Paréntesis

Estas semanas de nuevo ha habido aventuras, alguna de ellas seguro que os la cuento ;-)

Mientras tanto, os dejo con un relato de ficción, aunque bien podría ser autobiográfico. Espero que lo disfrutéis también.



Había vuelto. Tras el torbellino en que se había convertido su vida en los últimos meses y que había estado a punto de engullirla, hoy estaba decidida a relajarse. Iba a ser solo un paréntesis, lo sabía. Pero lo necesitaba.

Desconectó el móvil y se desnudó. Luego se puso el diminuto bikini, contemplándose en el espejo del vestuario. No le gustaba cómo le quedaba, había adelgazado demasiado. El puto estrés. Lástima que en la pequeña piscina no estuviera permitido el nudismo, eso hubiera sido perfecto. Pero nada es perfecto y aunque no parecía probable que apareciera nadie, pasaba de complicaciones, bastantes tenía ya. Aún con bañador aquello rozaba la perfección. La música, el agua y su piel. Y la soledad, ¡por fin! Por eso le gustaba subir de madrugada, por eso había subido hoy.

Caminó hasta el borde de la piscina y probó el agua con la punta del pie. No por nada especial, pensaba meterse de cualquier modo, pero no quería sorpresas. Hoy no. Hoy, para variar quería saber qué iba a ocurrir, tener la situación bajo control. Se metería en el agua, haría unos largos, se sentaría delante del chorro a presión para que la fuerza del agua desentumeciera sus contraídos músculos y flotaría sin pensar en nada hasta conseguir desconectar. Sin más.

Se permitió el lujo de poner música, eligió cuidadosamente hasta encontrar justo lo que buscaba. Sonrió repitiéndose a sí misma, como un mantra... "desconexión, desconexión...". Miró a su alrededor una última vez. Sí, música, su piel y... ¡al agua! Se zambulló con elegancia. El contraste con el agua le provocó un suave escalofrío. Nadó hasta el borde opuesto y regresó. Empezaba a sentirse viva otra vez, dueña de su vida.

Repitió la operación. Un par de largos más. Luego se quedó flotando y contempló las luces de la ciudad a través de la cúpula acristalada que cubría el recinto. Sin variar su postura se deslizó en dirección al chorro. Ahí afuera estaban todas sus preocupaciones, su agenda, sus citas y compromisos, sus sinsabores y problemas. Pero aquí estaba sola, su música, su agua y su piel.

Cuando llegó frente al chorro bajó las piernas y se asió al bordillo. El agua impactó con fuerza en su esternón. Se movió despacio para recibirla por todo su pecho. ¡Qué sexy! pensó acompañando su ondulación con una sonrisa traviesa. Se giró levemente y su pecho izquierdo se encontró con el chorro. En contra de lo que había supuesto, le gustó la sensación. Mantuvo la postura sintiendo como el chorro purificador se llevaba sus malos rollos y le provocaba una erección en el pezón. Cerró los ojos y repitió la operación con su seno derecho.

Inconscientemente soltó una mano y la llevó a su sumergida entrepierna. Mmmm aquello sí empezaba a sonar a desconexión y relax. Se acarició mimosa por encima del bikini. Una pena que el chorro estuviera tan alto, aunque sus pezones lo estaban agradeciendo. Aún con los ojos cerrados metió la mano bajo la braguita y acarició su depilado sexo. Aunque evidentemente estaba sumergido en el agua y era difícil hablar de que estuviera mojada de excitación, la corriente que descendió por su columna vertebral le confirmó que además del agua clorada de la piscina otras humedades se encontraban presentes. Recorrió suavemente la separación entre sus labios inferiores mientras sus dientes mordían también un labio inferior, el de su boca.

Cuando su dedo alcanzó y presionó su clítoris se le escapó otro gemido, apenas audible con el ruido sordo del chorro sobre sus pechos. Siguió masturbándose, aumentando el ritmo, con respiración alterada y gemidos apenas audibles. Al llegar al orgasmo tensó las piernas contra la pared de la piscina y dejó caer la cabeza hacia atrás pero ni aún entonces abrió los ojos. Quedó quieta en silencio, disfrutando del momento, hasta que recuperó la respiración.

Entonces abrió los ojos. ¿Qué había hecho? ¿Lo había soñado o acababa de masturbarse en la piscina? ¿Ella?

Definitivamente había perdido la razón, eran pocos vecinos y era muy improbable que apareciera ninguno a esas horas pero podía haber ocurrido. Podían haberla pillado... ¡qué bochorno! Estaba loca. Y le importaba un pimiento. Se sentía más viva que en todas las semanas anteriores juntas. Solo por esa sensación merecía la pena haber corrido el riesgo. Se echó a reír y el sonido de su carcajada le causó una gran extrañeza. No sólo por romper el silencio sino porque no recordaba la última vez que se había reído con ganas. Debía de hacer semanas, tal vez meses. Desechó los pensamientos negativos sacudiendo la cabeza. No era el momento. Había salido de su pozo y quería disfrutar de ese "su momento".

Nadó un poco más, un par de largos... Pero la verdad es que no le apetecía demasiado, regresó remolona hacia el bordillo y se tumbó de nuevo flotando boca arriba con las manos asiendo la barra de la escalerilla. El silencio volvió. Y con él la calma. De nuevo era capaz de oír su música y dejarse llevar por ella. Dejarse llevar por el momento...

Percibió a lo lejos unas suaves pisadas que parecían acercarse. Deseó que fuera él. No había querido despertarle. ¡Pobrecito! Al menos a él el estrés no le provocaba insomnio. Era en lo único que no la había acompañado durante aquella dura etapa. En las noches en blanco. Solía caer derrotado cada noche nada más rozar las sábanas. En los momentos bajos ella pensaba que había dejado de desearla. En los lúcidos era consciente del agotamiento que él debía sentir y que resulta casi siempre tan mal compañero del sexo. Se decía a sí misma que todo volvería a ser como antes, incluso las interminables sesiones de sexo que acababan con los dos extenuados de satisfacción. Paciencia...

Sin atreverse a abrir los ojos más que una rendija comprobó a través de sus pestañas que su deseo se había cumplido y le inundó una inmensa alegría. Esperó. Olió su inconfundible aroma instantes antes de que un dulce beso se posara en sus labios. Sin verla, sintió su sonrisa y entreabrió su boca. Él la besó de nuevo, esta vez jugando con la lengua en sus dientes. Luego se separó y ella escuchó un leve rumor de ropa al caer, seguido de una zambullida.

No se atrevía a moverse. Esperó paciente hasta que unas manos rozaron sus pies y ascendieron con cuidadosas caricias por sus piernas, aún flotando en el agua. Rodeando sus caderas desde un lado, las caricias pasaron por su abdomen y llegaron a su pecho. Una voz susurrante junto a su oído le confesó haber visto su juego con el chorro, haber seguido atentamente el movimiento de su mano bajo el agua y haberlo acompañado rítmicamente en la distancia. El relato le produjo una gran excitación y volvió a sentir cómo su respiración se alteraba y su cuerpo respondía.

Soltó una mano para acercarla a él pero un suave "No, solo yo" le hizo retomar su postura obedientemente. Él introdujo la mano bajo el bikini y acarició su pezón, primero suavemente, luego pellizcándolo. Ella se estremeció. Le subió la tela dejando ambos pechos al descubierto, con los pezones apuntando al techo de cristal, y se inclinó sobre ella para meterse uno en la boca. Ella gimió. Con la otra mano retiró la braguita a un lado y acarició su clítoris sin dejar de lamer y morder su pezón. Separó ligeramente las piernas, quería más, le quería a él. Pero daba la impresión de que él tenía otros planes. Jugaba ya con un par de dedos en su sexo. Ella se estremecía de tal manera que ya no conseguía flotar. Involuntariamente bajó las piernas sin saber muy bien cómo hacerlo, con miedo a que él lo considerara una negativa y dejara de acariciarla.

Nada más lejos de su intención. Sin dejar apenas espacio entre ellos la llevó contra la pared de la piscina, arrinconándola junto a la barandilla y prosiguió en aquella postura. Pronto sintió cómo la penetraba un dedo, más tarde dos, mientras se besaban apasionadamente, con las manos aún sujetándose al bordillo. Los jadeos sonaban atenuados por la música. Estaba a punto de correrse, y así se lo dijo a él. Y entonces, inesperadamente, él paró.

Sorprendida y enfadada iba a reprocharle semejante grosería pero no le dio tiempo. Él la izó con facilidad sentándola en el borde con los pies en el agua y acto seguido retiró de nuevo su braguita a un lado y enterró la cabeza entre sus piernas. Aún sorprendida pero ya sin pizca de enfado llevó ambas manos a su cabello y acompañó excitada sus movimientos marcando el ritmo hasta que le sobrevino el orgasmo. Fuerte, intenso, violento incluso, sacudió todo su cuerpo. Se corrió en su boca lanzando un grito ahogado. Sin soltarle la cabeza se inclinó hacia delante y le besó, saboreando sus propios jugos mezclados con el delicioso sabor de su boca.

Empezó a maquinar cómo corresponderle pero él de nuevo le tomó la delantera. Casi de un brinco salió del agua dejando ver lo que a ella le había pasado inadvertido hasta ese momento: su completa desnudez, y su potente erección. La besó de nuevo al tiempo que la tumbaba junto al bordillo y rodó con ella hasta situarse por debajo de su cuerpo. La levantó cogiéndola por el culo y cuando volvió a sentarla a horcajadas sobre él, la penetró sin miramientos haciéndola gritar. Ella apoyó las manos en sus hombros y ambos empezaron a moverse acompasadamente. Con cada embestida ella sentía su miembro crecer en su interior. Jadeaban. Gemían. Suspiraban. Ella cabalgaba sobre él sudando. Él temblaba arqueando su cuerpo mientras entraba y salía de ella. Cada vez más fuerte. Cada vez más rápido. Cada vez más. Como antes.


Cuando sintió sus piernas tensarse y su polla estallar echó la cabeza atrás y le recibió bajo aquella cúpula de cristal y aquel cielo estrellado. Se alegró de haber vuelto. De haber hecho aquel paréntesis. Y se rió con ganas. Otra vez. Su carcajada retumbó. Ya no le importaba que les oyeran, que les descubrieran. Una vez más, tras aquellas desastrosas semanas, sus planes habían salido al revés: ni soledad, ni relajación, ni todo controlado... Y sin embargo esta vez, no le importaba lo más mínimo.

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