¡Maldita prudencia!

Tras dudarlo un buen rato decidimos ir a nuestra casa los cuatro. Durante la cena informal el ambiente se había ido calentando: la charla, las bromas, los roces más o menos intencionados... bueno, y las ganas que ya nos teníamos antes de esa noche, claro. Pero no estábamos solos y... ¡Maldita prudencia!

Camino del coche la cosa aún se puso mejor. Mis medias decidieron cobrar vida propia y deslizarse hacia abajo por lo que tuve que pararme en medio de la calle de Alcalá, con la falda "remangá" y solucionar el tema. Vi sus ojillos brillar. Y los de L. también. La conversación, como era lógico, derivó inmediatamente hacia la ropa interior y H. aprovechó para mostrarnos, también en plena calle de Alcalá, su precioso sujetador nuevo, uno de esos sin tela por delante, solo aros y encaje, que dejaba sus preciosos pechos al descubierto. A veces agradezco aquel curso de autocontrol que hice... fue difícil no saltar sobre ella!! ¡Maldita prudencia!

Creo que a esas alturas estábamos los cuatro más que calientes. Yo desde luego no veía el momento de lanzarme sobre T. y besarle, lamerle, chuparle, devorarle... Veía en los ojos de L. el deseo por H. que además de ser preciosa, esa noche estaba radiante.

Aún paramos en un bar a comprar tabaco... más de lo que mi autocontrol podía resistir, sin duda. Como T. y yo no fumamos, nos dimos a otros vicios... Esta vez sí que me colgué de su cuello y le besé con ganas. ¿O fue él? ¡Qué más da! Mientras H. y L. se peleaban con la máquina del tabaco y el camarero nos contemplaba divertido a los cuatro finalmente las cosas empezaban a ponerse en su sitio: mi boca junto a la de T. , sus manos en mis caderas, mi sexo contra el suyo... Y el coche en la siguiente manzana.

Ellos se sentaron delante, nosotros detrás... Pensé en sugerir otra disposición, yo delante junto a T. o nosotras detrás y ellos delante... mmm... uffff... ainsss... ¡Maldita prudencia! Incluso dudé si alargar mi brazo y acariciar esa nuca, esa espalda, ese cuerpo que me estaba volviendo loca... la noche era larga, y largamente esperada, no pensaba precipitarme y cargarme nada... aunque mi tanga ya estuviese empapado, mis pezones erectos y mi cuerpo entero deseando ese contacto... Como un mantra me repetía... "puedo esperar, puedo esperar..."

Ya. Nuestro barrio. Nuestra calle. Un hueco. ¡Aparca! Bajamos del coche y recorrimos la escasa distancia intercambiados. T. y yo abrazados por la cintura, H. y L. ... Ufff, no lo recuerdo, iban delante de nosotros pero... los ojos de L. , las piernas de H., el movimiento de su culo, T. a mi lado... nada, amnesia total!!!

Nuestro portal. El ascensor. Los cuatro. Formales. Demasiado formales. Ahí apretados. Tensión en el ambiente. De la buena. ¿Por qué no pude evitar pensar de nuevo "maldita prudencia"?

L. abrió la puerta. "Poneos cómodos, qué bebéis?". Música. Sentaos... Empezamos a charlar... de algo... Sentí una caricia en la espalda y, casi de reojo, vi a L. comiéndose la boca de H. o quizás al revés ¡Por fin, a la mierda la maldita prudencia! Me lancé sobre T. O él sobre mi. Solo recuerdo que después de semanas esperando ese momento, la realidad -una vez más- superó a la ficción. Nos besamos con pasión, nos acariciamos, nos arrancamos la ropa y, entre mi pelo y sus dedos, solo fui consciente de que H. y L. también se estaban desnudando.

Poco me excita tanto como que un hombre me haga suya con el sonido de fondo de los gemidos arrancados por L. a su chica. Justo lo que estaba sucediendo. A horcajadas sobre T. disfruté con el roce de sus labios en mis senos, con sus manos deslizándose por mi espalda hasta asir firmemente mis nalgas. Jugué con su polla entre mis piernas deleitándome con su tacto... En algún momento intercambiamos posiciones y él quedó de rodillas frente a mi coño, el cual se apresuró a satisfacer. En ese momento pensé que si hasta entonces lo que más me gustaba de T. era su pícara mirada era sencillamente porque aún no conocía la habilidad de su lengua.

Desde esa posición gozaba y nunca mejor dicho de una visión privilegiada que tenía como protagonistas a H. y L. Oía sus gemidos, veía sus cuerpos retorcerse y arquearse de placer y todo ello contribuía más aún a mi excitación. Cuando T. levantó la cabeza y me sonrió, quise ver una invitación que no pensaba rechazar. Sin cerrar las piernas le indiqué que se pusiera de pie allí mismo y, con cada mano en una de sus nalgas, me metí su pene en la boca. Su olor era delicioso. Su sabor también. Sujetó mi cabeza con ambas manos, acompañando mis movimientos. Sin soltar su polla alcé los ojos y a través de mi pelo revuelto vi esa mirada pícara que no solo tenía que ver con mi actividad sino que reflejaba también lo mucho que estaba disfrutando de ver y oir a H. practicándole también a L. sexo oral. Lo supe por el brillo de sus ojos, por sus ahogados gemidos y porque empezó a mover las caderas follándome la boca y consiguiendo en cada vaivén que toda su polla me entrara hasta la garganta.

Llegaba el momento de satisfacer de nuevo a mi palpitante sexo. Para entonces estaba ya tan hinchado que casi resultaba doloroso. Se sentó de nuevo y en un solo movimiento yo ya estaba sobre él, con las manos en sus hombros y su verga deslizándose hacia mi interior. Grité de placer y él llevó sus dedos a mi boca, lo que me extrañó bastante, porque pensé que lo hacía para amortiguar el sonido. Pronto me di cuenta de cuán equivocada estaba. Justo en el momento en que, sin dejar de follarme cada vez a mayor ritmo, me introdujo en el culito el dedo lubricado con mi saliva. Me puse a dar botes como una loca, me temo, y tuvo el efecto deseado: siguió haciéndome cabalgar y su dedo me penetró más aún. Acaricié con ansia su cuerpo, su espalda y su pecho, busqué su boca que mordí desesperada, luego su cuello mientras le susurraba "más, más" y él sonreía y obedecía. Miraba mis ojos de nuevo a través de mi desordenado flequillo y me decía "te gusta, ¿eh? Eres una traviesa putita y te gusta... Claro que te voy a dar más". Me lo hubiera podido tomar a mal si no fuera porque esa pícara mirada me desarmó. Por completo. Podía haberle dicho algo así como "llamame putita, o lo que tú quieras... hazme lo que quieras... pero no se te ocurra parar". Opté por seguir ocupando mi boca con otras tareas más gratas que hablar.

Sin embargo me distraje. Supongo que fue la combinación de nuestra imagen junto con la lengua de L. lo que hizo que en ese preciso momento H. se corriera entre gemidos, sacudiéndose a pocos centímetros de mi. ¡¡¡Dioss, qué imagen!!! Su precioso cuerpo se contrajo, luego se arqueó hacia atrás y se agitó varias veces mientras sujetaba la cabeza de L. en su entrepierna. Cayó desmadejada y sonriente... ¡Otra imagen para el recuerdo!

No recuerdo bien cómo ocurrió pero de pronto yo yacía sobre mi espalda haciendo un 69 con T. Bueno, sería un 68 porque él buceaba en mi sexo pero su polla en ese momento estaba fuera de mi alcance. Lo que sí se erguía junto a mi cara era su espléndido culo. Dudé un poco. Una nunca sabe si ese tipo de acercamiento va a ser bien recibido por parte de un hombre pero ¡qué demonios! No iba a permitirme a mí misma pensar de nuevo "¡maldita prudencia!". No. Esa noche no.

Acaricié sus nalgas, recorrí la rajita que las separaba. Fantaseé con lo que iba a ocurrir a continuación sin dejar de atender a su juguetona lengua en mi clítoris. Estaba a punto de correrme pero si lo hacía él se levantaría. Aguanté un poco más mientras mi dedo jugueteaba con su agujerito. Y empecé a presionar. Poquito. Pero mi dedo empezó a abrirse camino. Y sus dientes mordisquearon mi botoncito. Al mismo tiempo que yo investigaba su culo, sus labios succionaban mi sexo. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal y sacudió todo mi cuerpo. Se incorporó y me miró sonriente.

Mientras me recuperaba dando un trago a mi bebida, miré a H. y L. Estaban muy ocupados. En ese momento, sobre todo H. que abrazaba las caderas de L. mientras él, de pie delante de ella, sujetaba sus hombros que se movían adelante y atrás a un ritmo bastante constante. El resto de la banda sonora de la escena la componían los gemidos de él y las mamadas de ella.

Lo sé. Soy poco original. Pero me apeteció copiarles la postura. Y lo hice, ¡para eso estábamos en mi casa! Me senté delante de T. y saboreé su sexo una vez, otra vez, y otra... Recorrí toda su verga con mi lengua, y con mis labios. Creí que no aguantaría más pero aún lo hizo. Poniéndome a cuatro patasme la clavó de nuevo y me folló de forma salvaje, agarrando mis caderas y chocando con fuerza su cuerpo contra el mío. Llevé una mano atrás y le hice cogerme una teta. Cuando de nuevo su firme mano volvió a mi cadera, apretó con fuerza y proyectó su leche dentro de mi, para caer luego satisfecho sobre mi espalda. Ufff! El reposo del guerrero.

Los cuatro teníamos buena cara. Como de haberlo pasado bien. La velada terminaba ahí. Con mi cabeza ya apoyada en el regazo de T. y H. y L. a nuestros pies, reposando también. Seguimos charlando un buen rato, el post-coito ese tan agradable cuando ha habido buen rollo entre varias personas. Esas caricias que se suceden durante la conversación y que, aunque su objetivo ya no sea excitar ni preparar el terreno para lo que suceda después a veces lo consiguen. Las manos de T. tuvieron en mí ese efecto. Como si no hubiera tenido bastante, empecé a sentirme otra vez excitada, salida, cachonda... y acomodé mi postura para recibir sus manos mejor. Entrecerré mis ojos y me dejé llevar por sus viriles manos, por sus dedos, sus caricias suaves, casi femeninas... ¿Femeninas? ¡Un momento! Sí, al menos una de aquellas manos que acariciaba mis tetas era una mano de mujer. Y los labios que se cerraban sobre los míos eran también femeninos. Y deliciosos. H. y yo nos fundimos en un cálido beso, para deleite de nuestros chicos, mientras nuestras manos exploraban nuestros cuerpos, tan diferentes de los que acababan de poseernos.

Nos entregamos a nuestras caricias traviesas, nos besamos y abrazamos. Saboreé todo su cuerpo y ella el mío. Su sexo me gustaba, suave y delicado, como toda ella. Separé sus labios y lo lamí. Sin retirar de ella los dedos, que masajeaban su clítoris, la chupé y mordisqueé de la misma manera que me gusta a mi recibirlo. Sus gemidos inundaron toda la estancia, como las sonrisas de T. y L. Cuando finalmente se corrió pensé lo bonita que estaba siendo esa noche, una vez vencida la maldita prudencia...

Comentarios

  1. De los mejores relatos que te he leído. Un auténtico placer poder disfrutar de él.

    Y una "cochina" envidia de la pareja que tuvo la suerte de compartir con vosotros tan apasionada velada.

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    1. Sin duda te gusta el relato porque no he podido ocultar lo muchísimo que disfrutamos. Espero que vosotros también disfrutéis de vuestra lectura.
      En cuanto a la otra pareja, sin duda fue un lujo compartir velada con ellos. Fíjate que ya estamos maquinando a ver cuándo podemos repetir... son altamente adictivos :-)
      Gracias por continuar siendo lectores fieles, chicos!

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  2. ufff muy caliente el relato y como siempre muy bien escrito Muchas Gracias por deleitarnos con estos magnificos momentos. Bsss bombon.

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    1. Gracias a ti por leerlo! La vida está hecha de pequeños momentos... quedémonos con los más gratos ¿verdad? ;-) Besos

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  3. Mmmmmmmmmmmm ... una vez mas me pones los dientes largooooooss ...jejeje ... menudo relato .. y menuda noche os pasasteis ....
    Un beso.
    Trueno.

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    1. Cuidadito con esos dientes, Trueno, no vayas a rallar el parquet, jajaja!!!
      Celebro que te haya gustado el relato. Sí, fue una noche que no olvidaremos en mucho tiempo, te lo aseguro...
      Besos. Dos.

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  4. Maravilloso relato, supercaliente y excitante. Envidia de la sana el no haber podido compartir con ustedes, son una pareja fantastica.

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    1. Gracias por tu piropo, Juan. Seguro que hay múltiples experiencias maravillosas, supercalientes y excitantes esperándote... deja fuera esa envidia y... a disfrutar!! ;-)
      Gracias por pasarte por mi rincón.

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