Cuatro polvos y un calentón

Nada, que le había perdido el "miedo" a ir sola al pub, más concretamente, en palabras de L., le estaba cogiendo gusto. Después de las dos o tres primeras veces, ya era más fácil. Quedaba directamente allí con L., que venía al salir del trabajo, y así mientras le esperaba yo me iba tomando una cerveza, charlaba con alguien, hacía amigos y, si surgía algo más, luego se lo contaba, jeje... ¡qué morbo! Ya desde casa y durante el camino le iba poniendo mensajitos para que la espera fuese mucho más entretenida, divertida y morbosa... le contaba cómo iba vestida, cuando bajaba del metro, el momento de entrar… le informaba de si me iba al jacuzzi o si había visto a alguien con quien me apetecía algo más… una vez incluso le mandé una foto desde el cuarto de baño, creo que aquello le puso a cien jajaja. Miento. No lo creo, lo sé.

En fin, que en mi nueva faceta de “chica sola” me dirigí de nuevo allí esa mañana. Cuando entré había poca gente, lo que no me extrañó nada, ¡con este frío! En la barra en ese momento había tres o cuatro hombres solos que me miraron con atención al entrar. Alguno de ellos se acercó a conversar, incluso a invitarme al jacuzzi pero... ufff me daba pereza y además necesitaba entonarme un poco. Llevaba ya un ratito cuando el chico que estaba junto a la puerta al entrar yo, y que no me había quitado el ojo de encima desde ese momento, se sentó a mi lado. La camarera empezó a charlar con nosotros. Él solo llevaba una toalla en la cintura, así que cuando, tras un rato de animada charla, nos presentamos y fui a ponerle la mano en el hombro pensé que mejor no lo hacía y retirándola, simplemente le besé en ambas mejillas. Él, C., se dio cuenta y me preguntó si pasaba algo, a lo cual, riendo, le contesté "es que si te toco con esta mano, me vas a odiar" y con mi mano aún helada de la calle, rocé suavemente su brazo. Sonriendo, me aseguró que no le importaba. Tomó mis dos manos y las acarició y masajeó para calentarlas, poniéndolas finalmente en su cálido pecho.

"Cierto -le dije- ahora están mucho mejor, pero no sé si es suficiente" y lentamente bajé las manos hasta su pene, que en respuesta levantó la toalla. No, no parecía importarle. Al contrario, puso su mano sobre la mía y dirigió mis caricias mientras que su otra mano recorría mi espalda. Le susurré que iba a acercarme a ver si el jacuzzi estaba calentito y me siguió. La temperatura del agua me pareció estupenda pero me seguía dando pereza... quizás más tarde...

Pensaba volver a la barra, ¡palabra! pero durante el trayecto de vuelta C. me puso las manos en los hombros y comenzó a masajearme... y en lugar de seguir recto hacia la barra, mi GPS interno decidió modificar el rumbo, giré y tras atravesar la zona de las mesas me encaminé directamente hacia el cuarto oscuro, con mi inesperado masajista pegadito a mí.

Al llegar a la pista oscura, frené en seco y me volví, quedando mi cara a escasos centímetros de la suya. Tomé las manos de mi acompañante y las deslicé por mi cuerpo, buscando con mi boca la suya. Respondió con avidez, sus labios abarcando los míos mientras sus manos sujetaban mi nuca y mi espalda. El ardor de su cuerpo pegado al mío solo era comparable al de su boca, que recorría con ansia la mía, mi cuello y mis orejas... Cuando mis ojos se adaptaron a la oscuridad vi que en el cuarto había otro chico, pero era mi estreno yo sola, quería controlar la situación y con C. había surgido eso que llamamos "feeling"... Me sentía bien, cómoda, excitada, el ritmo de C. y el mío parecían seguir el mismo compás, sin prisas, sin agobios... de forma natural... Mmm. Por un momento acudió a mi mente la imagen de L. y supe, sin lugar a dudas, que él también iba a disfrutar de mis sensaciones cuando se lo contara.

Otro chico se acercaba a la pista cuando sugerí a C. ir a un sitio más tranquilo donde pudiéramos estar a solas. Accedió y sin soltar su mano le llevé al confesionario. Entorné un poco la puerta y los chicos que nos seguían comprendieron la señal; aunque se quedaron a disfrutar de nuestro encuentro se mantuvieron a una prudente distancia la mayor parte del tiempo... y un breve roce de mi mano apartando las suyas fue suficiente para aclarar cualquier atisbo de duda. Su actitud de respeto fue fundamental para mi.

En el confesionario, C. siguió besándome y acariciando todo mi cuerpo. Desabotonó mi blusa y, encantado al descubrir que debajo solo estaba mi piel, enterró su cabeza entre mis pechos, que devoró con ganas. De alguna manera me subió de pie sobre el diván y continuó lamiendo mi pecho, mi vientre, al tiempo que sus manos me agarraban por las nalgas... Me dio la sensación de que nuestros espectadores disfrutaban de lo lindo de aquella improvisada actuación. Mi cuerpo se contoneaba allí subida, con las manos agarradas a las rejas, en la penumbra. C. abrió la cremallera de mi pantalón y su lengua dibujó el contorno de mi pubis depiladito, que ya palpitaba anticipando el placer que me esperaba. Con cuidado, C. me tumbó en el diván y subiendo mis piernas me sacó las botas, besándome cariñosamente los pies. Con mis piernas en alto y sin dejar de besarme y acariciarme, me quitó los pantalones y el tanga y, como si me besara en mis otros labios, los superiores, su boca fue abriendo mi sexo, sus dientes y su lengua tiernamente provocaron una cálida y húmeda acogida y mi zona más íntima se abrió para recibir su boca.

C. se tomó su tiempo, jugó con su lengua en mi coñito, despacio, disfrutando y haciéndome disfrutar. Sus manos volaban sobre mi cuerpo, tan pronto en mis tetas como en mi vientre, acariciando mi clítoris y explorando mi culito. Los otros chicos se masturbaban junto a las rejas, sin molestar. Mi excitación iba en aumento y pronto llegó un punto en que mi sensible piel se erizó, una conocida sensación de calor interno me recorrió, me oí a mí misma gemir y mi espalda se arqueó en un espasmo. Justo en ese momento el dedo con que C. jugaba en torno a mi agujerito de detrás efectuó una ligera presión y se introdujo en él, la lengua también se introdujo pero en el otro orificio, provocando mi orgasmo.

Con ambas manos sujeté la cabeza de C. y le hice incorporarse. Le besé con pasión en aquella boca que tan buen momento acababa de regalarme y le pregunté si también iba a querer follarme. Me respondió con todo el cuerpo. Claro que iba a querer. Pero primero quería otra cosa. Agaché la cabeza y enseguida mis labios se encontraron con su miembro. Tenía una buena erección, y estaba caliente, y húmedo. Mi lengua saboreó su salado líquido y recorrió varias veces su pene antes de metérmelo por completo en la boca. Le puse ambas manos en las caderas y empecé con un ritmo suave, que poco a poco fui aumentando. Su polla entraba y salía de mi boca, casi rozaba mi garganta. De vez en cuando, para tomar aire, la dejaba fuera y la besaba, desde los huevos hasta el capullo, que volvía a devorar con fruición. Volvió a dirigir su mano a mi coño y a acariciarlo. Debió de verme receptiva porque con un suave movimiento y casi sin sacar la polla de mi boca me tumbó y se colocó sobre mí, en un 69 que mantuvimos durante unos minutos. Los justos para que, levantándose, me susurrara al oído “ahora sí que me gustaría follarte” “¿cómo te apetece?” “como tú quieras” “¿te gusta a cuatro patas?” “me encanta a cuatro patas” Y durante esas cinco frases susurradas, C. había cogido un condón y se lo había puesto.

No me bajó, me giré quedando de rodillas, de espaldas a él. Mis manos apoyadas en la camilla. Las suyas en mis caderas. Solo tuvo que orientar su pene y… entró sólo. Yo tenía tal nivel de lubricación que no hizo falta nada más. Su polla se abrió camino muy fácilmente y C. comenzó a empujar sin soltarme. Tras dos o tres embestidas, alcé las manos apoyándolas en la pared. Rihanna sonaba en ese momento, no era la primera vez que un desconocido me follaba en esa habitación con la misma música de fondo... pero la otra vez L. estaba a mi lado. C. no dejó de moverse, su ritmo era cada vez más rápido, como el de la canción, sus huevos chocaban contra mí, una y otra vez, una y otra vez. Sentí que llegábamos al orgasmo, su miembro se puso más duro aún dentro de mí, me penetró una vez más con fuerza al tiempo que de su garganta salía un profundo gemido. Nuestras piernas se tensaron y le sentí estallar dentro de mí, sí, incluso con la gomita… sentí su leche, ese chorro a propulsión que me llegó directamente hasta el centro del placer y luego… la relajación… ufff.

Me abrazó y besó por la espalda, me preguntó si me había gustado… a la vista saltaba pero aún así le respondí. Por supuesto, me había encantado, la verdad. Le besé yo también y recogí mi ropa, invitándole a acompañarme al jacuzzi, ahora sí.

Y en el agua estábamos cuando apareció L. Su sonrisa cuando nos vio allí jugueteando sólo se quedó pequeña ante la que puso después, cuando le confesé que… ¡casi me había pillado follando! Pero eso fue después. En ese momento sólo le saludé, le presenté a C. y mientras él iba a por una cerveza a la barra, C. y yo salimos a secarnos a la sauna. Allí volvimos a hablar de lo mucho que nos había gustado el polvo y como me pareció que C. se me animaba otra vez, jugueteé un poco con su polla, insaciable. L. se asomó por la ventanita y sonrió. Como L. iba vestido y no era plan de meterse así en la sauna, le dije a C. que iba a salir. Lo entendió perfectamente y además él ya tenía que irse así que, con un beso, nos despedimos agradeciéndonos mutuamente el buen rato pasado y salimos de la sauna. ¡Quién me iba a decir a mí que solo una semana después íbamos a tener ocasión de repetirlo! Jajaja, pero eso será otro relato… y de este aún me quedan tres polvos…

Me senté con L. a tomar una cerveza. Ni un minuto me dejó respirar. Quería que le contara qué había pasado. Y yo quería contárselo. Así que nos sentamos y punto por punto le relaté mi experiencia. ¡Cómo se puso! Ufff, es genial cuando lo compartimos pero la excitación de contárselo, de que él anticipe, suponga, adivine, escuche… Desde mitad de relato ya observé cómo su polla luchaba inquieta por salir de su bragueta. Temí que la hiciera estallar y no había traído ropa de repuesto así que la liberé. Sin cambiar de sitio, allí sentados junto a la mesita. Por un momento pensé que me follaba allí mismo pero no, me acarició, me besó salvajemente, su boca bajó a mis pechos y los devoró con ansia… pero no me follo todavía. Sin abrocharse el pantalón me pidió ir al cuarto oscuro, donde había comenzado mi encuentro con C.

Allí volvió a preguntarme, recreándose en la situación. Me sentó en la banqueta y me abrió las piernas, saboreando mi sexo, que acababa de ser follado por otro hombre… Luego me puso de nuevo de pie, me recorrió con sus manos, con su lengua… “déjate hacer” me dijo… y pronunció la palabra que anula mi voluntad, la que hace ya mucho tiempo acordamos como contraseña, ante la cual mis sentidos se doblegan y yo ya no soy dueña de mis actos, porque lo es él. Al decirla, ya no puedo pensar, no debo pensar, ni decidir, sólo disfrutar, dejarme llevar por Sus deseos, cumplir Sus órdenes. Me vendó los ojos con la toalla y me condujo desnuda y ciega a otro lugar. Por la escasa distancia supuse que estábamos en la habitación de la cama grande. Me dejó de pie y continuó con su sesión de besos y caricias. Pronto percibí otra presencia, a mi espalda.

Otras manos me recorrieron, una polla dura y encerrada en un pantalón se clavó en mi espalda. La de L. no era, la tenía en una mano por delante de mi cuerpo. Esa otra respiración que sentía en mi nuca era agitada también, al contrario que sus manos, pausadas y lentas sobre mi cuerpo. L. me tomó por la cabeza y me inclinó para que se la chupara, lo que hice de inmediato. Desde mi posición con el culo en pompa, un sonido rasgó el aire, el envoltorio de un condón. El que un instante después protegía a la polla que se abría camino en mi coñito. De nuevo unas manos en mi cadera, pero estas no las conocía. Tampoco la verga que me follaba. Pero me gustaba. Me dejé llevar. Unas manos acariciaban mis tetas.

Me pareció notar algún movimiento extraño, algún cambio. Sí, de repente estuve segura. La polla que me seguía follando, cada vez con más fuerza, no era la de L., pero la que tenía en mi boca, ahora tampoco lo era. Alguien había ocupado su puesto. Y yo seguía allí, con los ojos vendados. Los dos chicos parecieron coordinar su ritmo, sin palabras, y empezaron a moverse al unísono. Uno entraba y salía en mi coño, el otro al mismo tiempo en mi boca. No íbamos a poder aguantar demasiado tiempo ese ritmo enloquecedor, seguro. Y así fue. De pronto el chico que estaba tras de mí se puso tenso, se sacudió y… se corrió dentro de mí. Mientras me la sacaba, el otro chico me levantó la cabeza y me besó en la boca. Entonces L. me quitó la venda y, tumbándose en la cama boca arriba me ordenó que me pusiera sobre él y se la mamara.

Lo habría hecho aunque no lo estuviera deseando, pero es que además lo deseaba. Mucho. Me puse sobre él, manteniendo mi postura a cuatro patas e invitando al otro chico a que se nos uniera. Le oí quitarse la ropa y acercarse a mi espalda. Me acarició con suavidad, recorrió con sus dedos mi columna vertebral y se detuvo en mis caderas, iniciando de nuevo el camino ascendente pero ahora por mis costados, acarició mis pechos, pellizcó mis pezones, se inclinó hasta rozar con sus labios mi espalda y al hacerlo su sexo rozó el mío. Continuamos con el juego de caricias un poco más, L. le animó a ponerse un condón y… una polla se adentró en mí… la tercera de la mañana.

Despacio, muy despacio, avanzando poco a poco, me penetró para, a continuación, volver a salir a la misma velocidad, haciéndome sentir cada milímetro. Y de nuevo, otra vez el camino inverso. Acoplé el ritmo de mi mamada al suyo, y comencé a recorrer la polla de L. con mis labios despacio, con mucho cuidado, hasta llegar al capullo y jugar allí con mi lengua y mis dientes… Y así, con mucha calma, el tercer desconocido me llevó hasta las cotas más altas del placer, corriéndose poco después dentro de mí…

Podría pensarse que yo ya estaba satisfecha, o cansada, o no sé qué… pero la verdad es que no, que estaba tan cachonda que tan pronto recuperé el resuello me lancé sobre L. y le solté un ultimátum “o me follas o nos vamos”… No me dejó acabar la frase. Se incorporó, ocupó el puesto del chico anterior, en su misma postura de rodillas ante mi, que seguía a cuatro patas y ¡me echó un polvooooo!!!! Guauuuu, ¡el cuarto de la mañana! Teníamos tal calentón encima, estábamos tan excitados por lo que había ido ocurriendo en el transcurso de la mañana… su polla estaba tan hinchada, tan dura… cuando sentí que se corría, un escalofrío recorrió mi cuerpo y me hizo estremecerme llegando los dos al orgasmo casi al mismo tiempo mmmm.

¡Ufff! Cuatro polvos. Vale. Podía considerarse que me había cundido la mañana. Me pegué una ducha y fui a vestirme. Junto a las taquillas coincidimos con una amiga que había venido con un chico nuevo, o casi. Le explicaba cómo estaba distribuido el local y él se fue a echar un vistazo. Cuando volvía, L. sonriendo me ordenó “ve y bésale”. Sus deseos son órdenes. Me dirigí hacia él, le eché los brazos al cuello y le pegué un morreo descomunal. Sonriendo y con cara de no entender nada me dijo “Mmmm. Gracias”. Yo también me reí, y susurré “cumplo órdenes, pero… me ha gustado” y dándome la vuelta regresé junto a L. y nuestra amiga, ambos partiéndose de risa al ver la cara del chaval. Entonces L. le preguntó “¿has estado ya por aquella parte de allí?” y señaló su derecha. El chico dijo “aún no, voy a ver qué hay” y se perdió por el pasillo. Lo intuí, en cuatro segundos yo había recibido nuevas órdenes y corría hacia una pequeña habitación a nuestro lado a la que, si el chico finalizaba su recorrido, sin duda llegaría.

Estaba tan oscuro que no me vio. Cuando llegó, miró a su alrededor y ya se daba la vuelta cuando le susurré “¿has mirado bien, bien, bien?” Incluso en la penumbra vislumbré su sonrisa. Me subí a la pequeña cama y levanté mi camiseta, acercando mi boca a la suya. Puse de nuevo las manos alrededor de su cuello pero cuando empezó a besarme las bajé hasta alcanzar las suyas. Las deslicé por mi cuerpo hasta mis tetas desnudas, que acarició con pudor. Le dejé hacer y luego me separé lentamente de él, diciéndole “es que si no miras bien, te puedes perder partes de la habitación…” Rió y dijo “desde luego”. Salí, L. me esperaba ya vestido. Nos despedimos y… estoy segura de que mi amiga disfrutó de su amigo, que ya se había quedado un poco… calentito… el resto sin duda les correspondía a ellos.

Comentarios

  1. Uy qué larga me ha salido esta historia... igual debería haberla publicado en dos veces... ¿o mejor así?

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  2. ufffff magnifico relato, si es largo pero cuando lo empiezas a leer te engancha de tal manera que no das parado de leerlo he imaginarte cada situación tan morbosa y con la pasión y entrega con que lo vives y lo cuentas que me hace disfrutar y tener una erección descomunal
    Gracias Nina por hacerme pasar unos momentos tan placenteros mientra lo leeo. Bssssssssss y sigue asi con tu "divertida vida sexual"

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  3. Así está perfecta! Es verdad que cuesta leerla del tirón sin que te haga daño la erección jejejeje.

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  4. Jeje, bueno, si ese es el problema... no creo que en las normas de lectura de mi blog ponga nada relacionado con no poder correrse a mitad, o en diversos puntos... jejeje... chicossss!!!! que aguantarse una erección es malísimo, que luego trae problemas serios, de verdad. Si hay que correrse varias veces en un mismo relato ¡qué se le va a hacer! Besossss. Gracias por vuestros comentarios. Me gusta saber que me leéis y disfrutáis...

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