Mañana bisex

Fue todo como bastante inesperado... empezando por que L. pudiera despistar unas horas ese día, descubrir que el local estaba abierto, llegar y encontrarnos un número de personas superior al que imaginábamos... y lo que allí ocurrió.

Al principio todo iba según lo previsto: unas cervezas, charla, risas, alguna metida de mano... miradas... que fueron a más cuando me cambié y me puse mi vestido de zorra...

Y entonces nos metimos en el cuarto oscuro. Ya había un chico allí cuando llegamos, pero no pareció molestarle nuestra presencia. Aunque es verdad que se retiró a un lado y nos dejó pasar amablemente. 

Tras besarme apasionadamente y acariciarme todo el cuerpo, L. paró, sonrió con lujuria y, tomando el borde de mi vestido, lo deslizó había arriba dejando mi culo totalmente a la vista. No tardaron en aparecer muestras de que a buen entendedor, pocas palabras bastan. Pronto una mano, y enseguida otra, se pusieron a acariciar mis nalgas. 

Pese a la oscuridad y el silencio, sólo roto por la música que sonaba en el cuarto, poco a poco fui consciente de que ya éramos más de tres o cuatro. Sentía varias presencias a mi espalda, percibía tenues jadeos... las manos que me rozaban podían ser dos o tres, aunque en algún momento tuve la sensación de que eran más. 

Pedí permiso para bajar mis brazos, aún rodeando el cuello de L. y cuando lo hice y llevé las manos atrás fui consciente de que al menos cuatro chicos nos rodeaban, unos más cerca, otros más lejos, uno de ellos me tocaba el culo, otro se aventuraba con un dedo en mi sexo, otro se puso a acariciarme las tetas, el otro la espalda… y yo me dejaba llevar, con L. delante de mi comiéndome la boca.

Pronto se fueron definiendo las posturas, uno de los chicos ganó terreno y alguno se retiró. Mis manos fueron buscando pollas a mis espaldas, y comencé a masturbar una con cada mano.

Poco después, L. me giró, dejando mi pecho ante los chicos, que no desperdiciaron la oportunidad, lanzándose a tocar mis pezones, a lamerlos, a acariciar mis tetas… Ni corto ni perezoso el chico que más había avanzado a mi espalda se agachó ante mi y empezó a lamerme el coño, abriéndomelo con ambas manos. Yo continué pajeando a dos chicos, aunque cambiaba cada poco rato las manos para atender a todos los que en ese momento nos rodeaban… seis, calculo, ya a aquellas alturas.

Tras hacerme disfrutar un buen rato de su lengua, el chico que me comía el coño se puso en pie y creí justo agacharme ahora yo hasta alcanzar su polla con mi boca… justo y que me apetecía un montón, ¡vaya! Dejé sin juguete a quienes me sobaban las tetas, pero no desatendí sus pollas, y seguí alternando mis manos, pasando de uno a otro y notando lo duras que estaban ya todas ellas.

Tanto me ponía la situación que pregunté quién iba a follarme. Un chico alto y delgado se ofreció voluntario para tan ardua tarea y mientras él se ponía el condón, me giré, besé a L. y me incliné ofreciendo al chico mi retaguardia. Se puso a mis espaldas, me acarició un poco más y ¡zas! me la metió del tirón con tal ímpetu que casi me tira sobre L. En cuanto recobré el equilibrio, él empezó a moverse, entrando y saliendo de mí. Al tiempo que me embestía, yo seguía sintiendo manos que recorrían mi cuerpo, me acariciaban, pellizcaban mis pezones y exploraban mis orificios, sí, incluido el que estaba siendo ocupado por el chico alto en ese momento.

L. sacó su polla del calzoncillo y me la metió en la boca, aprovechando los empujones, aunque la comida duró poco pues pronto el chico se corrió dentro de mí y dimos por finalizado el juego. Salimos a tomar una cerveza, conocimos en la barra al chico que tan bien me había comido el coño, charlamos con él y un ratito después, L. anunció que iba al baño. Y me miró con esa cara que pone cuando espera que aflore la puta que habita en mí. Y afloró, claro estaba.

Nada más irse L. le pedí al chico que me enseñara si había cambios en el local, tras tanto tiempo sin ir. Concretamente me interesaba ver si habían cambiado mucho las cosas en la habitación de la cama redonda, así que allí me llevó. Y nada más llegar, decidí continuar con lo que había quedado a medias un rato antes. De nuevo me agaché y apresé su polla con mis labios, comenzando de nuevo a mamarle. 

Me di cuenta de que, de nuevo, dos o tres chicos se ponían a nuestro alrededor, manteniendo cierta distancia. Vi que uno de ellos se abría paso, era L. que no había tenido grandes problemas para encontrarnos, como era de esperar.

Había hecho sentarse al chico en el borde de la cama, y ahora le animé a moverse hacia el centro, donde proseguí con mi comida. Tenía una erección importante y me pidió que, para no correrse aún, me sentara sobre su cara. Y lo hice. Como un rato antes, me volvió a comer el coño de forma deliciosa, con L. delante de mi, amasándome las tetas, y varios chicos repartiéndose alrededor de la cama.

No sabría decir bien cómo ocurrió. De pronto uno de esos chicos estaba encima de la cama, a mi izquierda, casi detrás de mí. El que estaba debajo de mi coño salió de ahí y se situó también a mis espaldas, otro tomó el relevo tumbándose ante mi y un cuarto se colocó en mi único flanco libre, a mi derecha, de rodillas.

Tenía una polla en cada mano, otra en la boca, y una cuarta frotándose contra mi culo cuando el chico situado detrás de mi me hizo una seña para que me incorporara y girara la cabeza a la izquierda. Y al hacerlo, claro, me encontré una polla y me la metí en la boca sin pensar. Pero ocurrió algo, una cabeza apareció junto a la mía y me susurró un “¿compartimos?” al que respondí con un “¡por supuesto!”  Y entre los dos, nos comimos aquella rica polla mientras su propietario nos cogía las cabezas y gemía.

Después de un poco, el chico de detrás de mí volvió a frotarse contra mi sexo, abandonando su rico manjar… no, abandonando no, sustituyéndolo por otro similar pero a nuestra derecha.

Y así fue como acabé de rodillas en medio de una cama redonda, con una polla en mi boca, otra detrás de mí, él con otra polla en su boca y un chico tumbado delante de mi masturbándose en mis tetas. Y L. delante de todo el conjunto diciéndome “¡¡viciosa!!” no sé por qué…

Me puso tan cachonda la situación que volví a pedir que me follaran, a lo cual accedió gustoso un chico, que me puso mirando a Cuenca y me poseyó a cuatro patas en medio de aquella orgía.

Y así de a gusto volvimos a casa ese día, tras tanto tiempo sin ir al local. Y con el recuerdo tan reciente, acabamos follando nosotros para rematar la faena.

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