Putiesposa, en Black Friday

Soy poco de ir de compras, lo reconozco. Y menos aún porque me lo diga la publicidad, en navidad, el día del padre, la madre, el cuñao o la mascota… en cabeza de mi Top Ten, el Black Friday, está claro. Sin embargo ese año me surgió un buen plan, en Friday y en Black. ¿Qué mejor que follar con un buen moreno para celebrar tan magna ocasión? Y que conste que fue casualidad, primero me dijo que ese día libraba y después me di cuenta de que era Friday. Lo de que era Black ya lo sabía, y me encantaba.

Además de Black, nuestro “corneador” de ese día es simpático, muy respetuoso, cuerpazo y morboso… muy morboso. Y con todo ese equipaje apareció en casa a la hora convenida. Yo le esperaba vestida para la ocasión, con mi vestido naranja, mis medias y mis tacones. Y muchas ganas, muchas. De todo.

Nos sentamos en el sofá, a charlar. Y pronto su mano se acercó a mi, cada vez más, hasta rozarme. Suave. Recorrió mi brazo izquierdo de arriba a abajo para, finalmente, tomar mi mano. Después deshizo su camino y volvió a subir hasta mi hombro, de ahí a mi cuello y a mi pecho.

Sujetándome la cabeza se acercó a mi y me besó con pasión. Y ya las manos volaron. Me acarició todo el cuerpo, tanto como yo a él. Apartó mi vestido buscando con su boca mis pechos, lo que me hizo estremecer. Le saqué la camiseta y contemplé sus pectorales extasiada. ¡Cuánto me gusta su pecho desnudo! Esa piel oscura y brillante que invita a lamerla… Él se acercó a mis tetas y las observó cual bebé hambriento. Habíamos hablado de ello, de cómo me iba a pedir que le diese de mamar, de ese momento en que su boca se abriría por completo para abarcar uno de mis pechos y jugar con su lengua en mi pezón. Y mientras me devoraba con ansia, su otra mano acariciaba mi otro pecho. Yo gemía de gusto tumbada en el sofá, con la cabeza echada hacia atrás. Él de rodillas ante mí. L. trabajando en la habitación de al lado.

Me pidió que me cambiara de lado, que me tumbara en la otra parte del sillón, más amplia. Y que abriera las piernas. “Quiero comerte el coño” dijo susurrando mientras me miraba con deseo. “Quiero que me lo comas”, respondí sincera. Y me tumbé.

Abrió mis labios con sus manos, sonrió, me mostró su lengua y se acercó despacio a mi entrepierna. Me olió murmurando un lascivo “mmmmm” y la punta de su lengua se dirigió sin vacilar hacia mi clítoris. Un escalofrío de placer recorrió mi espalda en el momento del encuentro. Bajó lamiendo suavemente hasta la entrada de mi hendidura y volvió a subir. Repitió el mismo gesto varias veces, y en cada una yo sentía crecer mi excitación, y mi humedad. Después se zambulló, aumentando el ritmo al que se movía su lengua, que variaba entre lamerme y penetrarme. Aproveché para enviar a L. una foto del momento, por si, embebido como estaba en su trabajo, no se había dado cuenta de que teníamos visita.

Sujetándome el culo, B. tiró de mis piernas hacia arriba y las apoyó en sus hombros, sin distraerse en absoluto de su tarea. Y siguió comiéndome el coño, cada vez más empapado, con mis manos acariciando su ensortijado pelo. Su lengua me recorría, sus labios apresaban trocitos de los míos, me succionaba, me mordisqueaba y me penetraba. Una y otra vez sin piedad. Hasta que, sin poder evitarlo, mis piernas se tensaron, mi abdomen se contrajo y la descarga llegó, sacudiendo todo mi ser y su boca, que recibió mi corrida.

Me incorporé y le besé, saboreando mis propios jugos. Le indiqué que se pusiera en pie y acaricié una vez más su precioso cuerpo. Pero yo me quedé sentada. Justo delante de él. Le abrí la bragueta y bajé su pantalón. Acaricié su miembro a través del calzoncillo sintiendo su dureza en mis manos. Luego lo saqué y empecé a besarlo, recorriéndolo con mi lengua. Él me acariciaba el hombro, el pelo… Terminé de tirar de su slip hacia abajo y me aferré a su culo con las dos manos, metiendo su verga en mi boca por completo. Y chupé. Chupé, besé y lamí por entero su tersa polla negra. Mi cabeza iba y venía mientras él desaparecía dentro de mi boca. Se puso muy cachondo, su polla apenas me cabía ya en la boca y me pidió parar un poco… para evitar “males mayores”. Además, me dijo, “hay algo que tengo muchas ganas de hacer”.

Decidimos cambiar de postura. Terminó de desvestirse y me puso en el sofá a cuatro patas. Colocándose detrás de mí, acarició mis nalgas y de pronto las abrió y me escupió en el agujero del culo. Después su lengua exploró también ese orificio mío… un auténtico beso negro, procedente de mi negro favorito… 

Siguió jugando con mi culo con la lengua y los dedos, de tanto en tanto paraba y me hacía incorporarme para, sujetándome desde detrás, acariciar mis tetas y pegar su erecta polla a mi culo.

Yo quería más polla. Me había dejado a medio comer y no iba a consentirlo. Le pedí que se tumbara y me arrodillé a su lado, inclinándome hasta que, de nuevo, apresé su miembro entre mis labios. De vez en cuando miraba hacia la pared de enfrente, la que da justo con la habitación en la que L. trabaja… y pensaba “¿no piensa salir a unirse??” No, parece que no pensaba, al menos de momento.

Al parecer no era la única que tenía más hambre. No sé cómo lo hizo B. pero de repente me giró, metió la cabeza debajo de mi y su lengua reanudó el juego con mi sexo. Acabamos en un 69 en el que nuestras bocas se encontraban muy ocupadas, y nuestras manos también. Las mías sujetaban su polla por la base y masajeaban sus huevos, las suyas separaban mis nalgas para que su lengua hiciera un largo recorrido que comenzaba en mi clítoris y acababa en mi ano. Después, sujetándome por las caderas, empezó a mover mi cuerpo, cada vez con más fuerza y más rápido, de manera que acabé sentada en su cara mientras me follaba con la lengua. Mis tetas rebotaban arriba y abajo, yo ya casi no alcanzaba a su polla, aunque seguía intentando llegar a ella con mi boca en alguno de los rebotes. Ya no se puede decir que yo estuviera húmeda, o mojada… literalmente chorreaba. Entre mis jugos y los de su boca, mi coño chapoteaba en cada movimiento.

Eso era totalmente injusto, otra vez me había quedado sin comer polla. Le pedí ponerse de pie, yo arrodillada encima del sofá. Y de nuevo empecé a propinarle una buena mamada. Alternaba mi boca con el bajar su polla a mis tetas y masturbarle con ellas. Me hubiera encantado que se corriera sobre mí, pero había otros planes. Paramos. Lo justo para que se pusiera un condón, que desenroscamos con ayuda de mi boca. Y por si la gomita tenía un efecto indeseado, volví a tumbarle y a comérsela. No hizo falta mucho, apenas se le había bajado. Pero ya que estaba tumbado, pensé “¡qué demonios, me lo follo!”. Antes de que se le ocurriera a él otra cosa, me senté encima de él y me la metí. Hasta el fondo. Del tirón. Y empecé a cabalgar. Su polla entraba y salía, con toda facilidad. Mis manos apoyadas en el sofá, junto a sus hombros. Las suyas agarrando mi culo, acompañando sus movimientos arriba y abajo, adelante y atrás.

Follamos conmigo encima. Luego nos sentamos y seguimos follando. Luego se tumbó sobre mí y me folló. Me puso a cuatro patas y me folló como a una perra. Su polla me poseía, sus embestidas me lanzaban una y otra vez contra el sillón. Y luego, paró.

Paró lo justo para cambiar de agujero. Me había estado preparando, metiéndome un dedo en el culo, luego dos. Mientras me follaba. Me había escupido en el culo. Mi agujero estaba ya húmedo, lubricado y dilatado. Esperándole. Me la metió despacio, dejando que fuera yo quien profundizara. Me penetraba un poco y esperaba a que yo me deslizara hacia atrás. Luego un poco más. Y otro poco. Otro poco… y entonces me la sacó. Y volvió a comérmelo. Y así varias veces. Su verga cada vez entraba en mí con más facilidad. Hasta que su polla invadió totalmente mi culo. Y siguió moviéndose dentro de mí, entrando y saliendo. Y de pronto, justo en ese momento, providencialmente, apareció L. en la puerta. 

Nos miró, sonrió y mi “adorable cornudo consentido” se nos acercó. Y lejos de enojarse con el negrazo que estaba sodomizando a su mujercita… se puso delante de nosotros, se sacó la polla y me la metió en la boca. Hasta la garganta. Y me follaron los dos a la vez, sin usar mi coño.

B. salió un momento al baño. Al volver, yo le estaba haciendo una mamada a L.  Se situó detrás de mí y me sujetó por las tetas, acompañando mis movimientos y besándome en el cuello. Estuvimos un buen rato jugando los tres en esa postura, pero L. tenía que volver a trabajar. No sin antes ponerme de pie. Metió dos dedos en mi empapado coño y mientras B. se masturbaba mirándonos tumbado en el sofá, empezó a intentar sacarme un squirt.

Ja, eso B. no se lo iba a perder. Tan pronto como empecé a sonar a chapoteo, se levantó de un salto, se puso detrás de mi y metió una mano entre mis piernas, mano que por supuesto recibió todo el líquido que pronto brotó de mi húmeda hendidura.

Tras el correspondiente uso de fregona, L. volvió a su puesto en su mesa de trabajo. Nosotros a nuestro puesto en el sillón. B. tumbado boca arriba, yo encima de él, con mis pechos a la altura de su boca, mi coño a la altura de su polla. Y esta vez, sin follarme ya, sólo frotando su miembro contra mis nalgas, con ayuda de mi mano, hasta que finalmente se corrió sobre mi cuerpo.

Y caímos desmadejados en el sillón. Desnudos, ahí nos quedamos, charlando durante un buen rato, tomamos una cerveza... También me encanta hacer eso con B. Después de lo otro, claro. Y es que yo soy simple, qué le vamos a hacer… otras, en Black Friday, se van de compras….


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