5-2

5-2. No. No hablo de la Liga. Ni de la Copa. Ni de la Champions League. Ha sido el resultado de hoy. Nina 5, resto 2.

Como en los Derbys, el primero no se ha hecho esperar. Escenario: cuarto oscuro. Yo en el centro del área, rodeada de tres chicos. Uno a mi espalda, otro ante mí y el tercero en un lateral. Detecto peligro en la zona. El moreno del lateral presenta una considerable erección. Llevo la mano a su polla y empezó a acariciarla. En breves momentos anuncia una inminente corrida. El que avisa no es traidor. Recibo su estallido de leche en mis tetas y abandona el campo de juego. Lástima, me había gustado ser devorada por tres bocas a la vez, dos en mis tetas y una en mi sexo. 0-1. Voy perdiendo. O ganando. Según se mire.

Unos minutos después agarro a J. de la mano y me lo llevo a la cama redonda. Cuando llegamos me paro, subo sus manos a mis pechos y le ánimo a masajearlos. Lo hace mientras me besa el cuello. Luego me gira y sigue acariciando mi cuerpo. Su boca me inunda de besos. Al contacto con esa lengua me es inevitable recordar lo que pasó hace justo una semana. Esa forma de besarme, de tocarme, de... de comerme el coño... eso fue lo mejor, sin duda.

Me lee el pensamiento. Con cuidado me empuja hacia atrás hasta tumbarme. Me veo en el espejo del techo. Y veo su espalda. Su pelo moreno sobre mi sexo. Noto sus labios abriendo mi vagina y la punta de su nariz presionando mi clítoris. Otra vez. Me preparo para lo que sin duda está a punto de ocurrir.

L. se nos ha unido ya. Arrodillado junto a mi cabeza me acaricia y sonríe complacido ante mi expresión de placer. Sabe lo mucho que esa misma boca me hizo disfrutar y las ganas que tengo de repetir. Subo los brazos y alcanzo su pene. Lo recorro con mi mano, lo acerco a mi cara, lo apreso entre mis labios. Empiezo a chupar con ganas. Él se inclina y roza uno de mis pezones con la lengua. Comienza a mover la pelvis follándome la boca con un suave vaivén.

J. continúa haciéndome disfrutar con su hábil lengua, imprimiendo a sus movimientos un ritmo cada vez más rápido, como las contracciones que empiezan a recorrer mi cuerpo. Me aferro a las caderas de L. Le atraigo más aún hacia mí. Entra y sale de mi boca, una y otra vez. Dirijo una mano a sus huevos y los acaricio. Luego subo hacia su culo. Masajeo la zona del perineo, sé que le excita mucho. Luego acerco un dedo y presiono ligeramente. Él gime y se aplasta contra mi boca. Insisto. La punta de mi dedo se hunde en su interior. Un escalofrío recorre mi espina dorsal. La lengua de J. golpea mi punto más placentero, la polla de L. invade mi boca y mi dedo explora su intimidad. Todo a la vez. Al mismo compás. Una sensación indescriptible me sacude. Estoy muy, muy cachonda.

En uno de los movimientos de L. alcanzo a ver nuestro reflejo en el techo. Esa visión, junto con todas las sensaciones en mi piel termina por provocarme un fantástico orgasmo que arquea mi cuerpo entre mis dos acompañantes. Hacía tiempo que no me quedaba tan a gusto. Caigo desmadejada y sonriente. Ellos se retiran un poco, lo justo para dejar que me incorpore, y se sientan junto a mí en el centro de la cama. 1-1. Empate.

Gateo hasta quedar al lado de J., mientras L. se sitúa a mi espalda. Beso su boca, bajo por su cuello y continúo hacia su pezón izquierdo, que pellizco suavemente entre mis labios. Gime con respiración alterada. En mi trayecto encuentro su ombligo, y poco más abajo su pene. Lo acaricio con la lengua, sujetándolo con firmeza entre mis dedos. J. echa la cabeza hacia atrás y se deja hacer. Le masturbo observando con satisfacción cómo responde, cómo su polla se muestra cada vez más dura, más grande y firme.

L. entretanto acaricia desde atrás mis pechos y me besa en la espalda. Una de sus manos baja despacio a mi entrepierna. Me mete dos dedos en el coño y los mueve. Abro más las piernas. Me gusta. Aún estoy muy mojada, y sé lo que L. busca. Justo en ese momento J. detiene mi mano y se arrodilla también a acariciarme. No sé por qué no me deja seguir disfrutando de mi juguete, tal vez no quiera correrse aún. Sí, supongo que será eso. Entonces intercambian sus posturas. De pronto es L. quien yace tumbado delante de mí y J. el que accede a mi cuerpo desde detrás. Me quedo de rodillas, con la falda aún enroscada en la cintura, las medias y las botas.

Los dedos de L. continúan su tarea, aumentando el ritmo. Mi cuerpo tiembla. J. me sujeta sin dejar de mimarme y de pronto estallo. Mi cuerpo vibra y lanza un breve pero potente chorro que impacta sobre la mano de L., moja las rodillas de J. y resbala por mis muslos hasta la cama. 2-1 ya.

Sin apenas darme tiempo a recuperarme, L. vuelve a hacerlo. Esta vez el chorro es más largo, mi placer más duradero. Los espasmos se reparten por toda mi anatomía durante varios segundos. Aún a mis espaldas, J. ríe mientras secamos la empapada cama. 3-1.

Tiempo muerto. Necesito reponer líquidos. Y saborear una cerveza.

Segunda parte. L. y yo solos. Me comenta lo mucho que le ha excitado verme correrme en la boca de J. "¿Crees que podrías repetirlo?" pregunta travieso. "No lo creo, estoy agotada... pero que no se diga que no lo intentamos", sonrío. Nos vamos de nuevo a la cama. Me siento en el borde y me acaricia la vulva. La abre utilizando ambas manos. Recorre la rajita con la yema de sus dedos, acaricia mi clítoris, explora con calma toda el área y finalmente hunde en ella su cara, su nariz, su boca y su lengua. Me penetra al tiempo que me masajea. Con los dedos, con la lengua. Mordisquea con sus dientes mi botoncito. Lo succiona con los labios. Empiezo a perder el contacto con lo real. Me siento como flotando. Me abandono al placer de tan buena comida y no tardan en aparecer el calor, los temblores, la tensión en mi piel erizada que voy a necesitar resolver. Urgentemente. Grito y mi cuerpo se contrae al correrme. Se me corta la respiración y por un momento todo parece detenerse. Luego de repente, vuelvo al mundo terrenal. Ufff, qué relajación. 4-1. ¡Menuda paliza me están dando!

L. me gira, me pone a cuatro patas y me penetra. Estoy aún sensible, recuperándome del orgasmo de hace solo unos minutos (y del resto de la jornada) pero aun así disfruto de sentir su miembro dentro de mí. Con las manos en mis caderas me balancea, haciéndome rebotar contra su cuerpo. Me pide que doble los brazos, hasta llegar con la cara a la sábana. Mi culo en pompa facilita enormemente la tarea y tras unos cuantos movimientos más, al tiempo que juguetea con un dedo en mi culito, L. se corre entre jadeos y su potente chorro de leche me llena, me rebosa, escurre por mis muslos que se tensan con enorme fuerza. Ahora sí que sí. No puedo más. 4-2. Nos vamos a casa.

Han pasado ya varias horas. Jugueteamos abrazados y desnudos en el sofá. Nos contamos lo ocurrido, nos reímos con las percepciones del otro. Nos abrazamos en esa complicidad que suele provocarnos el relato de nuestras aventuras con terceros. Es entonces cuando, tras un dulce beso me habla del marcador. Hasta ahora no lo había pensado. Hacemos recuento. Me he corrido 4 veces. He hecho que dos chicos se corriesen. Habitualmente es al revés, ríe. Me río yo también. No lo había pensado. Otras veces hemos hablado de cómo había quedado el “marcador” tras un día oscuro pero claro, eso lo piensas después. Como parte de la conversación posterior. Durante el juego estás a lo que estás. Y te importa un pepino quién se ha corrido más veces, sólo piensas en disfrutar el momento. Nosotros al menos.

Pero pienso que L. tiene razón. Salvo contadas excepciones, de veladas multiorgásmicas por mi parte, yo normalmente me corro pocas veces. Soy más de pocas pero intensas. Y me gusta hacer que un chico se corra, saberlo, verlo, sentirlo… así que generalmente los marcadores serían al revés. Pero hoy salió así. Y salió bien. Incluso cuando L. deja de hablar, vuelve a acariciarme, me pone de pie en medio del salón, con las piernas abiertas y me introduce de nuevo los dedos mientras susurra “voy a ver si logramos un 5-2”. Y lo logramos, ¡vaya que si lo logramos! Goleada. Voy a tener que entrenar más:-P

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