Feliz, feliz en su día

Conocí a K. en un cumpleaños. A K. y a J. No sé si ellos se conocían previamente, a ambos me los presentó la anfitriona. Congeniamos y en poco rato estábamos charlando amigablemente, copa en mano. Al menos hasta que nuestra charla quedó interrumpida por... digamos que por la entrega de un regalo a la cumpleañera. Sólo que el regalo no llevaba lazo, venía suavemente envuelto en una toalla. O mejor dicho, envuelta.

Una amiga de la homenajeada, sabia conocedora de sus gustos y apetencias, decidió regalarle un buen rato de sexo y, acercándose a ella, le puso los brazos al cuello y ambas se fundieron en un profundo beso cargado de morbo y pasión. Por supuesto, ninguno de los invitados osamos interrumpir. Al contrario, manteniendo una prudente distancia, todos los allí presentes nos dispusimos a disfrutar de tan grata escena.

Las caricias siguieron a los besos, por la cara, el pelo, sus cuellos, luego bajaron a los hombros, brazos y espaldas. La toalla cayó, el vestido también. Y sus caricias, sus besos se hicieron más intensos. Sin separarse la una de la otra se desplazaron a la cama, seguidas prudentemente por algunos espectadores silenciosos. Lógicamente la escena tuvo algún otro efecto secundario, al menos en mí, y me consta que en algunos más. Sentí cómo el calor me invadía, mi respiración se volvió más agitada y percibí cierta humedad en mi tanguita.

Pensé en ir a refrescarme en la piscina, se lo comenté a L. y le gustó la idea, así que nos desnudamos y nos metimos. K. se nos unió y se sentó junto a mí, bromeando sobre el supuesto efecto del agua sobre el órgano masculino, que en su caso desde luego no se estaba produciendo, como tuve ocasión de comprobar. Quizás fuera verdad que a L. le daba algo de frío, quizás pensó en dejar vía libre a K., no sé, y no he querido preguntarlo... L. salió del agua y se fue directo a la sauna para entrar en calor. Y vaya si entró, ya lo creo.

Desde la ventanita de la sauna, tenía una visión privilegiada de la piscina y sus ocupantes, en ese momento K. y yo. Abandoné mi sitio junto a K. para situarme en un lugar mejor, justo delante de él, sentada sobre sus rodillas y con mis tetas a la altura de su cara... y de su boca. Desde su puesto de vigilante L. solo podía ver ahora mi espalda y los brazos de K. que me rodeaban y acariciaban mientras su boca susurraba en mi oreja y me decía lo mucho que le gustaba mi cuerpo, mi boca, mi perfume, hasta mi peinado alabó... y a mí, que no me gusta ni nada que me digan cosas bonitas... sus palabras me hacían derretir. Sin dejar de besar su cuello, cogí su miembro entre mis manos y comencé a masturbarle. Su boca buscó ávida a la mía, sus manos asieron mis nalgas acercándome más aún a su cuerpo. A nuestro lado apareció J., que nos había visto y se animó a darse un bañito también, colaborando con sus suaves caricias al morbo del momento.

Tras secarnos, nos fuimos los cuatro a una cama, a jugar un poquito. Tumbada entre K. y J. tomé sus dos pollas una en cada mano y las acaricié y masajeé, sintiéndolas crecer entre mis dedos. L. me abrió las piernas y buceó en mis profundidades. Al hacerlo sujetaba mis nalgas acercando mi cuerpo a su boca, con lo que la sensación era aún más placentera. Cuando mis dos nuevos amigos presentaban una considerable erección, giré la cabeza hacia K. quien, sin dudarlo, introdujo su pene en mi boca, que ya lo esperaba ansiosa. Aún masturbando a J. succioné con fuerza aquel enorme miembro y lo recorrí con la lengua, saboreándolo. Luego invertí posiciones y masajeé la polla que acababa de comerme mientras lamía la verga de J. Todo esto mientras disfrutaba de la estupenda comida de coño con que mi chico me estaba obsequiando. No deja de asombrarme mi propia capacidad de disfrute...

En algún momento me incorporé. Había probado la sensual boca de K. pero la de J. aún no, y me atraía. Acerqué mis labios a los suyos, le besé suavemente y me correspondió. Una vez superada esa barrera, porque yo no me morreo con cualquiera, todo fue muy rápido. Su boca, abierta, abarcó la mía, mordisqueó con cuidado las comisuras de mis labios, dejó que mi lengua penetrara en su boca con fuerza, la entrelazó con la suya y luego la sacó, recorriendo con ella mis labios, por dentro y por fuera, con tranquilidad, seguro, como quien sabe lo que hace.

Durante unos minutos continuamos los cuatro con aquel intercambio de bocas, manos y pollas, dejando que el aire se llenara de nuestros gemidos. Noté algo cálido en mi mano, y comprendí que J. había alcanzado el orgasmo. Muy prudente, me besó con calidez y salió de la habitación. Ahí le perdí la pista hasta que, mucho rato después, vino a despedirse. Unos días después me contó que, poco antes de correrse en mi mano, un amigo suyo se había acercado a nuestro pequeño grupo y había colaborado en su corrida, yéndose luego juntos a... ¡conocer a más gente! Me puse aún más cachonda cuando me lo contó, madre mía, ¡qué vicio tengo!

En fin, el caso es que pensé que había llegado el momento de dejar de comer y empezar a follar, y sin más, le pregunté a L. si quería que K. me follara. Creo que a eso se le llama una pregunta retórica, cuando preguntas por preguntar, porque ya conoces la respuesta... ¡Claro que quería, con lo que le pone! K.  se puso el condón y se tumbó en la cama, yo me senté a horcajadas encima de él y me la metí, mmmm... pero tuvimos un problema, no se si he comentado algo acerca del tamaño de la polla de K... supongo que los preservativos estándar no están diseñados para penes no-estándar y... en pocas palabras, tuvimos que cambiar de planes sobre la marcha e improvisar otro final... Yo siempre trato de ser positiva así que pensé "uy, pues vamos a tener que quedar más veces porque a mí esta polla me folla, ¡vaya que si me va a follar!". Eso lo pensé exactamente cuando, bajando de mi montura, volví a poner la poderosa verga de K. a la altura de mi cara y terminé de cascarle una buena paja, que finalizó llenando mi cuello, mis tetas y mi cara de su leche.

Tal fue la fuerza del chorro que tuve que ir al baño, a pasar por la ducha. Cuando salía, me topé en el pasillo con "el regalo de cumpleaños", una mujer de lo más morbosa que, acariciándome el brazo, me susurró una tentadora proposición. Pero mis chicos se habían quedado en la cama esperándome y, aunque seguramente lo hubieran entendido, no quería darles plantón. Así que, en lugar de seguirla a ella y al chico que la acompañaba en ese momento, le propuse posponer, que no aplazar, nuestro encuentro. Sonriendo aceptó, me beso con dulzura, y volví a la habitación así como flotando.

Como hacía ya mucho rato que nos habíamos "retirado" salimos a ver cómo iba la fiesta. La cosa estaba animada, disfrutamos otro ratito de charla, risas, picoteo. Poco a poco algunos invitados comenzaron a irse, entre ellos J. y K. que se despidieron muy cariñosamente de mí. Interpreté que lo habían pasado bien en nuestro encuentro. Yo también. Pero L..., bueno, evidentemente no lo había pasado mal, pero sabía que no había sido suficiente, ni mucho menos. No había follado, no se había corrido, no me había visto follar a mi, en fin, que aún no nos íbamos.

Bueno, nos íbamos pero no a casa, sino a otra habitación. Solos. Me subió a la camita y cogiéndome las dos manos, las apoyó en la pared, forrada de espejo. Ante mis ojos, mi propia imagen, desnuda, excitada, L. detrás de mí, con su polla erecta en la mano. Vi mi cara de placer cuando L. me la clavó, entera. Mis manos resbalaban por el cristal con cada embestida, las suyas amasaban mis pechos; su respiración refrescaba mi nuca, al tiempo que la mía empañaba el espejo. En una esquina se reflejaba la puerta, entreabierta. Y en la penumbra, una silueta. Alguien nos espiaba. Reconocí al marido de una de las invitadas... Mmm...me gustó tanto la idea que lo único que pensé fue "espero que se esté tocando". Poco después de que L. me girase y me colocase de cara a él, la puerta se abrió de nuevo. Esta vez se asomó una pareja, que pidió permiso para entrar. Se situaron en una esquina, contemplándonos pero sin acercarse, como sin querer interrumpir, abrazados y acariciándose. Enseguida reconocí a la chica de la proposición tentadora en el pasillo. De nuevo, me excitó la idea de que me viera, de que viera cómo L. me follaba.

Porque me folló, claro que me siguió follando. Subió mis piernas por encima de mi cabeza y sin soltar mis tobillos introdujo su polla en mi coñito y empezó a moverse rítmicamente. Ahora era él quien se veía en el espejo, a mis espaldas. También veía sin duda a nuestra pareja de espectadores, que se entregaba a su propio juego de besos y caricias. Su ritmo aumentó, sus muslos chocaban con fuerza contra mis nalgas, mi sexo caliente albergaba a su polla, a punto de reventar. Entraba y salía, rápido, más rápido, más... hasta que sentí cómo estallaba en mi interior provocando a su vez otro estallido que me ardió en las entrañas. Con la fuerza del orgasmo, me sacudí alzando los brazos hasta el cuelo de L. quien besándome, me sugirió ir a despedirnos de la anfitriona y a agradecerle tan buena organización de la fiesta. Y eso, justamente, es lo que hicimos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

First Dogging

Verte con ella

Mi primer pub liberal