Otra apuesta perdida

Ese vicio que tiene L. por apostar, a cualquier cosa, a que gana su equipo, a que mi amigo me llama esta semana, a que pasa una moto antes de cinco minutos… a lo que sea. Y esa manía mía tan tonta de entrar al trapo. Y de perder… no sé cómo lo hago pero suelo acabar perdiendo, sea lo que sea. Sobre todo, si la prenda a pagar es sexo, que es lo habitual entre nosotros: un striptease, un paseo sin ropa interior, o con las bolas chinas puestas, una “sorpresita”, una hora de “esclavitud sexual”, cosas de esas… lo normal.

Justamente hace un par de días volvió a ocurrir. Volvió a retarme. Volví a aceptar. Y volví a perder. Así que tenía 48 horas para prepararle a L. una sorpresita sexual, algo sencillo. Delante de la tele me devanaba los sesos, que no los sexos, pensando qué demonios iba a prepararle cuando anunciaron un programa de esos de “Mi cámara y yo” o algo así. Y entonces lo tuve claro. Sólo tenía que buscar el momento, cuando estuviera sola en casa, bueno, sola con mi móvil. El momento llegó al día siguiente.

Improvisé un estudio de grabación en un santiamén. Coloqué estratégicamente el móvil en la mesilla y me tumbé en la cama tras despojarme de los pantalones y del tanguita. Tras un par de pruebas conseguí un buen ángulo así que, sin perder la postura, volví a colocar el móvil en su sitio, pero ahora ya encendido, grabando. Mi móvil y yo. Bueno, y un juguetito que me había dejado al alcance de la mano, jejeje, por si acaso.

Tumbada  y desnuda comencé a acariciarme. Justo el día de antes me había depilado el coñito y mis dedos suavemente recorrieron mi sexo, despacio, aunque la sorpresa era para L. me proponía disfrutar yo también, claro. Pensé cómo le iba a presentar el regalito, cómo iba a reaccionar, qué iba a ocurrir después… pronto sentí que mi humedad aumentaba, así que introduje uno de mis dedos un poquito en mi vagina y lo empecé a mover. Muy despacio lo saqué, lo metí otra vez y otro de mis dedos empezó a jugar con mi clítoris, acariciándolo, rodeándolo, presionándolo… cada vez estaba más húmeda, más excitada… con la otra mano acaricié mis pechos, mis pequeños y duros pezones…

La situación me parecía de lo más excitante, sola encima de la cama, masturbándome, grabándolo… pero no quería correrme todavía, quería añadirle algunos “efectos especiales” por así decirlo… Junto al móvil, en la mesilla, había dejado el consolador. Y en el cajón está el bote de lubricante, no es que me hiciera mucha falta pero me encanta la sensación que produce así que le puse un poco al juguetito y lo acerqué a mi coñito.

Jugué con él entre mis labios, que lo esperaban ansiosos, y poco a poco lo introduje… ufff, entró tan dócilmente… cuando había metido la mitad más o menos, comencé a moverlo de forma circular con una mano, mientras con la otra estimulaba mi clítoris… mmm… es una lástima que el móvil no grabe sensaciones…

Con dos deditos sujeté el consolador y empecé a follarme con él, mi otra mano continuaba acariciándome  en mi punto más cálido… un poco más, más, más… el vibrador entró completamente en mi sexo, empapado y cálido, ávido de placer… de nuevo lo giré despacio dentro de mi y en ese momento el placer me llenó, me desbordó, me sacudió y ya me olvidé de todo, del móvil, de la mesilla… de todo menos de esa espectacular corrida que me había procurado yo solita, o casi…

Por la noche L. reclamó su sorpresa. Y realmente se sorprendió. Le hice sentarse en el sofá y empecé a propinarle una mamadita. Y cuando más calentito estaba, aunque sospecho que algo decepcionado por una sorpresa tan “light”, le alcancé el móvil y le puse la película, mientras yo terminaba mi faena. No me gusta dejar cosas a medias. Ahí sí que se sorprendió… y antes de que acabara el pase privado… ya se había corrido también él… mmmm…