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Mostrando entradas de febrero, 2012

Cuatro polvos y un calentón

Nada, que le había perdido el "miedo" a ir sola al pub, más concretamente, en palabras de L., le estaba cogiendo gusto. Después de las dos o tres primeras veces, ya era más fácil. Quedaba directamente allí con L., que venía al salir del trabajo, y así mientras le esperaba yo me iba tomando una cerveza, charlaba con alguien, hacía amigos y, si surgía algo más, luego se lo contaba, jeje... ¡qué morbo! Ya desde casa y durante el camino le iba poniendo mensajitos para que la espera fuese mucho más entretenida, divertida y morbosa... le contaba cómo iba vestida, cuando bajaba del metro, el momento de entrar… le informaba de si me iba al jacuzzi o si había visto a alguien con quien me apetecía algo más… una vez incluso le mandé una foto desde el cuarto de baño, creo que aquello le puso a cien jajaja. Miento. No lo creo, lo sé. En fin, que en mi nueva faceta de “chica sola” me dirigí de nuevo allí esa mañana. Cuando entré había poca gente, lo que no me extrañó nada, ¡con este frío

Hoy a mediodía

Hala, me ha pasado como a Celtas Cortos aquel 20 de abril: "pues es que estaba aquí solo, me había puesto a recordar, me entró la melancolía y..." ¡me he tenido que masturbar! Sí, ya sé que ahí me he salido un poco de la canción pero bueno, es que igual los chicos de Celtas Cortos no se habían puesto a recordar lo mismo que yo... los seis polvos en la mañana de ayer... uff. ¡Qué mañana!... seis veces seis me follaron... que las conté. Dos L. y las otras cuatro... estoooo... no, jeje. Pero lo de ayer no os lo voy a contar ahora, que es sábado y me toca irme a hacer la compra. Eso os lo cuento luego, o mañana, o cuando tenga tiempo de escribirlo. Empiezo por el principio, o como dijo Garci, que sabe mucho de muchas cosas, begin the begin. El caso es que esta mañana la he pasado con un calentón!! No paraba de recordar cositas de lo de ayer y bueno, le he estado mandando fotitos a L. y claro, el calentón como que no se me pasaba. Y a él se le ponía una caritaaa... para comér

Feliz, feliz en su día

Conocí a K. en un cumpleaños. A K. y a J. No sé si ellos se conocían previamente, a ambos me los presentó la anfitriona. Congeniamos y en poco rato estábamos charlando amigablemente, copa en mano. Al menos hasta que nuestra charla quedó interrumpida por... digamos que por la entrega de un regalo a la cumpleañera. Sólo que el regalo no llevaba lazo, venía suavemente envuelto en una toalla. O mejor dicho, envuelta. Una amiga de la homenajeada, sabia conocedora de sus gustos y apetencias, decidió regalarle un buen rato de sexo y, acercándose a ella, le puso los brazos al cuello y ambas se fundieron en un profundo beso cargado de morbo y pasión. Por supuesto, ninguno de los invitados osamos interrumpir. Al contrario, manteniendo una prudente distancia, todos los allí presentes nos dispusimos a disfrutar de tan grata escena. Las caricias siguieron a los besos, por la cara, el pelo, sus cuellos, luego bajaron a los hombros, brazos y espaldas. La toalla cayó, el vestido también. Y sus car