Tímidamente (I), preliminares

Mientras iba a buscarle a la boca del metro me decía a mí misma que no iba a ocurrir nada. Él es muy tímido y aunque hace un montón de años que nos conocemos y hemos bromeado con el tema infinidad de veces, la cosa nunca había pasado de ahí, de risas y bromas. Hasta hace unos meses. El típico día tonto que vas buscando ciber y se te ocurre planteárselo a tu amigo de toda la vida, pensando que te va a considerar una guarra y una degenerada… y resulta que le encanta la idea. Y tenéis ciber. Y luego otro día. Y otro. Y como entre su ciudad y la mía hay casi 1.000 km. no te planteas nada más. Al menos en serio.

Y un domingo recibes un mensaje “Estaré en Madrid esta noche ¿tomamos algo?”. Y la piel se eriza, el corazón se acelera, la fantasía vuela… y un pensamiento se impone “no se va a atrever”. Y con ese pensamiento en la mente se lo comenté a L., que vio lo que yo no veía, esa parte de la psicología masculina, y me preguntó “¿subiréis a casa, no?” Yo insistí en que no iba a pasar nada, pero que ya le contaría. Y me vestí y salí de casa a la hora convenida, a tomarme unas cañas. Nada más.
Cuando llegué ya estaba allí esperando. Le ví de lejos, tan guapo como siempre, algo más mayor, los años no pasan en balde, mejor cuerpo que la última vez que nos vimos, cuando estaba excesivamente delgado, y su estupenda sonrisa en la cara al descubrirme a su lado. La forma en que me besó ya me indicó que algo había cambiado. Igual sí se atrevía. Su boca se adaptó lujuriosa a la mía, abierta, deseando recibirme, mientras sus brazos me rodeaban haciendo que mis pechos se clavaran en su torso y permitiéndome comprobar que sólo con verme su cerebro había comenzado a lanzar órdenes a su entrepierna. Sentí su polla a través del pantalón y casi al mismo tiempo mi tanga se humedeció. ¿Y si se atrevía?
No podía con la incertidumbre así que, tras saludarnos le solté “¿caña, cena o follamos?” y con los ojillos brillantes por el deseo respondió “follamos, follamos”. Se le notaba nervioso, yo también lo estaba, había fantaseado muchas veces con este momento y ahora estaba aquí, delante de mi. ¿Qué delante? A mi lado, cogiéndome por la cintura y pegándome a su cuerpo mientras su mano acariciaba mi espalda, bajaba hasta mis nalgas…
Acordamos ir primero a tomar una caña, para darme tiempo a avisar a L. y que terminara de acostar a la chiquillería. Abrazados paseamos hasta un pub  cercano a mi casa y nos sentamos en un rincón tranquilo, uno junto al otro. De nuevo puso su mano en mi espalda y la bajó, acariciándome el culo… su cara cambió cuando percibió mi tanga y empezó a jugar con él a través del vestido. Así, disimulando, con su mano recorriendo mi cuerpo, nos pusimos al día, nos contamos los cambios familiares, laborales… mientras mi mente, y seguro que la suya, fantaseaba “sí, se iba a atrever”.  Recorrí su pierna hacia arriba hasta llegar a su bragueta y palpé su miembro, duro, firme, sugerente. De la forma más natural que me salió le pregunté “Bueno, entonces aviso a L. de que subimos ¿no?” Y con sus ojos llenos de deseo contestó “Sí”. Así, corto, conciso, tajante… Definitivamente, mi amigo había dejado la timidez en su casa, a casi 1000 Km. y por fin iba a follarme.
Puse un mensaje con el móvil a L. y por su respuesta supe que lo esperaba. Una vez más, tenía razón. Sabía que si G. había llegado hasta aquí iba a ir a por todas. Media hora después entramos en casa.
Y con nosotros, de nuevo su timidez. Se le notaba nervioso, así que nos sentamos en el sofá, él bastante tenso, me quité las sandalias, nos servimos unas copas y continuamos charlando tranquilamente. Poco a poco se fue relajando, se acercó a mi y él también se quitó los zapatos. L. se unió a nosotros en unos minutos y bromeó acerca de si ya estábamos cómodos. Riéndome me puse de pie, levanté mi vestido y me saqué el tanga, lanzándolo por el aire. “Ahora mucho mejor”, contesté. Y G. rió excitado.
Es más difícil meterse en situación cuando te une una relación previa con el tercero en discordia. Una relación no sexual… así que yo también estaba algo nerviosa y empecé a juguetear con mi vestido. L. aprovechó la ocasión y comentó que le gustaba mucho porque ofrecía múltiples posibilidades, y mientras, con un rápido gesto, me bajó la parte superior hasta dejar mis pechos al aire. Respondí que también la parte de abajo era muy práctica y la subí hasta los muslos. En ese momento, G. extendió su mano y acarició mi pierna. De repente, no sé muy bien cómo, ellos también tenían los torsos desnudos y se habían quedado en calzoncillos.
Sentados en el sofá, yo en el centro, comenzaron a acariciarme las piernas, las tetas… primero L., enseguida G. y mientras uno me tocaba el otro me besaba, y luego al revés. Pronto mi vestido también estuvo fuera, junto con sus calzoncillos. G. se tumbó a mi lado y cogí su polla, empezando a movérsela, sintiéndome excitada al sentirla crecer en mi mano. Me atrajo hacia él y me tumbó mientras me acariciaba el coño. Entonces L. se puso al otro lado y entre los dos me besaron, me tocaron, me acariciaron, me mordisquearon… mientras L. me acariciaba el sexo y G. besaba mi cuello, yo le meneaba la polla a él. L. me colocó sobre G. y comenzó a comerme el culito al tiempo que yo me metía la polla de G. en la boca y se la mamaba.
A la misma velocidad que las velas se iban consumiendo, G. fue perdiendo su timidez. Cambiamos de postura y me recosté apoyada en L. que me masajeaba las tetas, para cascársela ahora a él. G. no perdió el tiempo, se abalanzó sobre mi coño y… ¡uffff, vaya comida! Su lengua, moviéndose primero lento y luego a gran velocidad sobre mi sexo, lo lamió por dentro y por fuera, lo chupó, lo succionó, entró y salió, provocando oleadas de placer dentro de mi hasta que, justo cuando L. se metió mi teta en la boca, finalmente me corrí con gran satisfacción.

Definitivamente, se iba a atrever... la noche no había hecho más que empezar. La  única noche de G. en Madrid tras tantos años… seguro que íbamos a aprovecharla.

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