Tras andar un poco más, nos metimos bajo uno de los grandes árboles. Probamos la resistencia de la mesa y de nuevo nos abrazamos y besamos, quitándonos parte de la ropa que nos estorbaba. El resto lo levantamos o lo apartamos, en definitiva, lo esquivamos… Con mis tetas ya liberadas, su boca buscó mis pezones, su lengua jugó con ellos, mientras me estrujaba las tetas con las manos. Ya no teníamos tanto frío, y sin embargo mis pezones estaban erectos. Me encantaba cómo me los comía, cómo mamaba y succionaba, haciendo que mis areolas desaparecieran dentro de su boca y ayudándose con las manos. Yo sujetaba su cabeza, ayudándole en su camino. Tras unos minutos saqué mi teta de su boca y me incliné ligeramente para buscar yo también sus pezones, curiosamente también erectos, y tampoco por el frío. 

Bajé las manos por su espalda, intenté meterlas por el pantalón pero estaba aún abrochado por lo que tuve que variar el recorrido y me fui directamente a su bragueta. Abrí los botones, bajé un poco el vaquero y el calzoncillo y ahora ya sí, pude volver las manos a su culo y agarrar con fuerza sus nalgas. Creo que le pareció buena idea porque él hizo lo mismo con las mías.

“Me muero de ganas de comerte el coño”, casi fue lo primero que me dijo. Y justo después tiró para abajo de mis leggings, que en su camino arrastraron al tanga, y me sentó en el viejo banco de campo, agachándose ante mí. Abrió mi sexo con ambas manos y se sumergió en él, empapándolo con su saliva. Me pasó la lengua por los labios, por el clítoris, la vulva y después succionó mi botón mientras dirigía su mirada hacia arriba, hacia mis ojos. Luego me mordisqueó por todas partes, golpeando con la punta de su lengua, jugando al tiempo con sus dedos.

No pude evitar arquearme de gusto, apoyando mi cabeza en la mesita y agarrándome a las viejas maderas. Encima de nosotros, las ramas del árbol, algunas nubes, pájaros… El camino, desierto, aunque no me hubiera importado nada descubrir a alguien disfrutando de la escena... Tanto como yo disfrutaba de esa lengua recorriendo mi coño y haciéndome estremecer de placer. Sí, era un hombre de palabra. Para que L. se quedara tranquilo al respecto, le mandé una foto.

Estaba empapada, por su saliva y por mis propios fluidos, y eso ayudaba a que su lengua al subir y bajar, se introdujera sin esfuerzo en mi coño. Eso también debió gustarle a él porque insistió durante bastante rato, y de vez en cuando alzaba la mirada hasta encontrar mis ojos y en los suyos aparecía un gesto pícaro... Pronto la lengua no le pareció suficiente, y añadió un dedo a sus exploraciones. Un dedo que entraba y salía de mi empapado sexo, acariciando mi interior. Estaba muy cerca de correrme, pero aún quería disfrutar de muchas cosas. 

Me incorporé deseando ver su polla y tenerla entre mis labios, para mamarla a gusto. Tiré de su pantalón hacia abajo, y al hacerlo sus calzoncillos descendieron y su miembro apareció, erecto. Me lancé sobre él y empecé a chupar. Estaba disfrutando mucho de la mamada, bueno, no sé si tanto como él pero casi. Y pensé que L. debería disfrutarlo también, así que sin despegar mis labios de su polla, saqué de mi bolsillo el móvil y me puse a grabar el que sería el primer vídeo de la trastada que recibiría L. un poco después.

Me pidió que parara, no quería correrse aún y además, palabras textuales “aún tenía hambre de coño” y como el hambre es muy mala, recuperamos la posición anterior. Volví a sentarme en el banquito con los pantalones bajados y él volvió a agacharse entre mis piernas, con las manos hacia arriba para alcanzar mis tetas y jugar con mis pezones mientras me lamía. Luego debió de pensar que se le quedaban los dedos fríos y para calentarlos volvió a meterme uno en el coño, luego otro… y empezó a moverlos como si quisiera sacar un squirt. Y no sé si quería o no, pero algo salió… el líquido chorreó por mis piernas y empapó su mano.
De nuevo se agachó, a lamer mis jugos, y volvió a enredarse con su lengua en mi sexo.

Para que no se perdiera, sujeté su cabeza con ambas manos y le ayudé a subir y bajar pasando la lengua por mis labios, también a entrar y salir con ella de mi agujero, hinchado y palpitante. Agarrándole por el pelo le hice ponerse de pie y volví a lamer su glande hasta sentir cómo invadía mi boca por completo. Entonces le pedí que se corriera en mis tetas y riéndose me dijo algo así como que “ya me podía dar prisa”. Ni corta ni perezosa me quité el abrigo, el jersey y el sujetador e inmediatamente volví a poner el abrigo sin nada más.

Con la mano derecha empuñé el móvil y le di a grabar. Con la izquierda agarré su miembro y deslizando la palma de mi mano por toda su longitud, le masturbé mientras se la chupaba. Sentía cómo entraba en mi boca hasta los huevos. Lamía la punta cuando salía y volvía a meterla. Y poco después susurró entre jadeos que estaba a punto y sí, me lo echó todo por encima mientras mi móvil registraba el momento para L.


Nos limpiamos, nos vestimos y nos quedamos charlando un rato. Comenzaba a aparecer algo más de gente, y no de la que nos hubiera gustado, gente tan cochina como nosotros con ganas de pasarlo bien con un agradable rato de sexo al aire libre, mirando, participando.... No, tenía pinta de que íbamos a tener que dejarlo ahí, como al final sucedió. No sin antes enviar a L. los vídeos y comentar, así como de pasada, que no se deben dejar deudas pendientes durante mucho tiempo, que eso trae mala suerte, dicen las malas lenguas… sí, porque las buenas hablan poco…

Comentarios

  1. Qué mejor manera de entrar en calor una fresca mañana de primavera?

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    1. De primavera, de otoño... qué mejor manera de entrar en calor? Gracias, Spencer! Espero que tú también hayas entrado en calor con tu lectura :-P

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