Atracción visual

Lo confieso. Esta vez me dejé guiar por los ojos. No suele ocurrirme. Normalmente me decido a estar con un chico por otros motivos. Suele tener que ver con una charla interesante, una mirada cargada de deseo, uno o varios ratos previos en que me sienta tan a gusto que quiera que las cosas vayan más allá. Pero a veces las cosas pasan, aparece un chico guapo y... sin más, se me van los ojos (y las manos y la boca y...).

En mi descargo tengo que decir que si, pasado ese primer momento hormonal, me encuentro tras la bonita fachada un bruto, un egoísta que solo piensa en su propio placer sin compartir nada, o un imbécil integral, no tengo absolutamente ningún reparo en frenar en seco y quedarme sin disfrutar de su belleza.

El caso es que cuando llegué él ya estaba en la barra. Me miró con curiosidad, supongo que por aparecer yo sola. Aunque igual mi blusa transparente tuvo algo que ver... no creo, había poca luz como para darse cuenta de que no llevaba nada debajo, o tal vez sí.

Bueno, mientras esperaba a L. me di una vuelta por el local. En el jacuzzi, una conocida disfrutaba de su baño rodeada de varios chicos. Nos saludamos. Me sugirieron unirme. Mi pereza rugió recordándome que, además del fuerte olor a cloro que cada vez me disgusta más, había tenido la genial idea de ponerme esas medias tan bonitas, tan sexies, tan suaves... y tan latosas de poner. Decliné amablemente la invitación y fui a ver qué había por el otro lado del local. Caminaba despacio para que mis ojos se acostumbraran a la penumbra. Aunque había poco que ver. Un chico disfrutando de su soledad y... nada más.

Me giré para volver a la barra y me topé de narices con el chico guapo, que me seguía. No sé desde cuándo. Pese a la escasa iluminación pensé que era muy atractivo, que tenía un cuerpo espectacular y que no me importaría nada tener algo más que palabras con él. A veces me puede mi humanidad.

Se disculpó por si me había asustado y, aprovechando ese inicio de conversación, se ofreció a enseñarme el local si no lo conocía. Dudé un instante. Pero decidí ser sincera y le reconocí que había ido ya "alguna vez".

Bajo su camiseta se marcaban unos claros abdominales, unos fuertes brazos y unos robustos hombros. Nada exagerado. Un cuerpo joven, fuerte y muy, muy atractivo. Mientras le pegaba un repaso visual, sus ojos seguían clavados en mí y su boca esbozaba una tierna sonrisa. Su suave voz y su dulce acento atravesaron mis oídos y excitaron algún punto de mi cerebro que envió señales de alerta a todo mi cuerpo. No iba a follar con él sólo porque estaba como un tren, ¿no?... Notando mi piel erizada por el deseo, agradecí su ofrecimiento y volví a la barra.

Al poco rato el grupo salió del jacuzzi y casi en bloque vinieron a la barra. Resultó que conocía a casi todos ellos, así que nos saludamos, charlamos... y pensé que no iba a sorprender a L. en esta ocasión. Llegaron un par de chicos más y, sin saber muy bien por qué, mi cuerpo decía "no, no, no". Incluso cuando la chica se fue dentro con uno de los bañistas y me pidió que me uniera a ellos volví a decir "no, gracias". Sin ningún motivo especial. Supongo que simplemente tampoco encontré ningún motivo para decir "sí". Y eso importa.

Me asomé a las camas y contemplé la excitante escena que tenía lugar en ese momento. Tres cuerpos se gozaban en libertad, mutuamente, con la música de fondo de sus gemidos. Apoyada en la pared les contemplé. Mi cuerpo reaccionó. Una mano me acarició los hombros. La retiré con cuidado. Quería entregarme al voyerismo yo sola. La situación me ponía. Hubiera empezado a masturbarme pero la mano no debió de captar la negativa y volvió a la carga, provocando mi retirada inmediata de la situación.

Cervecita en mano, decliné un par de amables ofertas de dos caballeros, y ya empezaba a pensar que me tocaba el día rebelde cuando apareció L. ¿Le rechazaría también a él? Me reí al pensarlo, imaginando cómo lo explicaría en urgencias... "Mire, Doctor, vengo porque algo grave me ocurre, no me apetece follar..." Pero cuando me rodeó con sus brazos y me besó me tranquilicé. A él no iba a decirle que no.

Le puse al corriente de cómo había transcurrido ese rato. Charlamos ante una cerveza y luego nos dirigimos a las camas grandes, a jugar un poco. En ese momento una chica se lo pasaba en grande con dos chicos, follando con uno de ellos mientras el otro la acariciaba. Era el moreno que me había parecido tan atractivo. Poco después acabaron y la chica se giró y correspondió a las caricias del moreno con su boca. Gemí contemplando la escena. L. se acercó a mi oído y me susurró "¿te gusta, eh?" besó mi cuello deslizando sus manos hasta mi cintura. Continuó hasta el borde de mi falda y la levantó despacio, hasta dejar mis nalgas al descubierto.

Entonces me condujo hasta el borde de la cama y me sentó. Abrí su bragueta y saqué su polla. De reojo vi que la otra chica se levantaba y se despedía dejando solo al moreno, a un metro escaso de mí, con una buena erección y los ojos clavados en mi boca, ocupada en su tarea felatoria.

Le sentí acercarse y pronto su mano se posó despacio sobre mi brazo. Esperó a ver mi reacción. Por supuesto no pensaba rechazarle. Sus dedos acariciaron mi piel. Me gustaba. Sus caricias resultaron ser tan suaves como su voz. De mi brazo pasaron a mi espalda y luego a mi pecho. Me estremecí.

L. me retiró la cabeza y se subió a la cama, tumbándome despacio. Se quedó de rodillas junto a mi cabeza, se inclinó sobre mí y comenzó a comerme las tetas, acariciándolas al mismo tiempo. Su cabeza me impidió ver lo que estaba a punto de ocurrir. Unas manos abrieron mis piernas, separaron mis labios vaginales y acariciaron mi vulva. Entonces sentí una lengua recorrer mi sexo. Con la excitación que me provocaban ambas bocas mi cuerpo vibró. Me encanta que me coman dos hombres simultáneamente... Y me estaban comiendo tan bien. Uno en mi clítoris, el otro en mis pezones, con sus manos masajeando mi cuerpo. Ufff qué sensación.

Recordé la mirada del moreno, y la de L. cuando le resumí mi estancia en el local antes de llegar él, mi confesión en voz baja "mira a ese tipo, no sé qué tiene pero me pone cachonda". Ahora ahí tumbada con los dos saboreando mi cuerpo no solo estaba cachonda, estaba al borde del orgasmo. L. se incorporó permitiéndome ver lo que ya sabía: el moreno estaba arrodillado junto a la cama con su cabeza enterrada en mi sexo.

Aproveché su cambio de postura. Estaba a punto de correrme y quería que fuera con la polla de L. en la boca. Giré la cabeza y le pillé por sorpresa. Debió de gustarle porque sentí cómo crecía entre mis labios. Eso me excitó mucho. Tanto como la hábil boca en mi sexo. Cuando L. se movió en mi boca me sobrevino el orgasmo y me corrí entre espasmos.

Respiré agitada. Me incorporé y besé la boca que acababa de hacerme disfrutar tanto. Le indiqué que se acercara más y me arrodillé para continuar la mamada a L. No iba a dejarle a medias. Me pareció que el moreno dudaba acerca de si unirse o no así que guié su mano hasta mi cadera y la apoyé en ella con firmeza. Entendió mi señal. Él solo hizo el resto. Me besó y acarició mientras yo disfrutaba del pene de L. en mi boca. Me la saqué un momento, el tiempo justo para preguntarle si quería ver cómo el moreno me follaba. Asintió con una sonrisa. Luego pregunté al moreno si quería. Suspiró con satisfacción.

Entreabrí las piernas y sentí la polla que se frotaba contra mi sexo. Alargué un brazo, la acaricié. Percibí el tacto del látex y el punto donde la gomita acababa, enroscada en un anillo. La aprisioné entre mis dedos y la masajeé. Deslicé luego la mano hasta un punto cercano al orificio anal y presioné. El moreno jadeó junto a mi oreja. Guió con una mano su polla hasta mi sexo y empujó. La polla de L. me penetró hasta la garganta.

L. me sujetó las manos con fuerza. No pensaba escaparme pero el sentir la retención aún me puso más cachonda. Mi cuerpo rebotaba en cada embestida, por delante y por detrás. No tardé mucho en presentir que el moreno iba a correrse. Sus empujones se hicieron más cortos y rápidos, sus manos arañaron mi espalda y el grito llegó acompañando la tensión de sus piernas y de su dura polla dentro de mí. Me hubiera gustado que L. se corriera en ese momento en mi boca. No habría podido evitarlo. Pero aún no era el momento. Salieron de mí y me tumbé. Miré al moreno, que sonreía relajadamente. Me besó con dulzura los labios, acarició mi mejilla y tras intercambiar un par de frases de agradecimiento mutuo se dirigió a la ducha.

L. me dijo de salir a tomar algo a la barra. Acepté encantada. Tenía la boca seca.

Luego volvimos a entrar, esta vez a la cama redonda. Empezamos a jugar con un chico. Pero cuando le pregunté si llevaba condones me miró como si le hubiera preguntado si llevaba el Quijote y respondió que no. Me dio una risa que se me cortó todo el rollo y nos levantamos para ir a una mesa un rato... lo fácil que es mentir descaradamente diciendo que lo tienes en la taquilla y sacarlos de la máquina...

Tras pegar unos tragos nos fuimos al cuartito de los glory holes. Me quedé dentro y L. se fue al otro lado. Pronto vi aparecer su miembro por uno de los agujeros. Lo tomé con mi mano y me puse a masturbarle. Acerqué mis labios al agujero y besé su capullo. Reaccionó como era de esperar. Me excitó. Allí pegada a la pared jugué con su polla utilizando mis manos y mi boca. Y entonces vi aparecer otro pene por otro agujero. Lo tomé con una mano sin soltar a L. y también respondió con alegría. Me resultó familiar. Vamos, como si acabara de follarme. Estaba casi segura de que era el moreno. Y ahora ya sabía que no era solo guapo.

Seguí entretenida con mis dos juguetes hasta que me pareció el momento de invitarles a entrar. Entreabrí la puerta junto a la que estaba L. y mientras él pasaba, descorrí el cerrojo de la otra y asomé la cabeza. Allí, con tan solo una toalla cubriendo una mínima parte de su cuerpo, estaba él. Le sonreí y me aparté de la puerta. No hicieron falta palabras. Cerré de nuevo tras él.

El espacio era estrecho, lo que nos obligaba a estar los tres muy cerca el uno del otro. Sentía sus alientos en mi cuerpo, deseaba que esas manos me recorrieran, recordé cómo acabábamos de gozar los tres juntos.

Comenzamos un erótico juego de caricias en que todo parecía valer. Nuestras manos se enredaban, las bocas besaban y mordían, las lenguas lamían. En pocos minutos la temperatura debió ascender varios grados. Y sin embargo mis pezones estaban duros, erectos, y mi piel erizada. No podía esperar más. O tal vez podía pero no quería. Sugerí ir a un sitio más cómodo y pasamos a la habitación de al lado, al confesionario.

Nada más entrar pedí a L. que se sentara y me senté sobre él, besándole con pasión mientras el moreno me abrazaba desde atrás, hasta que sentí de nuevo su erección bajo mi cuerpo. Me levanté y me giré, incliné mi cuerpo y me ofrecí a L. jugueteando con la lengua en la polla del otro chico. La levanté con una mano mientras lamía sus huevos, juego que debió gustarle a juzgar por sus gemidos. Se apoyó en la camilla, enredó sus manos en mi pelo y acompañó los movimientos de mi cabeza de forma muy suave.

L. me penetró despacio, empezó a follarme al tiempo que con un dedo preparaba mi culito y entonces, una de las veces que sacó su pene de mi sexo, varió ligeramente su dirección y... mmmm... me lo hundió por detrás con delicadeza. Amortigüé mi grito introduciendo en mi boca los huevos del moreno, que, observador privilegiado de lo que estaba pasando, sujetó mi cabeza pegada a su sexo, con respiración jadeante.

L. me sacó la polla y nuevamente me la clavó hasta que su cuerpo chocó contra el mío. Esta vez el moreno me mantuvo la cabeza más alta, inclinándose a besarme el cuello y a susurrarme al oído "dime que te está follando el culito". Asentí brevemente y sentí su excitación en la forma de acariciarme, de lamer mi cuerpo... Se escurrió por debajo de mí y estimuló mi clítoris hasta que L. finalmente, sacó su erecto miembro y derramó toda su corrida por mi espalda y mis nalgas. Uffff... ¡qué gozada! ¿Por qué me gustará a mi tanto que me lo echen por encima?

Me tumbaron de nuevo sobre mi espalda, con la cabeza apoyada en el regazo de L. , sentado de nuevo en la camilla. El moreno se situó entre mis piernas, las abrió alzándolas y las sujetó por los tobillos. L. también me inmovilizó las muñecas. Así, sujeta, como a mi me gusta, noté el sexo del moreno acercarse al mío y presionar. Quise pararle, porque no le había visto ponerse preservativo. Sonrió y me dijo "tranquila". Efectivamente, no me penetró. Se dedicó a frotarse contra mi vulva, a rozar mi clítoris, sin soltar mis tobillos, inclinándose de vez en cuando a lamer y chupar mis pezones. Fue aumentando el ritmo de sus embestidas, consiguiendo tal grado de excitación en ambos que L. deslizó su mano hasta mi vagina para comprobar que realmente no estaba follándome.

Por fin, cuando yo ya no podía contener mis gritos de placer, soltó uno de mis pies y llevó la mano a su polla para dirigirla hacia mi ombligo donde, con un alarido de alivio, eyaculó para mi satisfacción.

Esta vez me dejé llevar por los ojos. Salió bien. Pero no quiere decir que de ahora en adelante vaya a ser siempre así.

Comentarios

  1. Es que los morenos dan mucho juego XD

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    1. Unos más que otros :-D Sí, podría decirse que "los caballeros las prefieren rubias", y yo los prefiero morenos ;-)

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  2. que relato mas bueno .... voy a empezar a hacer ebdomiales ya .....

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    1. Bueno, como ya he dicho no es habitual en mí... pero aunque un buen físico no es precisamente lo que busco, desde luego no es algo que rechace. Ý a todo el mundo le viene bien estar en forma :-)

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