Llueve sobre mojado

No me lo puedo creer... lo presenté a un concurso de relatos y gané... Estoy muy contenta porque me divierte escribir, me excita excitar y... bueno, aquí está :-)



- “¡Anda, pasa, que estás empapada!”

Tenía razón. No hacía falta ser muy listo para darse cuenta. Y Sergio, su vecino, además de guapo era listo. A través de su melena chorreante pudo ver cómo le sujetaba la puerta pacientemente mientras ella luchaba contra el aire, su bolso y el maletín intentando cerrar el dichoso paraguas. Total, para lo que le había servido llevarlo… le explicó torpemente. Sin dejar de mirarla se sonrió. Una de esas sonrisas que te deja sin respiración. ¡Al fin pasaba algo bueno hoy!

Entraron en el ascensor. Los dos llevaron la mano al botón y se produjo un breve roce. Sería por la electricidad estática o por lo que fuera pero sintió una descarga que erizó su piel. Los dos se rieron. ¡Qué tontería! Como dos críos tramando una travesura.
 
Como es costumbre, en el ascensor hablaron del tema por excelencia. El tiempo. Que rollo de lluvia, no me gusta nada, no está tan mal… en fin, lo típico. Ocho pisos dan poco de sí pero son suficientes para saber si tu interlocutor te mira a los ojos, o más abajo... Diossss, en ese momento se arrepintió de no haber hecho caso al hombre del tiempo, de haberse puesto esa blusa blanca tan finita. La sentía pegada como una segunda piel. Prefería no mirar, total, Sergio ya se estaba ocupando de eso y ella supuso que cuanto menos importancia le diera menos violenta sería la situación para ambos.
 
Por fin, piso 8. Y al salir del ascensor, un comentario de él:

- “Bueno, te dejo, que dejé la ropa tendida, a ver si salvo algo”
  
La ropa. ¡La ropa!
 

- “¡Yo también dejé el tendedero lleno, gracias por recordármelo, chao!”
“Vale, entonces luego nos vemos”.
“¿Luego nos vemos? Este se chuta, no pienso salir luego” pensó, “si por mí fuera no volvería a salir hasta el verano, o al menos hasta que pare esta maldita lluvia”.
 

 Entró en casa como una exhalación, perdiendo por el camino bolso, maletín, paraguas, zapatos, abrigo… y se dirigió a la ventana de la cocina. Empezó a recoger la ropa de forma frenética, como si le fuera la vida en ello, sin saber muy bien por qué, si ya estaba todo empapado… “Debería tomarme la vida con más calma” decidió.
 
Y fue entonces cuando se fijó. A escasos metros de su ventana estaba la de Sergio. “Nos vemos luego”. Claro. A través de una cortina de agua, pero se veían. Le sonrió. Tardó en responder. Lo que tardó en levantar la mirada de su blusa, ahora ya sin la protección del abrigo, hasta su cara, hasta encontrarse con sus ojos. Azorado, balbuceó un “pues no, ya no salvo nada, está todo chorreando, como tú. Deberías quitarte esa ropa mojada antes de pillarte un catarro”. Ella se rió. El día había sido desastroso… los días de lluvia para ella solían ser desastrosos… y este de momento no estaba siendo una excepción. A no ser qué… y si… bueno, tal vez la lluvia hoy podía traer algo bueno.
 
“Tienes razón”, contestó mirándole fijamente a los ojos. ¿Lo estaba imaginando o acababa de sugerirle que se quitara la blusa? ¿Se daba cuenta de lo que había dicho?

Evidentemente el comentario no iba con segundas, seguro que se refería al catarro, sin más. Pero sí, le había dicho que se quitara la blusa. Pensar todo esto le llevó escasos segundos y cuando levantó la mirada, esperando ver su cara avergonzada, le encantó encontrarse su mirada curiosa, impaciente… Vale, a ella también le apetecía jugar, tenía que reconocerlo. Ante la atónita mirada de Sergio, abrió los tres botones de su blusa, la bajó por sus hombros y dejó que resbalara hasta el suelo quedándose en sujetador, que dicho sea de paso, también era blanco, y también estaba mojado aunque evidentemente, no tanto como la blusa.
 
Ni él mismo se lo esperaba. Había lanzado el comentario esperando una risa, una mirada coqueta, una evasiva… cualquier cosa menos una aceptación. Se le cayó una pinza que acababa de quitar de la cuerda. “Ten cuidado no se te caigan también los pantalones” le soltó ella sin pensar. Incluso a través de la lluvia percibió su expresión y se dio cuenta del doble sentido que, sin buscarlo, había dado a su última frase.
 
Sin saber muy bien cómo salir de ese atolladero, siguió recogiendo la ropa como si nada, en falda y sujetador, hasta que oyó la llave de la puerta. Su chico volvía del trabajo. Y ¿qué le decía ella ahora? Lo mismo se molestaba, o se enfadaba… o lo mismo no, lo mismo le encantaba, conociéndole… Al girarse para saludarle anticipó la escena que él percibiría en ese momento, con la cara de Sergio apareciendo sobre la hombrera de su sujetador, tras la lluvia, a través del patio. “¿Qué le digo yo ahora, que no es lo que parece?” pensó. Eso hubiera sido insultar a su inteligencia. Por supuesto era lo que parecía. Su mujercita se estaba dedicando a poner cachondo al vecino, al que hace tiempo que le tenía ganas. Era lo que parecía.
 
La expresión de Quique pasó de la sorpresa a la incredulidad, y de esta a la alegría. Y entonces fue cuando ella supo que, con su manía de no dejar las cosas a medias, esto no iba a acabar así. “Sigue, sigue, que te queda mucha ropa”, susurró con voz ronca, acercándose a ella al tiempo que se aflojaba el nudo de la corbata. Su instinto le dijo que era mejor obedecerle. Se giró y continuó quitando pinzas del tendedero, igual que Sergio, aunque ahora él se mostraba cabizbajo, no la miraba ni a los ojos ni a las tetas ni nada. O quizás algo sí la miraba, aunque fuera de reojo. Porque incluso pese a la lluvia que les separaba, vio el cambio en su expresión, el brillo en su mirada antes de entender el por qué. Antes de sentir esas manos de Quique asirla por la cintura y escalar hacia sus pechos.
 
“Eres muy mala”, le susurró al oído, “provocarle un calentón así al pobre muchacho…” Le dieron ganas de responder “¡ha sido él!” pero le pareció muy infantil. Y pensó que tal vez tenía razón, que igual Sergio había empezado inocentemente y tal vez ahora no sabría ni dónde mirar. Craso error. Lo sabía perfectamente. Les miraba a ellos y no parecía en absoluto avergonzado sino que daba la sensación de estar disfrutando de la escena.
 
Habían fantaseado con Sergio en alguna ocasión. Él vivía solo y la disposición de las ventanas facilitaba el juego. Ningún otro vecino podía verles, era el último piso, en el de abajo no vivía nadie y desde cualquier otro, espiarles requeriría un juego de cuello fuera del alcance humano. Una tarde ella dejó entreabiertas las cortinas mientras se desnudaba y le pareció ver a Sergio atisbando por su ventana pero no estaba segura. No quiso decir nada.

Hoy sí. Estaba segura. Sergio les miraba embobado, no hacía ninguna intención de retirarse de la ventana y el último par de calcetines llevaba un rato abandonado a su suerte en el tendedero. Quique interrumpió sus pensamientos girándola hasta quedar enfrentados para comerle la boca. Mientras tanto sus dedos desabrocharon hábilmente el cierre del sujetador. Si la excitación del beso y el masaje no hubiera sido suficiente, que lo era, la intuición del rostro de Sergio a su espalda ponía la guinda al pastel. Cuando la boca de Quique bajó mordisqueando su cuello hasta su pezón izquierdo no pudo resistirlo más y se giró a mirar. Sí. Sergio seguía allí, apoyados los codos en el alfeizar.
 
La lengua de Quique siguió su recorrido. Bajó hasta su ombligo, se detuvo el tiempo justo para que su dueño levantara la falda de ella y bajara en un solo movimiento sus panties y su braguita; luego cambió de lugar, recorriendo de un solo lametazo sus labios vaginales. Ella se estremeció. Le cogió la cabeza con ambas manos y acompañó su movimiento de vaivén, versión amplificada del que en ese momento realizaba su juguetona lengua en su clítoris.
 
Si lo que buscaba era lubricarla, lo consiguió pronto. Sentía su sexo palpitar de deseo, húmedo y caliente, muy caliente. Y eso que estaba casi desnuda junto a la ventana abierta. La ventana. Sergio. Casi se había olvidado de él. Pero Quique no. Levantándose la giró de nuevo, poniéndola contra la ventana, mientras desabrochaba su pantalón con una sola mano. Con un pie abrió sus piernas y ella notó su erección. No, no sería capaz. Una cosa era un calentón a tres bandas y otra… ufff, otra era justo lo que estaba ocurriendo. La polla de Quique se abría camino en el húmedo coño de ella, que no opuso ninguna resistencia.
 
Ella gimió. Sergio cambió levemente de postura en su ventana. Seguía lloviendo. Quique comenzó a follarla, lentamente, sujetándola por las caderas, con movimientos pausados y profundos. Sentía su respiración en su nuca, junto a su oreja, sus suaves gruñidos de placer. Estaba muy excitada, quería más, quería que se lo hiciera más rápido, más fuerte, más salvaje, quería sentir su cuerpo poseyéndola. Se lo pidió, en susurros.

- “No”, respondió él, “aún no”
 
 - “¿Por qué?”
- “Porque estaría muy feo dejar así a este chico, ¿no crees?”

Sí, claro. Una vez más tenía razón. No lo había pensado. No por nada, sólo porque no pensó que Quique fuera capaz. Iba a preguntarle qué quería hacer entonces cuando Quique le sacó la polla y, subiendo el tono de voz, le preguntó a Sergio:

- “Vecino, ¿un café?, ¿o tienes algo que hacer?”
Sonrió con los ojos antes que con la boca:
“No, con esta lluvia no pensaba salir… a la calle… Me apunto.” 
Ocho segundos. Ni uno más. Es lo que tardó en sonar el timbre. “Abre tú”, dijo Quique. Ella se subió las bragas y se echó la blusa por encima de los hombros, a estas alturas le entraba el pudor… vivir para ver. Abrió la puerta y se encontró a un Sergio sonriente. Se quedó pasmada. No era la primera vez que tomaban café en casa, claro, tenían buena relación. Pero esto, esto era muy distinto. No sabía qué hacer, ni qué decir… menos mal que apareció Quique:
 
- “No te quedes ahí parado, hombre, ¡pasa! ¿Cómo lo quieres?” Silencio absoluto.
 
- “El café, Sergio, que como quieres el café…” Carcajada a tres bandas.
 

- “Solo y con una de azúcar, por favor”.
 

- “Lo siento”, intervino ella, ¡por fin sabía qué decir! “no queda, olvidé pasar por el super, con esta lluvia”.
 

- “No importa”, contestó Quique. “Seguro que tú tienes en casa, ¿verdad Sergio? Déjame tus llaves, ahora vuelvo. Y ya de paso te cierro la ventana, con las prisas se te quedó abierta y te va a entrar el agua”. Guiño.
 

Tan pronto como Quique salió, Sergio la agarró por la cintura y casi en volandas la transportó hasta la cocina. Paró junto a la ventana y empezó a besarla, apasionadamente, en la boca, en el cuello, en los pechos… subió su falda y sus manos arrastraron hacia abajo el panty y las bragas. Ella, desconcertada, se dejaba hacer, correspondía con sus manos a sus caricias y con su boca a sus besos, le parecía estar repitiendo la misma escena que hace unos minutos con Quique. Sí, Sergio también lamía su sexo. También la levantó y la giró. Y justo en el momento en que le hundía la polla vio a Quique apoyado en el alfeizar de la ventana y le oyó comentar “Cariño, ¡qué guapa se te ve bajo la lluvia!, no sé por qué no te gusta”.

Comentarios

  1. ¡Qué curioso! ¡me he vuelto a excitar como la primera vez que lo leí! ;-)

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    1. Y anda que no ha "llovido" desde entonces ;-)
      Me alegro, ya sabes cuánto me excita que te excites... Y por cierto, ¡gracias! que algo tenéis que ver en que ganara el concurso :-D
      Besos, indecentes, por supuesto.

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  2. Magnifico relato, escribes fenomenal, que pena que no nos delites mas amenudo de tus relatos. La verdad es que me gustan todos los personales y los inventados. En concreto este es muy morboso y me ha excitado un monton, yo tambien le daria un premio.,

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    1. Muchas gracias, carpanta. Aunque no eres imparcial, me consta.
      Me gustaría escribir más a menudo pero no siempre se puede, ni siempre hay cosas divertidas que contar... y ese al fin y al cabo es el objetivo del blog así que... ¡prometo seguir escribiendo siempre que pueda y sea divertido! Y me alegra que te diviertas conmigo.
      Besos donde más te guste. Y a ver si coincidimos, que se nos va a olvidar cómo somos ;-)

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  3. Cuando lo lees tienes la sensación de estar viviéndolo en primera persona.Premio muy merecido. Enhorabuena

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    1. Muchas gracias, Raigmar.
      Ya me gustaría a mi, ya, ¡con lo bueno que está mi vecino! Jajaja.
      Besos.

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  4. Premio muy merecido. Con cada relato nos haces sentirnos protagonistas de esas historias cargadas de sexo y placer que tan gráficamente nos describes.
    ¡¡Enhorabuena!!

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    1. ¡Gracias de nuevo! Me encanta que logréis meteros hasta tal punto en los relatos... ¡A disfrutar! ;-)

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