Putiesposa, en un hotel
Dos meses de hotwife, ese era el trato. Dos meses de buscar mis propias aventuras, en solitario, con quien quisiera, donde quisiera, como quisiera, con una sóla condición: compartirlas con L. informándole al máximo: fotos, videos, audios, detalles… a ser posible en tiempo real y después al regresar a casa contarle los pormenores de la preparación y la ejecución de la trastada. Y una sóla consigna: ser muy zorra, lo más posible. La propuesta me encantó. Y decidí echarle imaginación y tratar de que cada una de aquellas trastadas fuera diferente. Para la primera hablé con un amigo con el que habíamos contado ya en algunos juegos, pero con el que aún no habíamos llegado a ciertas prácticas. Al principio me dio la sensación de que no se creía mucho que realmente la propuesta partía de los dos y se mostró preocupado por mi propuesta de quedar él y yo a solas. Negociamos que el día D., antes de que ocurriera nada, el propio L. le daría su beneplácito. Y empezamos a prepararlo. Fueron unos día...