Átame

Hay lunes, y lunes. Hoy ha sido de los segundos. Esta mañana iba yo hacia el curro con una sonrisilla boba dibujada en mi cara, poco habitual en mi los lunes. Evidentemente no venía provocada por el frío del carajo que hacía a esas tempranas horas, ni por el estupendo atasco con que Madrid recibía la semana, ni siquiera por haber escuchado las fantásticas noticias de crisis y guerras durante el desayuno. No. Mi sonrisa me salía de dentro de mi cerebro, concretamente de la parte donde almacenamos los recuerdos. Y claro, alguno de los que se ha cruzado conmigo ha podido pensar "esta es tonta o masoquista"... Igual no iba totalmente descaminado, jeje...

El fin de semana ha sido tranquilo. No hemos salido, ni quedado con nadie, ni falta que hace. Compartir sexo con otros es un aspecto más de nuestra vida sexual, pero no es imprescindible ni mucho menos, simplemente es un juego más en nuestro repertorio. Y este fin de semana tocaron juegos de pareja y caseros.

Hace unos días L. y yo estuvimos de compras, frase que en mi boca raramente hace referencia al Carrefour o al Decathlon, ni siquiera al Ikea, ¡qué va! Si vamos juntos de compras suele ser al sex shop. Había uno nuevo en el centro, bueno nuevo para nosotros que aún no lo conocíamos, y L. andaba detrás de comprar una cuerda, sí, una cuerda, así que nos escapamos. Pero aún no la habíamos probado, hasta el fin de semana.

Si cierro los ojos aún puedo ver a L. esperándome en la habitación. Se acerca a mi con un brillo sensual en los ojos, pone sus manos en mis hombros y me besa lujuriosamente. Sus manos se deslizan por mis brazos, me toma por la cintura y sigue repartiendo besos por mi cuello, mi escote, por encima de mi camiseta, en la que ya se perciben duros mis pezones. Con un ágil movimiento baja mi pantalón y el tanga que cubre mi sexo. Me sienta para terminar de sacar mi ropa sin dejar de besarme y de nuevo me pone de pie, situándose a mi espalda con mis manos sujetas entre las suyas.

Entonces la noto. La cuerda. Suave pero firme. Se enreda en una de mis muñecas, luego en la otra. Otra vuelta más. Un susurro "¿está bien así?", entre líneas leo "no quiero hacerte daño, sólo sujetarte". Eso para mí es importante. No somos amo y sumisa al estilo BDSM, creo. No buscamos placer a través del dolor, yo siempre mantengo el control de la situación. Una señal mía cambia la situación tanto como un deseo suyo. Es una dominación... consentida, si se me permite la expresión. Justo esa es la situación actual, la cuerda me sujeta firmemente las manos a la espalda. Estoy inmovilizada, pero con suavidad, con dulzura, con mimo. La sensación es sumamente placentera. L. lo sabe, en nuestra "bolsa de juguetes" hay esposas, pañuelos... En los locales, mis salas favoritas suelen ser las mazmorras, con sus cruces, sus grilletes... Pero una cuerda tan larga... aún no la habíamos probado.

Con las manos ya bien amarradas L. hace subir la cuerda por mi espalda hasta los hombros y luego a mis pechos. Como una serpiente se enreda en ellos, dibuja formas, los aprisiona y engulle. Su roce me excita, me eriza todos los poros de mi piel. Mi respiración se acelera, se agita... y con ella la cuerda se hace más evidente, me aprisiona más aún. Puedo notarla rodeando mi cuerpo, poseyéndolo. Entonces L. da por finalizada su obra y sujeta el cabo suelto. Me contempla con deseo. Acerca a mí su boca y con ella traza el recorrido de la cuerda, su lengua explora los huecos del dibujo, sus manos aprovechan mi incapacidad de movimiento.

Cuando, en su exploración, llega a mi sexo, L. se ríe. "Parece que te gusta". Estoy empapada, lo sé, y me ruborizo... ¡a estas alturas! O quizás el calor que me invade no es rubor, no, seguramente es excitación, deseo, incluso la incertidumbre... sé que va a pasar algo, pero no sé el qué... La cuerda es un medio para la excitación, no un fin...

De nuevo se pone detrás de mi. Su pecho pegado a mi espalda, aprisionando mis manos atadas, su sexo en mis nalgas... está desnudo, no sé cuándo se ha quitado la ropa... ¿será que esta cuerda me sujeta tanto que he perdido la noción de la realidad? No, el cuerpo de L. a mi espalda es real, lo percibo perfectamente. Su erección también. Con suavidad me conduce hasta la mesa y al llegar al borde me inclina hasta apoyar en ella mi cuerpo. Quedo totalmente expuesta ante él, expuesta e inmovilizada... mmmm....

Le oigo manipular algo, no sé qué es, ¿un preservativo? ¿el bote del lubricante? ¿algún juguete? Las tres cosas. Pronto un dedo mojado lubrica mi ano, lo rodea y penetra sin dificultad. Juega dentro de él, dilatándolo, facilitando el acceso. Ahora entiendo lo del condón, L. no suele utilizarlo conmigo... salvo cuando me va a follar primero por detrás y luego por delante... mientras pienso esto el dedo sigue con su afanosa tarea. Ahora entra y sale de mi culito con toda facilidad... mmm... ¡qué gusto! ¡espera! ¿qué pasa ahora? parece que le cuesta más... Ufff... deben ser dos dedos... mmmm, muy despacio, me relajo, la otra mano de L. me acaricia pausada, con el mismo cuidado que me penetra... de nuevo, el ritmo se normaliza, el movimiento de los deditos en mi culo es fácil y fluído.

Nuevo cambio de ritmo. ¿Tres dedos? No, esto es mejor, lo reconozco. Es su pene. Juega a la entrada de mi agujerito, la punta entra en mí sin ninguna dificultad. Avanza un poco más, despacio, cuidadosamente. Sale de nuevo. Al entrar, L. tira levemente de la cuerda que sujeta mis manos a mi espalda. El pequeño tirón se transmite a lo largo de sus diez metros... la presión aumenta por todo su recorrido, por mis brazos, hombros y espalda... Por mis tetas, aplastadas contra la mesa a causa de mi propio peso, y el de L. sobre mí. El tira y afloja de la cuerda se contagia a todo mi cuerpo, como una onda expansiva que facilita el vaivén de las caderas de L., la introducción de su polla en mi ano, perfectamente lubricado.

El pequeño malestar inicial ha desaparecido, dejando libre el paso al placer. Me gusta, pienso en cada embestida, me gusta, le digo a L. Y él sigue moviéndose, sigue enculándome, ahora un poco más deprisa. Siento sus huevos contra mi culo, su polla entrar y salir, entera, erecta, rebosante... Me gusta, entra, quiero más, sale, no la saques, entra, siii, sale, dame, entra, mmmm... el borde de la mesa contra mis muslos, mis pechos en el tablero, la cuerda apretando mi piel, mis manos indefensas, me gustaría que siguiese así, que aumentara el ritmo más aún, pero temo que me haga daño, y él teme dañarme, lo sé.

Entonces sale de mí, con la cabeza me indica el sillón, "túmbate" me ordena. Obedezco. Al hacerlo, caigo sobre mis brazos, que quedan apresados por mi cuerpo. L. se inclina sobre mí, de nuevo me besa y lame. No puedo corresponder a sus caricias, ya llegará mi momento. Se tumba sobre mi y frota su sexo contra el mío. Aún lleva puesto el preservativo y eso sólo puede significar una cosa. Incorporándose, alza mis piernas hasta sus hombros, me atrae hacia su pelvis tirando de mi por las caderas, y luego las eleva, más de lo necesario para follarme. Efectivamente, su erección me señala, pero no apunta a mi coñito, sino un poco más abajo. Acaba de salir y ya quiere volver a entrar, no vaya a ser que se cierre...

Una mano amasa mi teta, la otra dirige el miembro hacia su objetivo y lo penetra, fácilmente, por completo, arrancando un gemido sordo de mi garganta. La mano abandona y se une a la otra, en el juego con mis pezones cautivos de la cuerda, que se tensa más aún en esta postura. L. continúa follando mi culito, totalmente dócil y entregado. El placer es tan intenso que llego al borde del orgasmo. No es igual que cuando entra en juego mi clítoris, pero es una sensación tan, tan excitante... Creo que L. se va a correr, me preparo para recibir su estallido dentro de mi culo, lo deseo, lo quiero, casi podría decir que lo necesito...

Pero mi amo tiene otros planes. Lentamente saca su polla de mi agujerito, con tal dedicación que hasta de su retirada disfruto. Y se saca la gomita. Sé por qué. Recoloco mi postura como puedo, no es fácil con las manos atadas bajo mi cuerpo. Abro las piernas y le ofrezco mi sexo, ardiente, inflamado de deseo, empapado por el placer sentido y por el esperado. Esta cuerda que me nubla la visión... Cuando L. de pie delante de mí me penetra, mi sensible clítoris percibe algo que a mis ojos se les ha escapado. El tercer elemento. El otro juguete. L. se ha colocado el anillo en el pene. Yo misma se lo regalé, pero ya está estrenado, no como la cuerda...

Con los movimientos de L. los extremos metálicos del cuero con que está hecho el anillo estimulan mi clítoris, para eso fueron diseñados. La presión provocada por el anillo me hace sentir la polla de L. más dura y poderosa. El roce del juguete en mi sexo me encanta. Si no tuviera las manos atadas cogería las nalgas de L. y le forzaría a aumentar el ritmo. En lugar de eso, se levanta, me incorpora y me gira. Libera mis manos de sus ligaduras y dejando la cuerda alrededor de mi cuerpo, besa mi espalda mientras apoya mis manos delante. Así, a cuatro patas y con la cuerda sé lo que parezco,  una perra... Y en ese momento, como tal deseo que me posea. Arqueo orgullosa el lomo y me penetra, una vez más. De pronto, ¡zas! un cachetito en mi nalga, me hace contraer la pelvis, aumentando el placer de ambos, ¡zas! otro azote, por el sonido parece mucho más fuerte de lo que yo lo siento, de nuevo me contraigo apresando el pene de L. en mi sexo, ¡zas! el rítmico vaivén de sus caderas se incrementa, ¡zas! me voy a correeeeer, ha girado el anillo así que mi botoncito aún recibe su estímulo. Sus embestidas se hacen más profundas, más intensas. Sus manos aferran mis caderas y las desplazan al compás de su ritmo.Ufffff!

Me saca la polla y me gira, sólo le queda un orificio que explorar hoy... acerco mi boca y me meto su pene en ella. Inicio con mi cabeza un movimiento masturbatorio pero apenas me da tiempo a más. L. saca su polla justo a tiempo de correrse junto a mi boca, su leche me salpica y baja por mi cuello hacia mi pecho... Cuerda estrenada. Funciona.

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