¡Documentación!

Hoy toca ficción... dedicado a unos buenos amigos, que desde que leyeron este relato en un concurso han empezado a ver la carretera con otros ojos ;-)

 
Juraría que no iba tan rápido. No suelo correr al volante y no llevábamos prisa. De hecho, Álvaro había sugerido meternos por aquella carretera secundaria para evitar posibles atascos y como nos daba igual llegar a una hora que a otra la idea me pareció buena. Hacía rato que íbamos solos por la vía. Por eso cuando el coche verde y blanco apareció en mi retrovisor con las sirenas puestas hasta me asusté. Y cuando nos adelantó haciendo señas para que paráramos miré a mi somnoliento copiloto con cara de asombro. "¿Qué has hecho?" me dijo medio dormido. No me quedó más remedio que responder con sinceridad. "Ni idea". Me eché a un lado y paré en un ensanchamiento junto a unos árboles, tal como me indicaban.

Menos mal que el rostro que apareció junto a la ventanilla y tras saludar solicitó la documentación del vehículo al menos era agradable. Fuera de aquella situación incluso hubiera podido pensar que era guapete y todo. Pero claro, no estaba yo como para ese tipo de evaluaciones en ese instante. Le pedí a Álvaro que sacara de la guantera los papeles del coche y se los entregué al agente con mi mejor cara de niña buena mientras le preguntaba por el motivo de "mi detención". Con una ligera sonrisa me informó de que no estaba detenida, lo cual yo ya sabía, claro, y me explicó que me había saltado un Stop pocos kilómetros atrás.

Para mis adentros tuve que reconocer que no había visto ningún Stop desde hacía mucho rato así que si éste realmente existía era seguro que me lo había saltado... Pero ¿cuándo? No recordaba ningún cruce... ¿dónde, dónde...? "Que dónde tienes el carnet de conducir, que te lo están pidiendo???" me increpaba Álvaro sacándome de mis pensamientos. Reí nerviosa "Pues en la cartera, claro, en el bolso... jeje el que has insistido en meter al maletero, ¡glups!, espera..." Tal vez veo mucha tele pero me pareció oportuno informar al agente de mis intenciones y dirigiéndome a la ventanilla le dije "Señor guardia, ahora voy a salir del coche y voy a abrir el maletero pero no se preocupe que lo único que voy a hacer es buscar mi carnet, se lo prometo". Ahora su sonrisa fue más abierta, aunque no tanto como la suave carcajada de mi chico.

Abrí la puerta (sí, lentamente y con cuidado, manteniendo en todo momento mis manos al alcance de su vista) y procedí, en compañía del guardia, a abrir el maletero. O al menos a intentarlo porque con los nervios me había dejado las llaves puestas. El agente me dijo algo así como "tranquila, que no pasa nada" y él mismo pidió a Álvaro que saliese a echarme una mano. En ese momento se nos unió su compañero de patrulla que preguntó "¿algún problema?". El primer agente negó con la cabeza y explicó la situación mientras yo ¡por fin! localizaba mi carnet.

Se lo entregué y esperé pacientemente las necesarias comprobaciones, mientras seguía dando vueltas al dichoso e invisible Stop. En una de dichas vuelta mis ojos se posaron sobre el agente cuya mirada en ese momento estaba indecentemente clavada en mi escote. Al verse sorprendido enrojeció visiblemente y balbuceó una disculpa, lo que hizo que Álvaro se percatara de la situación. Pensé en montar el pollo, en mostrarme ofendida a ver si con un poco de suerte se avergonzaba y me evitaba la multa. Y estaba a punto de hacerlo cuando la mirada de Álvaro se tornó en lujuriosa y recordé el montón de veces que, confesándonos fantasías mutuas, le había contado mi fascinación por los uniformes y mi deseo de montármelo con un "picoleto"... tanto lo habíamos hablado que incluso me había prometido regalarme para algún cumple el cumplimiento de aquella fantasía... ¡Un momento! Eso lo explicaría todo: el inexistente Stop, la insistencia de ir por aquel intransitado camino de cabras, la repentina aparición del coche patrulla, la parada en aquel punto resguardado... Y lo bueno que estaba el agente, porque ahora que me fijaba además de guapete el tío tenía un cuerpazo... Sí señor, le echaba yo un buen polvo, vamos, sin quitarle el uniforme ni nada.

Tras descubrir la sorpresita que me había preparado mi chico y tranquilizarme, ahora ya me fijé y ¡cómo le sentaba el uniforme! Estaba bueno, muy bueno, muy... Madre mía, ¡qué corte! Ahora era él quien me había pillado mirándole directamente al paquete. Recogí el carnet que me tendía amablemente y, sin pensármelo dos veces, segura de la certeza de mi teoría, le solté "Y digo yo, Señor Agente, qué habrá alguna manera de... arreglar esto... ¿verdad? ¿No debería usted... cachearme?". Deslicé una mano hacia mi pecho, me mordí el labio y me giré con gesto pícaro hacia mi chico, cuyo rostro estupefacto me hizo plantearme por primera vez si realmente aquello era mi regalo de cumpleaños.

Por un momento temí haberla liado. Volví a girarme mirando al guardia, que me miraba con curiosidad. Hubo un silencio incómodo. No sabía qué hacer, qué decir o qué esperar. Bajé los ojos pensando "tierra, trágame" pero a mitad de camino me topé con la visión de su bragueta, que comenzaba a abultarse. Deseé con todas mis fuerzas que ocurriera algo que rompiera aquella tensión. Y como Álvaro dice que yo siempre me salgo con la mía, ocurrió.

El otro guardia interrogó con la mirada a su compañero, luego a mi pareja, y como ninguno dijo ni palabra y los ojos de ambos brillaban de excitación, se dio media vuelta, se encaminó al coche y, apoyado sobre el capó, se encendió un cigarro de espaldas a nosotros.

Fue como si dijera "vía libre, tranquilos que yo vigilo". O yo al menos así lo interpreté. Seguía sin tener claro lo que estaba pasando, pero la posibilidad de zumbarme a aquel guapo moreno uniformado me estaba poniendo tan cachonda que la sangre no llegaba al punto del cerebro donde reside el sentido común. En dos pasos me situé junto al guardia, entre los dos coches, y me coloqué en lo que suponía era una buena posición para el cacheo. Sus manos recorrieron mis brazos, mis costados, bajaron por mis caderas y ascendieron de nuevo por la cara interna de mis muslos, erizando a su paso todos y cada uno de los poros de mi piel. Luego siguieron su camino hacia arriba, por encima de mi camiseta, y acariciaron mis pechos mientras yo sentía en mi nuca su agitada respiración. "Todo en orden" murmuró con una voz ronca que me excitó más aún.

Me giró y, a un metro por delante de mí, preguntó "¿No habrás bebido?" Capté la indirecta, soy una chica lista.  "Comprobémoslo" susurré agachándome y bajándole la cremallera del pantalón. Él se dejó hacer, dejó que sacara su miembro y empezara a masturbarle, en silencio y sin moverse. Acerqué mis labios y abrí la boca, metiéndome su miembro cuanto pude. Comencé a chupársela ante la atónita y divertida mirada de Álvaro, que se acercó a nosotros y me levantó la camiseta, acariciando mis pechos expuestos. El guardia me levantó y le imitó. Pronto pasó de las caricias con la mano a las caricias con la lengua. Y esta vez fue mi chico quien le imitó. Con dos bocas dando placer a mis tetas no pude evitar empezar a gemir. Una mano bajó hacia mi cintura y sentí cómo la cremallera de mi pantaloncito bajaba y unos juguetones dedos avanzaban hacia mi sexo. Me estremecí, sentía mi coño palpitar.

Entonces Álvaro me giró dejando al guardia a mis espaldas y se agachó delante de mí. De un tirón me bajó el pantalón y las bragas hasta las rodillas, al tiempo que el moreno me estrujaba las tetas y me mordía en el cuello, provocándome un intenso placer. Él abrió los labios de mi vagina y los recorrió con la punta de la lengua. La polla del agente se clavó en mi desnuda nalga. Estaba a punto de correrme cuando Álvaro se incorporó y me dio la vuelta, obligándome a inclinarme de nuevo ante el erecto miembro del guardia. Continué con la interrumpida felación, oyendo sus jadeos apoyado en el coche. Allí de pie, con sus botas y su uniforme. Y su polla invadiendo mi garganta. Y Álvaro detrás de mí, agachado, abriendo mi sexo con las dos manos, chupando y golpeándome el clítoris con la lengua, lamiendo mi rajita hasta que, esta vez sí, me corrí entre sacudidas en su boca.

Aunque yo hubiera seguido comiéndosela, y seguro que no por mucho rato a juzgar por lo gorda y dura que se le había puesto, el guardia me cogió la cabeza, me separó de él y, llevándose una mano a la espalda, sonrió. Balanceó ante mis ojos un par de esposas y preguntó "¿y esto también te gusta?" El murmullo de aceptación no salió de mi garganta sino de la de mi vicioso compañero, que pudo ver cómo el agente me inclinó sobre el capó, caliente bajo mis senos, me puso las manos a la espalda y las cerró con un click alrededor de mis muñecas.

Oí cómo rasgaba el envoltorio de un condón y poco después se inclinó sobre mí. Percibí claramente su aroma cuando, utilizando una pierna, separó las mías lo poco que mi short daba de sí. Sujetando mis esposadas manos, llevó una mano a mi entrepierna y me metió un dedo. Lo movió dentro de mí, volvió a sacarlo y metió dos. Los movió con rapidez haciéndome aullar de placer. De nuevo la humedad bajó por mis piernas. De nuevo sacó los dedos y esta vez su pene me penetró. Tirando de las esposas, comenzó a follarme lentamente, haciéndome chocar contra el capó en cada empujón. Álvaro, a mi lado, me acariciaba la espalda ronroneando mimoso de excitación. Llegué al orgasmo antes que él. Solté un grito. Mi cuerpo se arqueó y aplastó contra el capó sin que parara de embestirme. Cada vez más rápido, más intenso, más dentro... hasta que finalmente estalló en mi interior.

En cuanto se quitó el condón y se limpió me soltó las esposas, me ayudó a colocarme la ropa, saludó educadamente, volvió a su coche en el que ya esperaba su compañero y desaparecieron sin más.

Álvaro, aún a mi lado, me abrazó y me preguntó qué tal. "Bien" respondí con un guiño. "Gracias, ha sido un buen regalo adelantado de cumpleaños". Se echó a reír y me dijo "Mira, podía aprovecharme de la situación y quedar estupendamente pero me temo que no tengo nada que ver con esto. Ahora, que has salido ganando, el chico con el que yo había contactado no te hubiera gustado tanto y además... ¡te has librado de la multa!".

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