Dulce tortura

Viernes y no me tocaba currar, así que me disponía a pasar una mañana tranquila, por eso de empezar bien el fin de semana. Y en estas aparece L. y me dice que ha habido cambio de turnos y que él tampoco trabaja, que si hacemos algo… Se me pasan muchas cosas por la cabeza pero se impone el sentido común, hace semanas que teníamos que ir a hacer unos recados, hoy puede ser un buen día, “te acompaño si me invitas a desayunar”. Lógicamente, accede. Y cumple. Tras los recados, que nos llevan mucho menos tiempo del que pensábamos, nos damos un paseo mientras decidimos dónde desayunar.

La mente, ¡que traicionera!, nos hace enfilar a los dos el mismo camino, y así, como quien no quiere la cosa, acabamos en una cafetería por la zona de O’Donnell. Mientras nos tomamos el desayuno, charlamos y claro, surge el tema. Estamos cerquita del pub liberal, y es viernes, está abierto por la mañana… hemos acabado pronto… claro que ir a tomar una copa así, recién desayunados… suena raro. Conclusión lógica: vamos a hacer tiempo.
 
Aprovecho para bajar al baño, ¡como vamos sin prisas! Y una vez allí mi calenturienta imaginación se pone a trabajar en busca de algo que sorprenda a L., que le sorprenda y le excite, claro. En unos segundos he desabrochado mi sujetador y deslizo las hombreras por debajo de las mangas de mi blusa. ¡Hala, al bolso! Y cuando ya voy a salir del baño, pienso “qué caray, un día es un día”. Me quito los pantalones y las braguitas, que caen al bolso junto al sujetador. Vuelvo a ponerme los pantalones y subo sonriente hasta la barra, donde me espera L. Aún es pronto, así que vamos paseando tranquilamente agarrados de la mano. En el semáforo me encargo de que note que ya no llevo ropa interior. Los ojos le hacen chiribitas. Desliza una mano por la cintura de mi pantalón y percibo cómo su bragueta aumenta al momento… mmm. Llegamos al pub.

Al entrar vemos a una pareja en un lado de la barra y en el otro extremo, un chico que, al poco rato, se va hacia el jacuzzi. Seguimos charlando entre nosotros y con las RR.PP. un buen rato. L. constata que, efectivamente no me queda nada de ropa bajo la blusa y el pantalón, me acaricia y desabrocha un par de botones, disfrutando del panorama, dice, él y cualquiera que se me acerque, jajaja. Me gusta la sensación de estar así, en la barra, tomando una cerveza y medio desnuda. Luego decidimos sentarnos en una mesita. Allí, L. me desabrocha la blusa y nos entregamos a un suave y relajante juego de caricias y besos. Cuando L. se va al baño aprovecho para darme un paseo, sé que le gusta no encontrarme sentada al regresar, buscarme por el local, imaginar lo que puedo estar haciendo…

La verdad es que hoy está todo muy tranquilo, decido acercarme al jacuzzi a ver cómo está el agua. Dentro está el chico que estaba en la barra y le pregunto qué tal, me contesta que genial, aunque no hace mucha falta, se ve que está en la gloria. En ese momento no me fijo mucho en él, la verdad, al menos en su cara, jajaja, por eso no le reconozco. De paso echo un vistazo a la sauna y salgo de nuevo a ver si encuentro a L para sugerirle ir al jacuzzi. Nos desnudamos y vamos hacia allá. Ahora está vacío y a L. no le apetece mucho, prefiere meterse en la sauna, así que me meto yo sola y supongo que me observa a través del cristal. Oigo voces procedentes de la barra. Debe ser el mismo chico, o quizás ha entrado alguien más al local, a la pareja les perdí la pista hace rato. Me encantaría que en ese momento él se acercase, se metiese conmigo al jacuzzi y jugáramos un rato, con L. ahí, espiándonos a través del cristal de la sauna. Pero no viene, y yo soy muy tímida… vale, y un poco perezosa, así que no salgo a buscarle, jeje.

Un ratito después volvemos a la mesa a terminar la cerveza y ya decidimos entrar a jugar un rato. Recorremos otra vez el local, esta vez juntos, y paramos un momento en la taquilla, L. tiene que comprobar el móvil por si le han llamado y tenemos que salir corriendo… ¡espero que no! Veo que el chico de antes estaba de nuevo en el jacuzzi, aunque justo en ese momento sale y se acerca con la RR.PP. a ver no sé qué de la calefacción, o del aire, no me entero. Y entonces ya sí, me fijo en él, coincidimos una vez precisamente en el jacuzzi y luego hemos chateado alguna vez, confesándonos mutuos lectores de nuestros relatos. Le pregunto si es A. y me lo confirma, nosotros también le sonamos, claro. Nos ponemos a charlar.

Al cabo de un rato L. y yo vamos a terminar de dar la vuelta por el local que habíamos empezado antes de encontrarnos con A. Yo había visto que la mazmorra estaba ocupada, estaban dando un masaje, pero ahora al pasar por la puerta veo que ya está vacía. Al parecer han cambiado de sala… mmm, con lo que a mí me gusta esa habitación. Cojo a L. de la mano y entramos. Subiendo mis brazos meto las manos en las correas que cuelgan del techo y de pronto, L. me tapa los ojos con la toalla, me dice que espere y sale, dejándome ahí desnuda, ciega, atada, indefensa… ¡quién sabe qué puede pasar! Mmmm… ¡que pase algo! Jajaja. L. no tarda nada y cuando vuelve me quita la toalla pero me pide que mantenga los ojos cerrados, lo que cumplo obedientemente. Entonces me pone un antifaz y me ordena que no me mueva… un escalofrío recorre mi columna vertebral. Adoro esa situación, me produce un morbo tan intenso… sólo puedo obedecer.

L. termina de sujetar mis manos a las correas y poco a poco empieza a recorrer mi cuerpo a besos, suaves, pequeños, mientras yo, completamente desnuda, atada y con el antifaz puesto, me estremezco de placer. Sus manos exploran todo mi cuerpo, todas mis cavidades, haciendo que la piel se me erice, susurrándome palabras al oído. La sensación es tan placentera, estoy tan excitada, que llega un momento en que no le entiendo lo que me susurra… tengo la sensación de que hay alguien más, quizás tengamos observadores, no hemos cerrado la puerta. Sólo el pensarlo, multiplica mi excitación. Le pregunto a L. pero no me responde claramente, me dice que quizás sea mi fantasía, que me deje llevar. Y eso hago, me dejo llevar por esa dulce fantasía, por esas dos manos que, cada vez más claramente, parecen cuatro.

Alguien más me toca, me acaricia, me besa. Noto su respiración, cálida, fuerte y agitada, en mi cuello, en mi cara, en mis pechos… no sé quién es. Pero me gusta. A todo mi cuerpo le gusta. Me abre un poquito las piernas y pasa su lengua por mi sexo… uff, sé que ahora mismo no es L. No es su boca. Es otro chico. No lo pienso mucho, sólo deseo que siga, y lo sabe, y lo hace. En medio de mi nebulosa de placer, me parece oir a L. por fuera, me lo debo imaginar porque de repente le noto otra vez a mi lado. Y ahora noto algo más… algo frío, muy frío, que provoca una erección instantánea en mis pezones… mmmm… me encanta, sé lo que es… ¡un hielo! L. juega con el cubito helado en mis pechos, en mi cuello, incluso lo baja hacia mis nalgas mientras el otro chico sigue chupándome el coñito. El contraste entre el calor que siento en mi zona más íntima y el frío del hielo me enloquece. Creo que me voy a correr en ese mismo momento. Pero no, mis torturadores han decidido que aún no, y alguien me suelta las manos y me quita el antifaz.

Por supuesto el otro chico era A. mmmm… me ha encantado su forma de acariciarme y se lo digo. Le sugiero ir a una de las camas, acepta; creo que él también lo está pasando bien. L. sale a tirar lo que quedaba del hielo – poco, casi lo fundo… y nos vamos los tres a la cama redonda.

Allí me tumbo y A. se arrodilla ante mi coñito, que le recibe totalmente empapado, mientras L. se coloca al lado de mi cabeza. Y no sé yo qué me pasa a mí en esta postura, ¡que es ver la polla de L. y abrir la boca! Empiezo a comérsela, primero despacio y luego con ansia, la misma que me provoca la lengua de A. jugando en mi vagina, sus dedos que la abren, que exploran mi sexo, mi culito. Sigo mamándosela a L. hasta que no puedo aguantar más y me corro, en la boca de A. y con la polla de L. en mi propia boca. ¡Qué explosión de sensaciones!

Me ha encantado pero… ¡quiero más! Le pido a A. que me folle y me giro. Levanto la cabeza y nos veo a los tres reflejados en el espejo… una polla se me acerca por detrás, la de A. y me embiste. Gritaría de placer pero la otra polla llega por delante, la de L. y me tapa la boca. Y a ambas las acojo, las dos me penetran, una por la boca y otra por el coño, una mano me acaricia las tetas, otra me da azotitos en el culo, ¿de quién? ¡qué importa a estas alturas! Lo estoy pasando en grande, creo que no paro de gemir y de retorcerme mientras esas dos pollas se abren camino dentro de mí y me empujan, una hacia la otra.

Otro chico ha entrado en la habitación, no sé cuándo, no me he enterado, se mantiene a una prudente distancia. Apenas le distingo, sólo veo su silueta entre sombras. Es alto, y se está masturbando. Eso también me excita, se está corriendo con nosotros… Oigo jadeos, gemidos, palabras, no sé si son sólo míos o de los tres, de los cuatro, tampoco me importa. El calor aumenta por momentos y siento nuestros tres cuerpos, sudando, disfrutando. El ritmo se acelera aún más, mi sexo palpita rítmicamente y entonces A. se agarra con firmeza a mis caderas, acercándoselas más aún, embistiéndome con su poderosa verga y… se corre dentro de mí, haciéndome estremecer.

L. me mira sonriente, pícaro, me dice “creo que te ha gustado, ¿quieres una cerveza?” Sí a las dos cosas, ¡cómo me conoce!

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