Microrelatos (I)
Hace algún tiempo participé en un concurso muy peculiar. Entre otras cosas, porque admitía sobornos ;-) así que prometí que a quien me votara, le regalaría un microrrelato. La idea gustó. Recibí bastantes votos. Escribí bastantes relatos, todos y cada uno de ellos dedicados especialmente a sus destinatarios. Aquí van unos cuantos, espero que os gusten...
Ella
Nunca
antes había deseado estar con otra mujer. Nunca hasta ese día. Cuando la vio en
aquella cama devorando a otra chica. Deseó ser ella y abandonarse al placer
entre sus brazos. Deslizó su mano por debajo de su tanga e imaginó estar allí,
sentir su boca de mujer, sus femeninas manos, su sexo... Y se dejó ir entre
gemidos sofocados, sujetándose al marco de la puerta. Cuando abrió los ojos se
encontró con su preciosa mirada y su limpia sonrisa. "¡Gracias!" susurró tímida,
mientras se alejaba. Algo había cambiado.
Feeling
Estaban
allí como podían haber estado en cualquier otro bar. Cerveza en mano. Charlando
los cuatro como si se conocieran de toda la vida. Él rozó su pierna, como sin
querer. Ella dio un respingo y sintió el roce de sus pezones contra la blusa
transparente. Él sonrió. Posó su mano sobre la rodilla sensualmente cubierta
por la fina media. Esta vez no fue sin querer. Su mano avanzó lentamente bajo
la falda, observando su reacción. Y la de ellos. Las miradas de los cuatro se
cruzaron, brillantes de deseo. Él encontró la liga al mismo tiempo que su boca
hallaba la de ella. La noche prometía.
En vaqueros y sin camiseta
Se puso a
cien cuando vio a su nuevo vecino a través de la ventana entreabierta. Guapo a
rabiar, despeinado... en ese momento, en vaqueros y sin camiseta, sacaba libros
de una caja. Sintió su pulso acelerarse, le entró calor y se desabrochó un
botón de la blusa. Sus miradas se cruzaron. No lo dudó. Continuó desabrochándose,
excitada, sabiéndose observada. Dejó resbalar la prenda por sus hombros pero al
levantar la vista él ya no estaba. Decepcionada iba a vestirse cuando sonó el
timbre. A través de la mirilla la voz del Adonis anunció "te traigo sal, o
azúcar, o lo que quieras". Le dio lo que ella quería.
Abracadabra
"¿Qué
quieres que saque hoy del sombrero?", preguntó. "Sácales a
ellos" respondió traviesa. "¡Y una cama redonda!" añadió riendo
de esa manera que a él le volvía loco. Tomándola de la barbilla besó sus rojos
labios y acarició su desnudo cuerpo con adoración, ansiando poseerla. Chascó
los dedos y de pronto, bajo ellos, apareció la cama. El silencio de la casa
quedó roto por sus gemidos de placer. Al acabar, exhaustos, él alargó el brazo
y cogiendo su chistera dijo "y ahora, ellos". Chass!!
La escalera
Lo único
que le gustaba del centro comercial era la escalera. Solía pedirle que se
adelantara para ver su precioso culo cimbrearse en cada escalón con la faldita flotando vaporosa. Al llegar
arriba ella siempre se giraba sobre sus tacones y le guiñaba el ojo. Esa tarde
se interpuso el moreno, y fue él quien recibió el guiño. Se miraron con
complicidad. Le miraron a él. En el siguiente tramo se pusieron uno al lado del
otro, ella delante. Subió contoneándose voluptuosa, dejando entrever su tanga.
Rojo como sus labios. Le invitaron a croquetas.
Castigado
Deseó
azotarle desde que le enseñó su foto atado a la cruz. Le excitaba pensarlo, y
ahora estaba allí, con él, en esa misma postura. Tomó la fusta, alzó el brazo,
vio sus desnudas nalgas temblar de excitación... y dirigió la mano libre hacia
su entrepierna, palpando su erección. De pronto, aún sabiendo que él también lo
deseaba, se sintió incapaz de descargar el golpe. Se arrodilló entre sus
piernas, metió la cabeza entre su cuerpo y la pared y le propinó una
espectacular mamada. Cuando acabó, tras limpiar las comisuras de sus labios, le
susurró al oído "Chico malo, castigado, te quedas sin azotes".
¿En tu casa o en la mía?
Acabada la
concentración, el grupo de moteros se reunió en el mismo bar de siempre. Ellos
no se conocían pero pronto congeniaron. También eran pareja, y pronto
descubrieron varias aficiones comunes, además de las motos. Tras una
interesante conversación, la morena preguntó "¿vuestra casa o la
nuestra?". Les siguieron por la sinuosa carretera disfrutando de la
velocidad, pegados sus cuerpos en cada curva. Por fin llegaron a su casa, la
Casa Cuartel. Nunca habían vivido una experiencia tan satisfactoria con la
Guardia Civil.
En el metro
Nada más
verla en el andén le llamó la atención. Por la insignia del Betis. Luego se
fijó en su pecho, su cintura, sus caderas. Ella se giró como mostrándole su
culo y cuando por fin miró su cara vio que le sonreía: el examen no le había
pasado inadvertido. Fingiendo calor se abanicó con la mano y desabrochó sensual
el botón de su blusa. Llegó el tren, abarrotado. Entraron en el vagón y ella se
aplastó contra su espalda, clavándole los pezones. Se giró, aspiró su aroma y su
sexo se clavó en el de ella. Al bajar, maldiciendo su cobardía, metió la mano
en el bolsillo y encontró un papel arrugado "llámame 616... ".
70%Cacao
Quería
sorprenderla esa noche. Aprovecharía su afición al chocolate para comunicarle y
celebrar su ascenso. Recién duchado, con el chocolate ya preparado, solo tenía
que esperar a que ella volviera del trabajo para recibirla en la puerta,
desnudo y embadurnado. 70% cacao, su favorito. A la hora de siempre escuchó el
sonido del ascensor, se untó el cuerpo y le abrió la puerta, con los ojos
cerrados y murmurando "Lámeme..." Solo al escuchar las dos voces
recordó que habían invitado a su amiga a cenar. Con el ascenso lo había
olvidado. Decidió celebrarlo igualmente. El sorprendido fue él, ambas aceptaron.
Noctámbulo
Una noche
más salió a caminar por la playa, con la esperanza de volvérselos a encontrar.
Se tumbó a observar las estrellas. No tardaron en aparecer y esta vez se
pusieron más cerca, podía oir claramente sus jadeos y esa suave voz que susurró
"acércate" al tiempo que una mano femenina se posaba en la arena
junto a la suya y le acariciaba. Sin osar moverse dejó que buceara en su
bragueta, dejó que se subiera a horcajadas sobre él y empezara a mecerse
mientras ella apresaba con su boca el sexo de su pareja, de pie a su lado. Lo
único que pensó tras correrse fue lo mucho que le gustaba estar despierto
algunas noches.
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