Me siento observada
Pese a que
el antifaz me impide la visión, percibo con toda claridad el cambio en el
pavimento. Ya no rodamos sobre asfalto como en los últimos kilómetros, sino
sobre camino de tierra. El ruido de las ruedas, los baches, las pequeñas chinas
que el coche hace saltar... todo llega a mi oído, agudizado ante la falta de
vista.
Y cuando creo que voy a estallar de placer, paras. Te pido que sigas, que por favor no pares. Ríes. Joder, que sigas, que voy a correrme. Ríes más fuerte aún y te inclinas sobre mí. Tu boca ocupa el lugar de tus dedos. Con las manos agarras mi culo y giras mis caderas, muy poco, lo poco que el asiento del coche permite. Pasas mi pierna por encima del cambio de marchas y el freno de mano y tu lengua me penetra sin compasión.
Mi
sensación de morbo va en aumento. Poco podía imaginar hace un rato, cuando
salimos de casa, lo que andabas tramando. "Vamos a dar una vuelta",
creo que fueron tus palabras, o tal vez "vamos a tomar algo"... No
estoy segura. Se borraron de mi mente cuando, de repente, aparcaste y me
pediste que abriera la guantera y me pusiera lo que había dentro. El antifaz. Y
con él un subidón de adrenalina. Y humedad entre mis piernas, precedida por un
dulce escalofrío.
El caso es
que cuando enfilaste la carretera secundaria y pasamos por la segunda rotonda
la idea atravesó fugazmente mi cabeza... ¿... dogging? Pero hasta ese momento
lo de dar una vuelta había colado. Incluso entonces pensé en la cantidad de
sitios a los que se podía ir por aquel camino, así que tu viraje y tu petición
de abrir la guantera me pillaron totalmente fuera de juego, lo reconozco.
Y ya a
ciegas, difícil orientarme. Seguimos por la carretera un rato, pero no sería
capaz de decir si en el mismo sentido o en cualquier otra dirección. Tuve más o
menos la certeza de lo que podía estar a punto de pasar justo después de notar
el cambio en el firme. Sí, cuando paraste de nuevo y me susurraste una nueva
orden... "sacate las tetas". Sin saber dónde estábamos ni si había
alguien que pudiera vernos, obedecí en silencio. No pude evitar sonreír cuando
noté mi tanga mojado.
El coche
se puso de nuevo en marcha y mi mente se disparó al imaginar mil situaciones
posibles, si circulábamos por zona transitada o no, si pese a la nocturnidad
mis pechos eran visibles desde fuera del coche, si cabía la posibilidad de que
nos topáramos con alguna patrulla de la Guardia Civil y qué diantres íbamos a
explicarles...
Pero esta
segunda parte del trayecto es corta. El coche ha ido disminuyendo su velocidad,
me parece sentir varios giros o algún tipo de maniobra y finalmente apagas el
motor. Me sueltas con cuidado el cinturón de seguridad y entonces tomas mis
manos, las subes hasta el reposacabezas y... Click. Las esposas se cierran
inmovilizándome.
Te acercas
a mi, siento tu aliento en mi rostro. Creo que vas a besarme. Me humedezco los
labios para recibirte pero depositas el beso en mi cuello al tiempo que pasas
un brazo sobre mis piernas y reclinas el asiento.
Bajas por
mi cuello a besos, recorres con tu lengua mi pecho desnudo erizando mis
pezones. Con una mano me subes la falda y acaricias mi sexo por encima del
tanga, acompañando tu movimiento con un "mmmm" que escapa de tus
labios al sentir lo mojada que ya estoy.
No sé
dónde estoy pero a mi mente acude una imagen que intuyo se aproxima bastante a
la realidad. Me veo tumbada en el asiento del coche, con mi pecho y mi sexo
expuestos, las piernas abiertas, tu mano explorando lo que oculta mi empapado
tanga y tu boca devorando mis pechos... y fuera del coche... campo, árboles,
algún otro coche tal vez... y varios tíos observándonos mientras se
masturban...
Te
pregunto si hay alguien cerca. Ríes y contestas un enigmático "Tal
vez". Y me pongo a mil.
Me apartas
el tanga y deslizas un dedo separando mis labios. Sin detenerte, me lo metes
hasta que tus otros dedos chocan con mi vagina. Lo sacas y repites el gesto
pero penetrándome esta vez con dos dedos. Gimo. Los sacas. Espero tu siguiente
envite pero no llega. En lugar de eso, tu dedo pulgar empieza a girar sobre mi
clítoris, que se hincha y endurece. Sigues moviendo tu dedo en rápidos
círculos, de vez en cuando paras para meterme los dedos y moverlos rítmicamente
dentro de mí, todo sin dejar de comerme las tetas, la boca, y yo sin poder
moverme ni tocarte, sin ver pero sintiéndome observada.
Y cuando creo que voy a estallar de placer, paras. Te pido que sigas, que por favor no pares. Ríes. Joder, que sigas, que voy a correrme. Ríes más fuerte aún y te inclinas sobre mí. Tu boca ocupa el lugar de tus dedos. Con las manos agarras mi culo y giras mis caderas, muy poco, lo poco que el asiento del coche permite. Pasas mi pierna por encima del cambio de marchas y el freno de mano y tu lengua me penetra sin compasión.
Atrapas
con los labios mi clítoris, lo lames, lo chupas, lo golpeas con la lengua y recupero esa sensación. Disfruto de lo
mucho que me gusta cómo me comes el coño, me estremezco de gusto y de pronto
vuelvo a presentir, tal vez solo imaginar, que junto a la ventanilla alguien
disfruta con nosotros. Y la idea me resulta tan morbosa que me corro en tu boca
entre sacudidas.
Me besas
dejando en mis labios mi propio sabor. Me sueltas las manos y cogiéndome por la
nuca me atraes hacia ti y seguimos besándonos con ansia. Oigo como se abre tu
cremallera y noto que te acaricias. Ahora es tu respaldo el que baja y con él,
tu cuerpo. Me bajas la cabeza hasta tu entrepierna pero tropiezo de nuevo con
la palanca de las marchas. Me giro, quedando de rodillas sobre el asiento. Así
ya sí.
Me meto tu
polla en la boca. Cierro mis labios a su alrededor. Mamo golosa. La siento
crecer. Con mis dedos índice y pulgar formo un anillo en su base y lo subo y lo
bajo, ayudando a que entre y salga de mi boca. Aumento el ritmo y poco a poco
tu pene invade mi boca, cada vez más. Choca con mi lengua, mi paladar, mi
campanilla. Siento una arcada pero no pienso dejar que eso me pare. Deslizo la
lengua por tu miembro. Parece mentira lo duro que se ha puesto en un momento.
Vuelves a
ponerme la mano en la nuca y balanceas las caderas follándome la boca. No me
queda más remedio que poner el culo en pompa, dejándolo perfectamente visible
junto a la ventanilla, seguro.
Entonces
oigo como bajas mi ventanilla. Solo un poco. Espero impaciente sin saber lo que
puede ocurrir. Me pides que me toque y paso una mano por debajo de mi cuerpo.
Me masturbo entre tus gruñidos de placer hasta que estallas en mi boca. Siiiii.
Me besas.
Recolocas mi ropa. Me preguntas qué tal y vuelves a subir los respaldos de los
asientos. Pero aún no dejas que me quite el antifaz. Pones el coche en marcha y
conduces despacio. De nuevo noto el cambio de firme justo antes de que susurres
"Ya puedes quitártelo, nos ha gustado mucho a los tres. ¿Y a ti?".
Asiento y me lo quito. Y veo en tus ojos ese brillo travieso que me gusta
tanto.
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