Juegos Reunidos


"No me puedo creer que eso sea lo que vas a dar a los invitados como regalito" me dijiste con los ojos como platos.

"Venga, hombre, si es por echarnos unas risas, luego si quieres repartes puros o broches chorra con florecitas... ¡yo qué sé! Además, es mi fiesta y me apetece. Total para cuatro gatos que vamos a ser."

"Cuatro gatos tampoco, seremos trece y si confirman Javi y Loli quince. Y seguro que te has dejado un pastón encima..."

"¡Qué va, hombre! Si son unos juguetitos de nada... y a precio de distribución. Más nos habríamos dejado en esa memez de los sombreros polla, ¡fijo!"."Como tú digas, son tus amigos... pero vamos, Laura de esta te retira la palabra, ¡ya verás!”

El caso es que me hiciste dudar, en su momento la idea me pareció divertida pero ahora... en fin, ahora ya no había tiempo. La cena era esa noche y los pequeños paquetitos estaban envueltos individualmente. Después de cenar los repartiría, nos reiríamos un rato, mis amigos confirmarían una vez más que estoy como un cencerro, beberíamos unos cubatas y cada uno volvería a su casa... un jueguecito inocente.

A las ocho, recién duchada, indecisa sobre qué ponerme, apareciste tú, ya vestido, afeitado y muy sexy. "El negro cortito, ¿no?"   "Lo había pensado pero con ese escotazo..."

"Desde luego no hay quien te entienda, vas a regalar a tus amigos huevos vibradores y te preocupa un escote..."

"Y ¿qué tendrá que ver una cosa con la otra, digo yo?"
, respondí enfadada. "Y para que lo sepas, no son todo huevos vibradores, hay otras cosas también".

"Supongo", sonreíste con esa sonrisa tuya que me desarma "para las chicas habrá otra cosa ¿no? Anda, dime qué, venga", me cogiste entre tus brazos y suplicaste metiendo tu nariz entre mi pelo "dime qué, dime qué... mmm... qué bien hueles... dímelo... ¿vibradores de bolsillo? ¿bolas chinas? Dios, me estoy poniendo morcillón... dímelo... mmm". Era cierto, tu polla se clavaba en mi muslo. Me besaste el cuello al tiempo que tirabas de la toalla hacia abajo. "Ufff madre mía, nos da tiempo..."

A punto estuve de acceder, tenía tantas ganas como tú, pero seguro que nuestros invitados estaban a punto de llegar y tenía que acabar de arreglarme. "Anda, sé bueno y mantenme eso calentito para después de la fiesta" te dije con un guiño. Hiciste un travieso mohín "Jo... pues para que lo sepas... no llevo ropa interior, y tú tampoco deberías ponértela."

Me reí con una carcajada "Anda ¿y eso?” Antes de que respondieras volví a depositar en el cajón el tanga que estaba a punto de ponerme "¿Qué te creías, que me iba a amilanar tan fácilmente? ¡Ja!" y terminé de colocarme el vestido pensando si sería posible que, con semejante escote, mis amigos se diesen cuenta de la ausencia de mis bragas.

"Nunca dejarás de sorprenderme, eres la leche" sonreíste de nuevo, rebuscando en el  cajón. "Pero no soy tan ingenuo, si quisiera pillarte sabría perfectamente cómo hacerlo".

"¿Ah, si? Mira qué listo, ¿y cómo, si puede saberse? Porque igual no es tan fácil y vuelvo a sorprenderte..."
. Supe que había metido la pata inmediatamente. Juro que si en ese momento hubiese podido rebobinarme y hacer que esas palabras volvieran a mi boca lo hubiera hecho sin dudar peeeeeeero.... el brillo en tus ojos te delató. Lo habías planeado de antemano. Ahí estaba yo, en medio de la habitación, con un vestido negro superescotado, nada debajo y... dispuesta a aceptar cualquier reto que el destino, o en su defecto tú, me plantearais. Me habías pillado, una vez más. Dos simples palabras y me tendrías a tu merced. Lo sabías. Y yo. Susurraste... "No hay...." Mi indignación estalló en mi cabeza "¡¡¡Que no hayyyy!!!" y se disolvió como una tormenta de verano cuando, aterrorizada, vi lo que bailaba en tu mano... mi ratoncito. Tengo algunas virtudes, creo, ninguna de ellas es la reflexividad. Ni por un momento consideré la opción de rendirme, de darte la razón. Fingiendo una indiferencia que no podía estar más lejos de sentir respondí con un lacónico "Ah, eso... ¡pues vaya!" y retadora me tumbé sobre la espalda y separé los muslos.

Te agachaste, me remangaste la cortísima falda y me lamiste la entrepierna, pillándome tan de sorpresa que un escalofrío de placer me sacudió. Recorriste goloso varias veces mi rajita con la punta de la lengua y luego te separaste sonriendo al tiempo que anunciabas "preparando el terreno". Volviste a hundirte en mi sexo, mordisqueaste mi clítoris y sentí tu dedo deslizarse en mi interior, luego otro más... finalmente algo más duro y a continuación nada. Al incorporarte vi lujuria en tus ojos, lascivia en tu boca... y el diminuto mando a distancia entre tus dedos.
"Probando probando" reiste encantado. La vibración me hizo sentarme en la cama. Luego paró. Muy dignamente me puse de pie y con todo el aplomo que pude aparentar me encaminé hacia el pasillo. Te oí decir "No te preocupes, intentaré ser bueno". Ni de coña, no te lo creías ni tú pero no dije nada.

Media hora más tarde reíamos con los amigos cerveza en mano. Con las bajas de última hora, éramos doce en total. Y Ana y Jorge habían entrado diciendo que se irían pronto, problemas de última hora con la canguro, lo típico. La cena transcurrió entre charlas, risas, cotilleos... Cumpliste tu promesa de portarte bien y solo accionaste el mando en una ocasión, haciéndome botar en la silla. Tras fulminarte con la mirada pusiste tal cara de arrepentimiento que pensé que te había vencido. Craso error.

Llegaron los postres, el cava, las risas fluían cada vez con más complicidad... Por fin anuncié mi intención de obsequiar a los presentes con un pequeño detalle. Saqué los paquetitos y los repartí, aparentemente al azar. Al "preparados, listos, ¡ya!” todos rasgaron los envoltorios.

Aquello fue digno de estudio. A Laura le asaltó una risilla histérica que probablemente ocultaba algún significado. Paco soltó una risotada y me agradeció efusivamente su regalito, tan deseado según explicó. Ana dejó su paquete sobre la mesa con una sonrisilla forzada y le arrebató a Jorge, SU marido, el suyo casi sin darle tiempo a ver lo que era. Nerea y Marta se miraron con complicidad. Javi tomó a una incrédula y ruborizada Loli, su chica, por la cintura, y comentó en voz alta "esto son buenos amigos y no los que te dan un puro que no hay quien se fume, ¿verdad, cariño?". "Dí que sí" aplaudió Oscar, "mira, cari, ya no tenemos que comprarlo... ¿y el tuyo?" preguntó a Cristina que mostró traviesa sus nuevas esposas negras de seda frotándose las manos con un "¡vaya nochecita nos espera!". Todos rieron el comentario, en una especie de catarsis liberadora de tensiones, y yo aproveché la pausa para levantarme y preguntar "¿qué queréis beber?".

Me fijé en que Laura seguía mirando su juguetito con curiosidad, unas pequeñas y rosadas bolas chinas. Cuando se cansó de voltearlas entre sus dedos, cogió el anillo para el pene que permanecía abandonado junto a Jorge y supe que algo iba a pasar. Laura, alias La Monja, con todo su candor e inocencia, y varias cervezas y vinos encima, le asió por la manga y preguntó inocentemente en voz alta "¿y esto qué es lo que es?" Ana se revolvió incómoda en su asiento y Paco, galantemente, dispuesto a echarle un cable a su amigo que corría en ese momento un serio peligro, tomó el juguete y con paciencia, le explicó a una atenta Laura el funcionamiento del artilugio.

Yo seguía poniendo copas. Me faltaba una Coca Cola. Fui a la cocina y al agacharme ante la nevera, dzzz, la tenue vibración invadió mis entrañas. Sofoqué un gritito. Me levanté. Paró. Menos mal. Dzzzzzzzz, algo más intensa. "¡Le mato!" Crucé las piernas sujetándome a una silla. Paró. Respiré hondo. Cogí el refresco, lo abrí. Dzzz dzzzz dzzzz ¡Dios, ahora era intermitente! Ufff, estaba empezando a excitarme, sentía mi sexo humedecerse. Me sonrojé pensando que no llevaba bragas. No podía volver así al salón. Esperaría un poco. Habías prometido ser bueno. Paró. Esperé un par de minutos más. Vale, parece que ya estaba.

Tomé la Coca Cola y me senté junto a Laura, la que según tú iba a retirarme la palabra. Estaba disfrutando tanto de todas aquellas novedades que de repente agarró el huevo vibrador de Paco y plantándoselo delante de las narices le soltó un "bueno, habrá que probarlo, ¿no?". Silencio sepulcral. No. Precisamente Paco. No. El más desinhibido de todo el grupo. No. El nudista, el liberal, el... "Claro, ¿quieres ver cómo funciona?".  Sin dar tiempo a Laura a responder, Ana se puso en pie de un brinco, agarró a SU maridito, le recordó que la canguro se tenía que ir pronto y salió escopetada tirando de él, despidiéndose desde la puerta con un sonoro beso y un "adiós a todos" (panda de degenerados, le faltó añadir). Cerró de un portazo.

La tensión se podía cortar con un cuchillo. Pensé que debía cambiar de tema antes de que Laura volviera a la carga aunque habría sido divertido ver a Paco haciendo una demostración de cómo utilizar el huevo vibrador. Claro que lo siguiente sería que ella se despatarrase en la alfombra para probar las bolas chinas. Evocar esa imagen me hizo reír de una forma tan tonta que todos se volvieron hacia mí. Balbuceé tratando de explicarme "Es que pensaba en lo que le has dicho a Paco y os he imaginado... probando... vuestros juguetitos..." acabé en un susurro.

Carcajada general. A partir de ahí el tono de la conversación fue subiendo poco a poco, cómo se me había ocurrido, si había ido sola a comprarlo... Y de vez en cuando, tú accionando el mando... Entre la charla, el alcohol y el jueguecito estaba poniéndome cachonda, así a lo tonto. Fui un momento al baño a refrescarme y cuando volví me tomaste por la cintura y me sentaste sobre tus rodillas. Paco contaba una de sus últimas aventuras cuando conquistó a un pibón que resultó tenerla "más larga que la mía" contaba ilustrando la anécdota con vehementes gestos.

Entre risas y risas, al amparo de la mesa, tu mano se coló por debajo de mi vestido y acarició mi nalga. Dzzzzz comenzó a vibrar mi ratoncito. Tus dedos se abrieron camino y uno de ellos luchó por introducirse en mi culito. Dzzzz dzzzzz dzzzz. Todos seguían escuchando atentamente a Paco. Todos menos yo. Tu dedito había logrado su objetivo y se movía despacio en mi interior, al ritmo del juguete, provocando oleadas de calor en todo mi cuerpo. Wooowww esta vez era inevitable, me iba a correr allí, en medio de mis amigos... Ufff, intenté pensar en otra cosa, la lista de la compra, la alineación del Betis... ¡algo! Aaaahhhh ese dedoooo!! Y de pronto, descubrí los ojos de Laura clavados en mí. Menos mal. Mi excitación cayó en picado. Sujeté tu mano y me levanté de golpe, disimulando.

Me dirigí al baño. Al limpiarme noté el cordoncillo que sobresalía de mi vagina y, con el recuerdo de tu dedo aún tan reciente, me acaricié. Sentí la necesidad de masturbarme pero recordé mi salón lleno de invitados. Recompuse mi vestido y salí del baño topándome de narices con la mismísima Laura, o lo que quedaba de ella que, sonriente y con los ojos brillantes, arrastrando las palabras dijo algo parecido a "os he visto antes".

Me hizo tanta gracia que no pude por menos que preguntarle "y ¿qué quieres por tu silencio?".

"Que me ayudes" respondió mirándome a los ojos, "a ponerme esto" y balanceó ante mis narices las rosadas bolitas cuyo tamaño se quedó pequeño en comparación con el de mis pupilas ante semejante proposición.

"Que ¿qué?... Ehhh... Mira Laura... Yo..."   Su mano agarró la mía, me metió de nuevo al baño y cerró tras nosotras. "¿Esto que es, como un tampón?” Se bajó las bragas, sacó una pierna y subió un pie al borde de la bañera. "Errr... bueno... parecido..." ¡Maldita sea, debí darle a ella las esposas!. Observé sus infructuosos intentos de meter la primera bola "Joder, esto no entra, ¿seguro que es así?" jadeaba entrecortada...

"Verás, es más fácil si estás relajada... y excitada, más lubricada entran mejor, de verdad" "Y ¿no tienes lubricante o algo?"   "Pues... no, creo que no... ¿qué haces????"

Laura había agarrado mi mano y chupaba con ansia mis dedos corazón y anular en un gesto voluptuoso que hubiera imaginado en cualquiera menos en ella. Luego bajó mi mano a su pubis. Yo nunca había tocado a una chica, nunca ahí, pero entre mi calentón previo y lo morboso de la situación... confieso que la situación se me fue de las manos. Le metí un dedo, luego los dos, empecé a moverlos y... aunque tal vez eso hubiera sido bastante, espachurré sus nalgas con mi mano libre y la atraje hacia mi cuerpo buscando su boca con la mía hasta enredar nuestras lenguas.

Gimió, tembló, respondió a mi beso apasionada sujetándome por la cabeza. Luego se separó unos centímetros y dijo con sarcasmo "Esto debería bastar, ¿no?". Me entregó solemnemente las bolas, me agaché ante ella y, venciendo la tentación de lamerle la rajita del coño, ya puestos, se las metí disfrutando de su expresión y del estremecimiento de su cuerpo. Salimos sin pensar qué excusa dar por nuestra tardanza. Pero los demás no hicieron comentario alguno, ni siquiera de la curiosa forma de andar de Laura, que se dejó caer en el sofá con un "¡mola!" que tal vez solo yo pude interpretar correctamente.

Cuando un poco más tarde nuestros invitados se fueron, con una Laura de ojos brillantes sugiriendo a Paco que la acompañara a su casa, supe que mi idea había triunfado. Incluso Ana y Jorge, pese a las prisas, se habían llevado sus paquetitos.

Comentarios

  1. Ingenioso, bien construido y mejor relatado. Es una buena idea para animar esas reuniones un poco descafeinadas en las que solo se habla de niños y trabajo. ¡¡Felicidades!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Desde luego la reunión se vuelve mucho más interesante, claro. Aunque también hay que tener cuidado y valorar la posibilidad de perder algún amigo ;-)
      Gracias por pasarte y comentar. Celebro que te haya gustado.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

First Dogging

Verte con ella

Mi primer pub liberal