"¡Ocupado!"

Esta mañana me acordé mucho de ella. ¿Por qué? Pues no sé, tal vez soñé algo. O la modorra de la primera hora, hasta que el café consigue despertar mis neuronas… Porque precisamente las últimas semanas casi ni hemos hablado. Tal vez es eso, jeje, que la eche de menos…

Me vino a la cabeza aquel breve encuentro en el cuarto de baño.

No era la fiesta más divertida en la que habíamos estado, pero tampoco es que estuviera mal. Sólo que creo que nos faltaba algo de vidilla… a ella más que a mí, aunque me esté mal decirlo. L. y yo acabábamos de tener un satisfactorio encuentro con un chico y volvimos a reunirnos con el resto del grupo. Su chico y ella estaban en ese momento con otras dos parejas, en animada conversación.
 
Al cabo de un rato, y ya repuesta de mi jugueteo anterior, me ausenté para ir al baño. Cuando estaba dentro alguien tocó en la puerta. Una voz más que conocida respondió con un alegre “Vale” a mi “Ocupado”. Luego oí la puerta del otro aseo abrirse y cerrarse.

Al salir no había nadie. Mientras me lavaba las manos salió ella. Resplandeciente, como siempre. Era el primer momento de la velada en que nos encontrábamos a solas. Aunque somos bastante diferentes, tenemos mucho en común y generalmente nos es fácil encontrar temas de conversación que nos interesen a las dos. Por ejemplo, nos suele atraer el mismo tipo de chico al que si podemos compartimos como buenas amigas que somos…

Así que aprovechamos la tranquilidad del baño para charlar unos momentos. No suelo ir al baño en “expedición de mujeres”, realmente nunca lo he entendido y tiendo a evitarlo. Pero aquella noche parecía propicia para ello, demasiado calor fuera, poca marcha y… ella, la rubia…

De pronto nuestras miradas se encontraron. Vi su deseo a la par que sentía el mío. No sabría decir quién besó a quién, ni cuál de las dos fue la primera en acariciar a la otra. Sólo soy consciente de haberla cogido en mis brazos y caer en los suyos, de enredar nuestras lenguas y acariciarnos por debajo del vestido.

Mientras nos besábamos sujetaba entre mis dedos su clara melena que tanto contrasta con mi pelo. Con la otra mano recorría una vez más su suave piel. Luego me apoyé en el lavabo y aspiré su aroma. Entre gemido y gemido, su boca repartió besos por mi cuello, por mis hombros y mis brazos, mientras sus manos aferraban mi culo apretando mi cuerpo contra el suyo.

Me estremecí cuando sus pequeños pechos se clavaron en los míos. Con los pezones erectos. Percibía claramente su tibio sexo a través de la ropa. Si yo hubiera llevado bragas a esas alturas hubieran estado empapadas pero afortunadamente no las llevaba. El espejo reflejaba nuestra imagen, allí abrazadas, besándonos, devorándonos, sonrientes, susurrándonos cosas al oído, como siempre, como cuando estamos juntos los cuatro.

Alguien entró en el baño. Alguien que por supuesto no se extrañó en absoluto de la imagen que se encontró. Alguien que pasó por nuestro lado intentando no molestarnos, pero que sin querer rompió la magia del momento. Tras unos últimos besos nos atusamos el pelo, colocamos el vestido y salimos cogidas por la cintura encantadas de la vida. Y es que no hay nada más bonito que tener buenas amigas.

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