Reunión de trabajo

Había quedado a cenar con mi socio. L. me había dicho ya en varias ocasiones que D. me miraba de forma especial, que seguro que yo le gustaba, que se masturbaba pensando en mí… pero yo le decía que no, que por mucho que le guste a él no causo el mismo efecto en los demás hombres y D. es tan serio… Cierto es que, pese a ser un hombre casado yo ya le conocía varios escarceos, después de todo hace más de 15 años que somos amigos y hemos compartido muchas confidencias pero el hecho de que le ponga los cuernos a su mujer con otras no significa que lo haga conmigo ¿no? El caso es que esa noche íbamos a cenar los dos solos por primera vez en mucho tiempo.
Hacía frío así que me puse un jersey gordo y pantalones. Debajo no llevaba sujetador sino una camiseta de encaje negro a juego con un culotte, para darle un toque sexy a la noche… por si acaso. Y salí de casa no sin antes prometerle a L. que le mantendría informado.
Quedamos en un bar cerca del restaurante. Como de costumbre mi socio llegó un poco tarde pero como me lo imaginaba le esperé tomando una cerveza. Mientras no paraba de darle vueltas a lo que había estado diciéndome L. Pensé si sería buena idea poner a prueba a D., ver si realmente estaría dispuesto a echar un polvo conmigo. Sí que me había tirado los tejos varias veces, pero yo supuse que siempre en broma. Había habido cierto tipo de roces entre nosotros, después de tantos años. Además del trabajo nos unía una buena amistad, muchas confidencias y por supuesto los besos y abrazos eran algo bastante habitual entre nosotros pero ¿qué pasaría si yo realmente me pusiera a tiro? Andaba yo dándole vueltas a esto y a mi cerveza cuando llegó D. Me besó en los labios, como de costumbre, se disculpó por el retraso, también como de costumbre, y pidió otras dos cervezas mientras me miraba sonriente y me preguntaba qué andaba tramando con esa sonrisa tan pícara en mi cara. Me reí al responderle “ya te enterarás, ya”. Acabamos las cañas y nos fuimos al restaurante. Por el camino, y como hacía frío, me cogió por los hombros abrazándome con calidez. Y yo, claro, sin parar de pensar en lo mío.
Sentados uno junto a otro durante la cena charlamos animadamente, de los temas de trabajo que teníamos pendientes, de otros más personales, de todo un poco. Una velada muy agradable, en la que a medida que caía el vino, nos fuimos relajando. La conversación se hizo cada vez más distendida, pasamos de temas serios a otros menos serios y poco a poco derivé la charla hacia donde yo quería… sacamos a colación una aventura que D. había tenido tiempo atrás con una cliente y que tuvo un desenlace muy divertido, nos reímos recordándolo y disimuladamente fui acercando mi pierna a la suya hasta tocarla bajo la mesa. Evidentemente él no se retiró, al contrario, en una de sus carcajadas me puso la mano en la pierna y me acarició suavemente. Me estremecí sin poder evitarlo. La cantidad de veces que D. me había tocado y sin embargo aquella parecía diferente. Me excitó. D. se dio cuenta y sonrió sin mover su mano. Seguimos charlando y riendo, dejando que el vino hiciera su efecto, y finalmente salimos del restaurante.
Al llegar a la calle, D. me rodeó de nuevo con su brazo y yo, riendo, le dije que no tenía frío, que con la cena, las risas y el vino estaba más bien “calentita” y él me atrajo hacia sí y a escasos centímetros de mi cara me preguntó susurrando que cómo de calentita estaba. Notaba su boca casi rozando la mía, su respiración en mi cara, su abrazo firme, sus piernas pegadas a las mías, ese bulto en su entrepierna… sentí que le deseaba, que si lo que L. decía era cierto no me importaría comprobarlo en ese mismo momento. Pero ¿qué estaba diciendo? ¡Era D., mi socio, mi amigo, mi compañero de trabajo!, tendría que verle en la oficina al día siguiente, y al otro, y… mmmm… ese olor, esa boca, esa respiración… noté cómo mis pezones se ponían duros al instante, como mi culotte se humedecía… no podía ser, era el vino, o el frío o… la excitación… además podía ver cómo a él le pasaba lo mismo que a mi… y decidí dejarme llevar… pensé que iba a besarme pero… riéndose me soltó y seguimos caminando uno junto al otro en silencio unos minutos. Apenas había gente en la calle y llegamos a un pequeño parque donde D. se detuvo y empezó a hablar. Me dijo que, por si no me había dado cuenta,  había estado a punto de besarme, que en ese momento lo que más le apetecería sería follar conmigo. Que entendería un no pero que esperaba que le dijera que sí. Así de simple. Luego se me quedó mirando.  Acerqué mi cara a la suya y la cogí con mis dos manos plantándole un morreo descomunal. Abrió las piernas y me situó entre ellas, agarrándome las nalgas. Luego deslizó sus manos bajo mi jersey y sentí su pene crecer al notar que no llevaba sujetador. Me separé un poco de él, siempre me ha excitado la perspectiva de tener sexo en medio de la calle pero con ese frío y allí en medio no era plan.
Entonces D. me cogió de la mano y empezó a andar rápidamente. Riéndome le pregunté que dónde iba y volviéndome a besar me dijo que a buscar un sitio mejor. Estábamos a dos calles de la oficina, que a aquellas horas estaba vacía. Somos los únicos que tenemos llave así que parecía un lugar seguro. Pero tenía que avisar a L. así que le comenté a D. que tenía  que hacer una llamada y marqué su número. Le dije, como habíamos acordado, que había acabado la cena pero íbamos a tomar una copa, así que volvería tarde. Al otro lado su voz sonó sugerente, me preguntó si tenía razón y con mi voz más neutra le dije que por supuesto, como de costumbre. Rió y me deseó que lo pasara bien y que, para participar y pasarlo también bien él, le fuera contando…
Llegamos al portal. Todo estaba tranquilo y a oscuras, como era de esperar. Tomamos el ascensor y mientras subíamos, D. se echó encima de mí y empezó a besarme apasionadamente, metiendo sus manos por debajo de mi jersey y susurrándome cuánto me deseaba. Yo tampoco me quedé quieta, la verdad, acaricié su cabeza entre mis tetas y correspondí a sus besos… me sentía totalmente excitada ante la situación. Solos en la oficina, de noche, follar con D. y mientras L. dejando volar su imaginación y masturbándose, seguro… La puerta del ascensor se abrió y me recompuse un poco mientras D. buscaba la llave y abría el piso.
Entramos en silencio, cerramos la puerta y dimos la luz de la entrada. D.se puso detrás de mí, colocó sus manos en mis hombros y empezó a besarme el cuello mientras me llevaba por el pasillo hasta su despacho. Antes de llegar ya me había arrancado apasionadamente el jersey. Paramos delante de la puerta y me levantó la camiseta, al tiempo que me besaba con ansia los pechos. Mis manos bajaron por su camisa, desabrochándola, igual que su pantalón, que cayó al suelo dejando sus abultados calzoncillos al alcance de mis manos. Sin soltarme me giró y apoyó mis manos sobre la pared, por encima de mi cabeza y acariciándome los brazos fue bajando por mi espalda con su cálida boca, subió mi camiseta, me asió las tetas mientras su cuerpo se apretaba contra el mío y su respiración sonaba cálida junto a mi oreja. Suavemente me desabrochó el pantalón y lo bajó, volvió a apretarse contra mi culo, ahora solo cubierto con el culotte, que D. subió por los lados, poniéndomelo como si fuera un tanga, dejando mis nalgas al aire. Me susurró lo mucho que le gustaba notar mi excitación, mi humedad… Sabía lo que iba a pasar a continuación y le pedí unos momentos para ir al baño, cogiendo mi bolso.
En el baño le puse un mensaje con el móvil a L. contándole donde estábamos y que íbamos a follar. Mientras esperaba su respuesta me refresqué un poco, no podía darme una ducha pero sí lavarme... no soporto a los tíos que huelen mal y supongo que a ellos les pasa lo mismo.  Mi móvil vibró, L. por supuesto estaba muy excitado con la situación y me deseaba que lo disfrutara. Salí como había entrado, en ropa interior. Y me fui directa al despacho de D. Pero no estaba allí, había aprovechado mi ausencia para llamar a su mujer y ponerle una excusa por su tardanza. Retiré un montón de papeles de su mesa y me senté encima a esperarle, con las piernas abiertas y las manos apoyadas detrás. Cuando llegó me sonrió y me atrajo hacia él agarrándome por las caderas. Me quité la camiseta y sus besos se hicieron más apasionados, en mi cuello, en la cara, por mis hombros, su boca y sus manos volaban sobre mí, aumentando mi excitación… mi boca respondía a la suya con ansia, mi piel ardía, podía sentir mi sexo palpitando, húmedo y caliente, y el suyo tan cerca de mí, pugnando por salir de su calzoncillo. Le empujé suavemente hacia atrás y se lo bajé mientras yo misma me bajaba de la mesa y me quitaba el culotte.
Entonces miró a su alrededor y me pidió que esperara unos segundos, encendió el pequeño equipo de música y apartó un sillón dejando libre la alfombra… esa alfombra que ha visto tantas reuniones de trabajo… y ese sillón… caminé hacia atrás asiéndole por las manos y me senté. Le acerqué a mí, su polla quedó justo al alcance de mi boca así que alargué mi lengua y empecé a lamerla, al llegar a la punta la besé y D., allí de pie frente a mí con las piernas abiertas, echó la cabeza para atrás y me sujetó suavemente por el pelo. No hizo falta que me moviese, yo sola volví a adelantar la cabeza y me introduje todo su pene en la boca, jugando con mi lengua en él. Menos mal que había puesto la música, si en el piso de al lado la oían pensarían que nos la habíamos dejado puesta y al menos se amortiguaban los otros sonidos, el vaivén del sillón, los gemidos de D. y por supuesto el sonido que yo hacía al mamar… mmm… nunca había imaginado su polla y ahora la tenía dentro de mi boca, hinchada, excitante, vigorosa… Entraba y salía ayudada por mi mano y por las de D. que enredadas en mi pelo me movían suavemente la cabeza adelante y atrás, adelante y atrás… mmmm…
De pronto la sacó y me hizo apoyarme en el respaldo del sillón y abrir las piernas. Se lanzó con pasión sobre mi sexo que ya le esperaba, empapado de deseo. Subí los brazos por encima de mi cabeza y me dejé llevar por la maravillosa sensación de su boca en mi clítoris, su lengua entrando y saliendo de mí… con las manos me sujetó las piernas y siguió comiéndome el coñito, jugando con la nariz en mi pubis depilado, dándome golpecitos con la lengua en el clítoris… sentí como mi sexo palpitaba con fuerza, un escalofrío me recorrió y un gemido escapó de mi garganta mientras me corría en su boca…
Fui a levantarme pero no me dejó, al contrario, me hizo tumbarme en la alfombra. Bajé la mano hasta su pene y comprobé que estaba más o menos como yo lo había dejado. Se puso sobre mí y me besó las tetas, mordisqueando mis pezones al mismo tiempo que me penetraba con fuerza.  Yo estaba muy lubricada así que su polla entró toda dentro de mí con gran facilidad. La sacó de nuevo y con un gruñido me la volvió a meter. Una vez y otra vez, intensamente, empujando cada vez más rápido. Comenzó a moverse rítmicamente mientras mi cuerpo se arqueaba hacia atrás para sentirle mejor. Él no paraba de comerme las tetas, la boca, de acariciarme, y seguía entrando y saliendo, gimiendo… En un momento que paró aproveché para moverme y cuando se quiso dar cuenta me había salido de debajo de su cuerpo y estaba sentada sobre él. Ahora fui yo la que cogí su polla y la metí toda dentro de mí, empecé a cabalgar, moviendo mi pelvis adelante y atrás, arriba y abajo, en círculos, notando su polla dentro de mi coño, sus manos, que ahora libres, agarraban mis tetas y retorcían mis pezones, luego agarró mi culo, y él también se puso a moverse y a empujar.
Ambos gemíamos, tratando de no gritar de placer, lo cual no era fácil en medio de tanta excitación. Sudando, D. se incorporó hasta quedar sentados los dos, sin sacarme la polla, y me inclinó hacia atrás hasta apoyar mis manos en la alfombra. En esa postura notaba su polla clavada en mí, a punto de reventar, sus manos en mis nalgas me izaban y bajaban a gran velocidad hasta que sentí que él estaba a punto de correrse y en ese momento no pude aguantar más y me corrí con un alarido que la música ya no pudo amortiguar y que provocó que, en ese mismo momento, D. también se corriera dentro de mi.
Caímos rendidos sobre la alfombra, sudando, con nuestros cuerpos ardiendo. Me levanté y fui al baño. Le puse un mensaje a L. Algo así como “yo ya me he corrido, ¿y tú?” Respondió inmediatamente con un “ahora te lo cuento, te espero”. Volví al despacho y besé a D. antes de vestirnos.
Por supuesto, a partir de ese día, las reuniones en el despacho de D. no han vuelto a ser iguales. Y también por supuesto, cuando un rato después llegué a casa, le conté a L. lo que había pasado con pelos y señales y... por supuesto acabamos follando.

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